Luché tanto por poder estar aquí, me siento realizado, feliz. La vista es asombrosa a pesar de no haber nada, el horizonte es infinito, dos tonos de azul que son polos opuestos, que albergan vida tan diferente, pero crean un equilibrio entre sí.

Este viaje se suponía ser perfecto, pero estamos más separados que cuando nos encontrábamos a kilómetros de distancia. Completé tantos desafíos, literalmente crucé tierra y mar para llegar a su lado, y ahora que lo estoy, me siento cada vez más apartado.

En mi bolsillo tengo guardado lo que siempre soñé dar, pensé que se convertiría en la oportunidad que tanto buscaba, que todo sería maravilloso. Que, por fin, después de todo lo que me esforcé, podría descansar y relajarme. He jugado el juego de creer que, por ser bueno, el león no me comerá. La vida me está dando un revés con un guante de hierro.

Gasté todo mi dinero con tal de traerla, con el objetivo de tener nuestra preluna de miel, no obstante, a ese néctar le cayó sal. Se enojó porque le gusta la playa, pero no el mar, lo que no entiendo es por qué me lo dijo hasta horas después de zarpar. Van a ser dos largas y duras semanas.

—Creíste que los problemas se quedarían en la tierra, ¿no? —me preguntó una mujer de cabello largo y dorado. La cual se colocó junto a mí, recargándose en contra del barandal, quedamos lado a lado y portaba un bikini espectacular.

—Extrañamente, sí, pensé que dejarían de seguirme.

—Jamás lo harán, y menos si viajas con tu esposa. No importa si estás en la cima de la vida, una mujer siempre te hará algún drama, claro, si es que verdaderamente te ama.

—Ella no es mi…

—De nada sirve llegar al cielo si te encuentras en las nubes, tienes que quemarte en el infierno para poder disfrutar del paraíso, si no, ¿por qué crees que Eva mordió la manzana del Edén? Nosotras sólo queremos cariño, palabras llenas de placer, y estamos dispuestas a todo con tal de conseguirlas. Ella no quiere que le sigas el juego de berrinches, sólo que la ames con locura —me interrumpió aquella misteriosa dama, me dio un beso cómo si fuera mi mejor amiga, y se alejó con sigilo. Di media vuelta para tratar de ir detrás de ella, pero sentí como la sangre iba en camino a mi mejilla, gracias a la bofetada que me dio mi futura prometida, que me había estado observando desde un par de metros.

Sólo di un fuerte respiro y dejé que se fuera. Más tarde enmendaría mi error, que estaba seguro no cometí. Regresé la mirada a lo infinito del mar.

—Mujeres, no puedes vivir sin ellas, ni con ellas —me dijo un hombre de casi dos metros de altura, que no puedo mentir, me impactó. Asentí con la cabeza.

—Voy a dejarte esto claro, no es nada personal. La mujer que te acaba de coquetear es mi esposa, a ella le gusta jugar a ser Cleopatra, y a mí, me gusta ser el Alfa —dijo mientras apretaba su puño, que al hacerlo se le marcaron los músculos y las venas del brazo. Yo comencé a sudar, y cómo no, si el desgraciado, ¡me lanzó a la altamar!

Me equivoqué, no fueron dos largas y duras semanas, han sido más, diría meses, desde que llegué a esta pequeña isla. El anillo de compromiso lo perdí, ya no está en mi bolsa. Ha de pensar que soy un cobarde, que preferí huir, en lugar de dar todo por ella.