¿Te has preguntado, cuál es tu propósito? Unos buscan ser alguien en la vida. En lo personal, es lo más estúpido que he escuchado, ¿quieres tener éxito según quién? No nos vayamos lejos. Tu definición de éxito no es la misma que la de tu padre, que la de tu abuelo, la de tu tatarabuelo. A lo mejor para unos es tener mucho dinero, para otros encontrar el amor. Para mí es la venganza y es tanto mi deseo que no me importa morir por ello.
Es imposible tener todo, siempre hay algo que falta, y cuando crees que llegaste a la cumbre de la pirámide, el destino —de la forma más ruin y cruel que te puedas imaginar—, te quita lo que deseas.
Me encontraba de viaje. Precisamente en Bibury, Inglaterra. El pueblo más hermoso que he visto en mi vida; definitivamente es un lugar que tienes que visitar antes de morir, o en mi caso particular, justo para eso, para que mi alma abandone mi cuerpo. Era mi luna de miel. Mi esposa en ese momento era la mujer más bella con la que había estado. Literalmente disfrutaba cada segundo con ella. Incluso cuando se enojaba, se le marcaban unos hoyuelos que la hacían enojar aún más. Esta no es una historia de amor, no quiero que lo sea. Si te has enamorado debes saber cómo me siento, y si no, por favor hazlo sin pensar y sólo déjate llevar.
La primera vez que vi a Karla fue mágico y no sólo porque ella fuera una bruja. No hizo ningún hechizo sobre mí, sin embargo, quedé perdidamente encantado por ella. Portaba un top morado —que dejaba ver su abdomen bien marcado—, con cuello de tortuga que impedía mostrar más, pero no era necesario. Su cara era angelical y su mirada demoniaca; era la perfecta combinación del yin y el yang. Un corazón de oro y un carácter de los mil demonios. El punto es que la vi parada, como si estuviera perdida en aquella acera. No sabía cómo llegar a su destino y a leguas se notaba que no era de por aquí. Caminé a su lado esperando que me preguntara una dirección, algo, pero no lo hizo, y es que, ¿por qué lo haría? Era el peor plan de conquista que tenía y obviamente no funcionó. Las cosas no funcionan cuando pones tus objetivos en las acciones de otra persona. Cuando deseas que el destino actúe a tu favor. Por lo que di rápidamente la vuelta para estar nuevamente frente a ella. Esta era mi oportunidad y ya no podía fallar, debía actuar ahora o nunca. Tomé mi celular y caminé distraído para chocar con ella. Lo sé, este plan es mucho peor que el primero, ¡pero funcionó! Le empapé sus jeans con el jugo que ella llevaba por lo que me ofrecí a conseguirle otro. Ir a la plaza más cercana para comprarle unos pantalones nuevos. Ella simplemente dijo que no me preocupara, que hacía bastante calor como para que en veinte minutos se secaran. Obviamente ella utilizó un conjuro para secarlos sin que me diera cuenta. Pese a todo, me aceptó un café para reponer su bebida. Ese café se convirtió después en una invitación a comer; esa comida en ida al cine; la película en besos y mágicamente Karla se volvió mi alma gemela.
En nuestro segundo aniversario me enteré de que era maga. Ella a su vez se enteró de mi pésimo, pero grandioso plan de conquista. Fuimos a cenar al parque. No era el mejor lugar para la mayoría, pero sí para nosotros. Sólo éramos ella y yo. La noche era perfecta, no necesitábamos más. Me pidió que cerrara los ojos y lo hice. Después de abrirlos nos encontrábamos en la cima de una montaña con un paisaje increíblemente bello. Cascadas por doquier y una laguna inmensa.
—¿Cómo es posible? —pregunté asombrado.
—Perdona por tardar tanto en decírtelo. Hace menos de quinientos años nos quemaban en la hoguera por contarlo.
—No es posible, eres una…
—Bruja, maga, hechicera, como gustes llamarme, eso soy.
—Me quedé sorprendido. Siempre pensé que la magia era un cuento de hadas. Guardé silencio, pues no sabía qué decir.
—¿Estás molesto? Entiendo perfecto si deseas terminar nuestra relación.
—¿¡Qué!? Claro que no. Esto es increíble, ¿hay más criaturas sobrenaturales?
—Te cuento mi mayor secreto, y, ¿eso es lo único que te importa?
—Sí. Quiero decir; no. Verás… —pero antes de que pudiera decir más, se marchó dejándome en aquel lugar que desconocía. No me permitió explicarle.
