—Si hoy fuera tu último día de vida, ¿qué harías?
—¿De verdad? ¿Así piensas llevarme a la cama?
—No, tómalo como un favor que te voy a conceder antes de matarte —dijo Nick tan serio que parecía tratarse de una broma. Hubo un momento de silencio, Jessica quería que le dijera; no te creas, pero él sólo se quedó mirándola fijamente, esperando su respuesta, sin embargo, no iba a quedarse para averiguar si era verdad o mentira, de cualquier forma, ¿qué tipo de persona dice eso en una primera cita? Se levantó y dio media vuelta para salir del restaurante.
—Mesero, ¿me pone la comida para llevar, así como la cuenta y un café bien cargado por favor? Me espera una larga, pero exquisita noche —encargó Nick con total tranquilidad, como si su cita no lo hubiera dejado plantado a mitad de la cena.
El mesero le trajo lo que ordenó, y le dijo que sentía que lo abandonaran. Él se limitó a responderle que no tenía nada de qué preocuparse, que la cacería apenas comenzaba.
Al terminarse su café, salió del lugar. Caminó por varias cuadras. Tenía la vista tan fijada en la pantalla de su celular que chocó con varias personas, pero ni siquiera se disculpaba. Se detuvo donde le indicaba la aplicación. Se limitó a observar el ambiente, para unos segundos después subirse a una patrulla, y comenzó a platicar con la chica que iba en la parte de atrás.
—No me gustan las soplonas, haré una excepción por tu belleza. Te lo preguntaré una última vez, ¿cuál es tu deseo antes de morir? —Aquella chica cabizbaja era Jessica, por lo visto Nick le había puesto un sistema de rastreo en la ropa, o quién sabe dónde. Ella intentó abrir la puerta y gritó en busca de ayuda. Él tomó la bocina de la patrulla y con una voz firme, le indicó al agente que estaba al otro lado de la bocina que se fueran a descansar.
—Tengo todo el departamento comprado, no importa cuánto grites, no hay nadie quien te ayude —le anunció Nick y ella vio cómo el Oficial que le invitó a subir a su patrulla para disque intentar protegerla, la veía apartarse sin siquiera intentar hacer algo.
—¡Por favor no me hagas daño, soy muy joven para morir, puedo hacer lo que quieras, pero no me lastimes!
—Eso es mentira, a la muerte no le importa tu edad. Lo que quiero es tu carne ahumada, no hay forma de que me puedas dar eso y seguir viva.
—¿Por qué haces esto, por qué torturarme y no simplemente matarme? —preguntó ella que ya se había soltado en llanto, por lo visto, no tenía escapatoria.
—Porque la adrenalina le da un sabor especial a la carne, ¿ya sabes cuál es tu deseo? Te prometo que sea lo que sea, soy un hombre de palabra y te lo cumpliré.
—¡Quiero ver la Torre Eiffel!
—¿Estás segura que ese es tu deseo? Después no hay marcha atrás.
—¡Sí, estoy segura! —respondió Jess todavía entre sollozos. Si de verdad era un caballero que cumple sus promesas, eso le daría tiempo. Tendrían que cruzar todo el continente, y entonces aprovecharía la primera oportunidad que tuviera para escapar. Apenas y conocía a Nick. Estaba segura que no tendría comprada a la Policía de otro país, ¿o sí?
Nick se orilló, no dijo una sola palabra. Sacó su celular, buscó algo en Internet y luego le mostró el resultado a Jessica.
—¡¿Acaso esto es una puta broma?! ¡Me refería a verla en vivo, no en una foto!
—Ten cuidado con lo que pides. Conozco a un amigo que pidió amor incondicional, y ¿qué recibió? Un pequeño cachorro, cuando él quería una mujer. Dios, el universo, o como le quieras llamar, ¿le cumplió su deseo? Sí, el problema fue suyo que no lo detalló. Pediste ver la Torre Eiffel, ¿la viste? Sí, fantasía cumplida.
Nick la llevó a un edificio, donde por lo visto, también tenía al portero comprado. Era imposible que no dijera o hiciera algo después de ver a Jessica con todo el rímel corrido y forcejeando.
—¡Sorpresa! Obvio no te voy a matar. Todo este show es sólo para que aprecies más la vida. Todo fue un recordatorio para que cada segundo, de ahora en adelante, seas completamente feliz —Jess no sabía qué hacer, se quedó en shock. Era evidente que ese tipo estaba loco, quería huir, y lo haría, si no fuera porque sus piernas estaban paralizadas, junto a todo su cuerpo. La emoción fue demasiado fuerte como para que su mente le diera instrucciones claras a sus extremidades. Empezó a reír como loca, sabía que moriría, de eso no había duda, pero pensaba que ya no sería esta noche.
Sintió un ardor en al abdomen y todos sus músculos se contrajeron.
—Mentí. La adrenalina no es el toque especial, lo que verdaderamente le da el sazón indicado, es la serotonina —agregó Nick mientras la veía directo a los ojos. Le había clavado un cuchillo. Introdujo dos dedos en la herida, y una vez llenos de sangre, se los llevó a la boca.