La vida es tan bella, y sin embargo, la desperdiciamos minuto a minuto. ¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo interesante, qué saliste de tu zona de confort, que diste un beso no por monotonía, sino por verdadero amor?
Trabajo en un centro de atención en una agencia de viajes, y escuchar las experiencias de los clientes es algo que me apasiona. A la mayoría de mis compañeros les da tristeza oír los problemas del primer mundo, y es que, ¿cómo no? Una persona cree que se le cae el mundo porque su vuelo se retrasó una hora, cuando a nosotros, si se retrasa el camión un par de minutos, perdemos el día de trabajo, y de esa forma, nuestro salario que paga no lujos, sino comida.
El punto es que a mí me encanta escuchar sus problemas, me hace ver y creer que algún día, esas serán mis preocupaciones, quedarme esperando en el aeropuerto más lujoso del mundo una hora, en lugar de esperar todo el día a que me depositen la quincena.
Hoy me levanté de la cama como siempre, con el pie derecho. Agradecí al universo por un día más, repitiéndome la fantasía de que ya soy millonario, aunque claro, falta que llegue ese tiempo, pero más importante aún, el dinero para poder experimentarlo.
Llego a la oficina con una sonrisa de oreja a oreja mientras todos mis compañeros se ven tensos y de malas, como si estuvieran teniendo el peor día de sus vidas, y eso que apenas empieza.
Me siento en mi escritorio y me tomo cinco minutos para planear mi agenda, pero me distrae el movimiento suave del cabello ondulado de Victoria, se ve tan increíble al caminar, meneando su cadera de lado a lado. La veo entrar a la cafetería y sé que este es mi momento. ¿Qué es lo mejor que puede pasar? Pensé, y me encamino para saludarla.
—¡Hola, Victo…! —¡Rayos! ¡La veo besándose con Juan! Salgo de inmediato pidiéndole disculpas, como si yo fuera el que estuviera haciendo algo indebido. Quiero gritar, estrellar mi teclado frente al monitor, pero no puedo, siempre me he guardado la ira, y esta ocasión no era la excepción.
Se acerca mi jefa y me pregunta qué tengo, que me ve más rojo de lo usual. Le oculto mi sentir con la mentira más usada del mundo, con el famoso; “estoy bien”.
Suena el teléfono y a diferencia de otros días, espero a que suene tres veces para contestarlo.
—Agencia de viajes Sayonara, le atiende Gabriel, ¿cómo puedo ayudarle?
—Acabo de perder mi vuelo porque lo movieron una hora antes, ¡quiero que me regresen mi dinero!
—Eso es imposible, pero deme sus datos por favor y lo verifico.
—¡Escúchame, animal, a mí nadie me dice mentiroso! ¡Vete a la chingada y pásame a tu gerente!
—Con gusto, pero le recuerdo que en viajes Sayonara, ¡el cliente va primero! —tan pronto termino de decir la frase, siento cómo el estómago se me contrae. Hoy será mi último día. Escucho una interferencia, la llamada se cambió y ahora la voz de ese hombre se escucha muy baja, como si fueran apenas susurros, por el contrario, los gritos de una mujer se intensificaron, y extrañamente, aquella voz es muy similar a la de Victoria.
—¡Ayúdame por favor, me tienen secuestrada!
—Lo siento señorita, está comunicándose a una agencia de viajes. No puedo serle de ayuda, le tendré que colgar. Por favor llame al 911.
—¡No, no cuelgues, no puedo volver a marcar, necesito me apoyes! ¡Me tienen atada! ¡De milagro pude conectar la llamada!
—En ese caso le transfiero —respondo con angustia. En este trabajo nos preparan para desear buenos días, no para manejar casos tan extremos.
—¡Qué no, sólo tú me puedes ayudar Gabriel!
—Yo… —estoy atónito, nunca le dije mi nombre. La pantalla del monitor empezó a hacer estática. Se escucha un sonido de un módem viejo. Cierro los ojos fuertemente por miedo y al segundo que los abro, ya no estaba en esa oficina, me encontraba en mi cama sin poder moverme.
Se me subió el muerto, todo había sido una pesadilla. No es la primera vez que me pasa e intento tranquilizarme, aunque el hecho de que ya haya pasado por esta situación, no la hace nada amena.
Siento como si un demonio estuviera oprimiéndome. Giro los ojos a mi lado derecho y veo la silueta de Victoria, mi amada, está recostada a mi lado. Intento gritarle, pedirle ayuda, pero es en vano, no puedo hacer nada… sólo esperar a que esta horrible sensación termine.
El televisor se prende, comienza a verse y escucharse la estática, la misma que pasó en mis sueños. La única diferencia, es que ya no estoy durmiendo. Un ente, jorobado, alto y de túnica larga se acerca lentamente a nosotros, se lleva la mano a la boca para hacer un gesto, para con su dedo flaco y huesudo, indicarme que guarde silencio.
Cada segundo se vuelve más escalofriante, no siento otra cosa más que miedo, así como la fuerza de alguien oprimiendo mi pecho. Aquel ser se agacha y toma a Victoria entre sus brazos, no su cuerpo, sino su alma. Alcanzo a ver que ella me mira, suplicando que le ayude, pero mi impotencia no hace otra cosa, que soltar una lágrima.