Sentí un déjà vu y es qué de niño siempre tenía la misma pesadilla. En el orfanato me apartaron de la recámara comunitaria porque no permitía dormir a los demás y al parecer tampoco a aquella niña. Creo que se llamaba Kagla… Kaglerin… ¡no, no, era Kagneline! Fue la primera niña a quien le robé un beso y la primera que me dejó plantado de la misma forma que hizo Karla. Ahora sabía que también era bruja. A lo que voy es que creía que mi pesadilla resultaba ser verdad. Soñaba cómo asesinaban a mi familia, pero no de cualquier forma. Les drenaban la sangre hasta que no quedara ni una gota. Uno por uno y yo veía todo, pero no hacía nada. Era apenas un niño de cuatro años, ¿qué podría hacer ante un clan de vampiros? Por lo que permanecí escondido en el ropero hasta que se fueron. Pasé por más de cien psicólogos y me convencieron de que lo que vi era sólo una pesadilla; que en realidad nunca llegué a conocer a mi familia, pues fui abandonado después de nacer. Que esa pesadilla sólo representaba mi deseo reprimido de explicar por qué me dejaron solo sin razón alguna. Es mucho más atractivo pensar que no fue porque quisieran, sino porque el destino les impidió cuidarme, pero eso pasa a segundo término, pues no sabía cómo salir de esa jungla. Karla se llevó consigo las llaves del coche. Esperé una semana en este lugar pensando que regresaría por mí, pero no lo hizo, ¿de verdad le dolió tanto? O, ¿es que nunca me quiso? El hambre y la sed me hacían desvariar. A pesar de la laguna, yo estaba hasta la cima de la montaña donde la única agua que podía tomar provenía de la lluvia nocturna.
Sabía que no vendría, ¿era una prueba más de ella? ¡Qué carajos! Prueba o no tenía que salir de allí. Tenía que buscarla, encontrarla y que me dijera que no estaba loco. Trepé el árbol sin éxito. Estaba débil y llevaba días sin dormir ni comer bien, pero si de algo estaba seguro, era que no quería estar un segundo más allí. Cada día que pasaba me acercaba unos kilómetros al lago. El agua es vida. Probablemente haya alguna aldea cerca a la cual pueda acudir, pensé. Fui creando artefactos conforme avanzaba mi camino. Con unas ramas que parecían ser bambúes hice una cantimplora y ahora ya almacenaba agua. Mi cuerpo ya reprochaba las frutas, necesitaba carne. Quería cazar un animal. Algo que me diera esa deliciosa proteína que me hacía falta, y cuando tuve por fin la oportunidad, no pude hacerlo. Sé que es la ley de la vida, pero, ¿qué culpa tenía ese pobre conejo? Matarlo hubiera sido sólo para satisfacer más un placer que una necesidad real. Todavía podía sobrevivir unas semanas más sin carne, así es que lo dejé escapar.
Unas semanas más tarde ya me encontraba en aquella laguna. Había vida, y no, no lo digo con exclamación, pues eso no me hacía feliz. Estaba infestado de lagartos. Jamás podría cruzarlo y regresar significaba meses de camino. No era lo mismo ir cuesta abajo que hacía arriba. Me tardaría tan sólo el doble o el tripe, ¿qué haría? ¿Por qué me pasaba esto a mí? Pensé y cerré los ojos, los abrí pensando que todo era un sueño y que despertaría en mi cama junto a Karla. Todo este tiempo me había olvidado de ella. Me enfoqué tanto en salir de aquí que olvidé mi pasado. Por primera vez dejé atrás esas pesadillas de cómo asesinaban a mi familia. Si pude superar eso, puedo superar cualquier cosa —me dije—, y me armé de valor, pero no del valor idiota. Sería estúpido si pensara que, porque vencí mi mayor miedo, podía pasar el lago lleno de cocodrilos como Superman. Algo que era cierto es que ese lago era como el mar, no se le veía fin. Reuní varias ramas y sobre dos árboles robustos hice un segundo piso, el cual sería mi cama. Trabajé arduamente cada día en construir una balsa y lo logré. Poco a poco mi esfuerzo fue premiado y estaba a nada de salir de ese espantoso lugar. Todas las madrugadas tenía que sentir cómo las víboras me recorrían como si fuera una rama más. Inclusive una noche, una durmió sobre mí. Mis brazos estaban rojos de las picaduras de mosquitos. Mi barba parecía nido de pájaros y no te cuento como apestaba. Me sentía agobiado, por lo que decidí dejar la balsa e irme a dormir. Además, empezaba a oscurecer y viajar de noche no parecía una buena idea.
Para cuando desperté, la balsa ya no estaba. Cuando bajé tampoco estaba la selva, había desaparecido, y en su lugar me encontraba de regreso en ese hermoso hotel de Bibury.
