—¡No mames, Jess! ¡Te estás ahogando en un vaso de agua!

—Pues sí, pero sabes que estoy chiquita y no sé nadar, ese problema es un océano para mí. Es la tercera vez que llegaré tarde en el mes y apenas va iniciando.

—¿Y?

—¡Pos me van a correr, Alexa!

—Que lo hagan. Hay cientos de miles de trabajos. Yo no me preocuparía por eso.

—No, porque sabes que jamás te correrá.

—¿Por qué lo dices? ¿Qué insinúas?

—No te hagas la tonta. Sabes perfectamente lo que quiero decir.

—Crees que es satisfactorio que la razón por la cual no me despide, ¿es porque se acuesta conmigo?

—Sí, claro, amiga.

—No quisieras estar mis tacones. ¡Nadie quiere ser la otra! ¡Y esa soy yo! Los fines de semana me quedo sola, mientras él disfruta de una escapada familiar. Me tengo que conformar con las migajas de su amor. Todo el mundo está sufriendo algo distinto, pero, a fin de cuentas, ese dolor es el que muchas veces nosotras mismas elegimos.

               —Lo siento, no lo había visto así.

—¿Cómo podrías? Sólo sabrás lo que se siente experimentándolo, y obviamente, no te lo deseo.

—De menos tienes a alguien. Yo estoy completamente sola y fracasada. Cuando era niña, pensaba que a esta edad ya tendría un marido, dos hijos y esperando el tercero. Y ahora, no tengo siquiera un gato porque la señora que me renta el cuarto no me deja.

—Ya sé, pero cambia tu manera de verlo. Es lo que me funciona a mí cuando me siento bajoneada. La vida es bella solamente si la sabes apreciar. Te aseguro que, si le preguntas a cien personas, todas te dirán que no están satisfechas. Es un común denominador, de no ser así, si verdaderamente fuéramos felices con la vida que nos tocó, seguiríamos viviendo en cuevas, pero no… siempre queremos más, no nos basta con tener agua, comida y techo. Deseamos más, porque sabemos que es posible y que existe algo mejor allá afuera.

               —¡Vaya! ¡Me saliste toda una filosofa!

—Es que me quedé pensando… ¿te acuerdas de la semana pasada que fuimos al museo cómo la gente se quedaba admirando una mancha en un lienzo? ¡Una puta mancha! ¡Y la gente se detenía a admirarla como si fuera el mismísimo David! Llegué a la conclusión de que la belleza de las cosas no está en el objeto o en la técnica, sino en la percepción con la que miras el mundo, la vida misma. ¿Qué opinas, Jessi?

Yo de esas cosas no sé, pero ya no hay tamal de dulce, ¿quieres de mole?

—¡¿Qué?! ¡¿Es neta?!  ¿Vienes tarde y todavía te detuviste a desayunar?

               —¡No! Son para llevar, además ¿qué es lo peor que puede pasar? ¿Qué pierda otros cien pesos como ayer?

—No retes al destino, pendeja.

               —Tú fuiste la primera que me dijo que no me preocupara.

—Te dije que había cientos de opciones si pierdes este ingreso, ¡no que te valga madres y juegues con fuego!

                —Ya, tranquila mujer, estoy a una cuadra. Mejor ve con Jaime y enséñale todo lo que se pierde el fin de semana. Te dejo tu champurrado donde siempre —finalizó de decir Jessica y colgó antes de que Alexa pudiera responder.

En cuánto llegó Jessica, se colocó rápidamente en su lugar y aprovechó que todavía no había clientes para darle una mordida a su almuerzo. A los pocos minutos ingresó una señora, a la cuál atendió y le comentó amablemente que el cheque que venía a cobrar no tenía fondos. En ese momento, una persona que estaba formada gritó: ¡Ahora sí, hijos de su pu…