—¿Karla? —grité por todo el cuarto, pero no estaba. Salí de la habitación. Pregunté en la recepción y se me quedó viendo extremadamente raro la recepcionista.
—Usted llegó solo.
—¿Qué? —respondí incrédulo, ¿cómo podía ser eso posible? No sabía cuánto tiempo había pasado.
—De hecho, todos los días nos pregunta lo mismo, y todos los días le damos esta nota.
—¿Qué es esto?
—Es una nota de la persona que rentó el alquiler para usted.
—¿Quién fue?
—No sabría decirle, lo pagó de forma anónima.
—¿Hasta qué día está cubierto?
—Apenas lleva dos meses, y está pagado por un año. Nos comentó que…
—Shhh, no me diga. Sea quien sea ya no me interesa, esto es una puta broma —salí del hotel y me recosté sobre una banca cercana que encontré a unos metros adelante.
—¿No puedes hacerlo, verdad? —me dijo una voz conocida.
—¿Hacer qué? —respondí molesto y fue cuando vi su cara, ¡era Karla!
—Sacrificarte por tus seres queridos.
—¿Por qué lo haría? ¡Me abandonaste!
—No, mi amor, tú te abandonaste solo. No puedes superar tu pasado. El recuerdo de cómo asesinan a tu familia está tan presente en ti como el día que pasó.
—¿Qué tiene que ver eso? ¡Me contaste tu secreto y te fuiste!
—Porque así me lo pediste.
—¡Yo no…!
—Shhh, cállate y escúchame —me dijo y guardé silencio. Mi mente estaba hecha un rompecabezas de un millón de piezas que no embonaban.
—Yo no soy tu esposa, nuestro amor nunca existió. Recurriste a mí para que te ayudara a vengar a tu familia, pero cuando me rehusé, viste la oportunidad de traerlos de vuelta. La magia tiene su precio. No puedo resucitar a los muertos así como así. Tiene que haber un intercambio de almas, y aun así no es garantía. Te ofreciste a dar tu alma por la de ellos; sin embargo, yo no soy la parca. No puedo clavarte un cuchillo y reclamarla. Sólo puedo llevarte al limbo y ahí tú tendrás que decidir, o mueres y tu alma queda en pena, o el universo se da cuenta que no es tu tiempo todavía y te trae de regreso. Han pasado sesenta días y no has logrado morir, siempre hallas la forma de volver.
—¿Por qué me borras los recuerdos? Si supiera mi propósito me mataría en cuanto esté allí.
—Las cosas no funcionan así. Dime Adam, ¿lo volvemos a intentar mañana?
—No. Si tú no me puedes ayudar, alguien más lo hará. Gracias de cualquier forma —finalicé. Le di un beso en la mejilla y di media vuelta. Regresé a la habitación del hotel. Era mucho por procesar, pero sentía que me estaba diciendo la verdad. No fui capaz de traer a mi familia de vuelta, pero juré por mi vida, que mataría a esos malditos vampiros que me arrebataron todo.
Miré por la ventana para verla, seguía ahí, pero de un momento a otro se hizo cenizas y desapareció.
Un año después.
He seguido la pista, pero no he encontrado nada, ni un sólo rastro. Eran muy inteligentes, o me estaba volviendo loco y al final pensaba cosas que no son. Tal vez Karla sólo fue una alucinación más. Escuché un ruido en la cocina, agarré mi bate de beisbol, y me acerqué sigilosamente.
—¡Detente, soy yo! —dijo Karla con las manos en alto.
—¿Qué haces aquí, cómo entraste?
—¿De verdad preguntas eso? Soy una bruja, en eso no te mentí. Tengo un trato que ofrecerte.
—Está bien —contesté. Le dije que pasara a mi cuarto.
—Escúchame con atención; puedo hacer que te vengues de una vez por todas, aunque no será fácil. Pondrás tu vida en peligro. Será mucho tiempo. No podrás matarlos a la primera, ni siquiera en la segunda oportunidad, pero sí te puedo asegurar que al final, sobrevivas o no… ellos dejarán de existir y podrás tener a tus padres de regreso, ¿qué dices?
—Estoy dentro. Dime, ¿qué tengo que hacer? —respondí sin dudarlo. Ella se acercó, tomo mi celular y lo prendió.
—Por el momento, sólo dejar que las cosas fluyan. Te contactaré pronto.
—¿Qué? —era demasiado tarde. Se había hecho cenizas otra vez y desapareció. No entendí nada. Sonó un beep y apareció una notificación en mi teléfono: “Denni está conectada”.