—Hola, Laura. ¿Cómo te va? 11:02

—Bien. 11:40

—¡Me alegra! Yo también estoy bien. Sabes, estaba pensando… 11:41

 —Dime. 12:32

—Me gustaría ver a la niña este fin. 12:32

—No. 13:05

—¿Por qué no? ¿Van a salir o hacer algo? 13:06

—Dije que no. 14:49

—Lo sé, pero no entiendo el por qué y me gustaría saberlo. Si es que salen de la ciudad o algo así, lo entendería, pero si no, ¿por qué no? 14:51

—No te incumbe. 15:33

—Soy su padre, ¿sabes? Sí es de mi incumbencia donde estará mi hija. 15:34

—Y yo su madre. 16:01

—¿Entonces? ¿Podré verla el sábado? 16:02

—No. 17:09

—Tengo derecho, la extraño… para serte completamente honesto, las extraño a las dos. ¿y si vamos a cenar? ¿Qué dices? Sé que te gusta lasaña. Tú y yo, como en los viejos tiempos, piénsalo y me avisas, ¿va? Si necesitas tomarte unos minutos para meditarlo está bien, yo aquí espero. 17:12

—No quiero. 17:35

—Está bien, si no puedes no hay problema. lo dejamos para otro día, jeje, ¿va? 17:35

—Sí puedo. 17:41

Pero dije no quiero. 17:41 **mensaje no enviado**

—¡Excelente, mi vida! ¿Pasas por mí a las siete? Te tengo una sorpresa princesa, ¡ah, te creas! Si bien sabes que mi princesa es la Laurita, y eso te hace a ti mi reina, la reina de corazones, pero no tantos porque ya sabes que me dan hartos celos. Pero, bueno, seguimos en contacto, ¿sí? Ponte ese vestido amarillo que ya sabes cómo me pone, ah, no cierto si cierto. Besitos. PD: Ya quiero que sea de noche para hacer travesuras. 17:46

—Laura dejó el teléfono sobre su escritorio y entró por fin a la última junta del día. Era uno de esos días en los que, si algo sale mal, lo que sigue resulta siendo peor.

Dieron las seis y media y la junta todavía no terminaba. El jefe seguía platicando de su último viaje en lugar de darle prioridad al tema. Pasaron otros quince minutos y con un gesto de asombro, argumentó que ya era tarde, que continuarían con la reunión a primera hora el día de mañana. Laura aceleró el paso a su escritorio, tomó sus cosas y se fue directo a la casa.

A Laura le gustaba dedicar 15 minutos de descanso para ver una parte de su novela favorita. Después darse un regaderazo, y entonces continuar con la rutina de ayudarle a la niña con la tarea, preparar la cena, lavar los trastes, limpiar la casa, alistar lo de la mañana, y así hasta que su cuerpo le exija parar y poder descansar.

Mientras se encontraba en la ducha, empezaron a tocar el timbre una y otra vez. Laura, bastante molesta, se puso rápido una toalla y se dirigió a la puerta con cierto temor y malestar.

—¿Quién?

—¿Cómo quién? ¿Acaso hay otro?

—¡Carlos! ¡¿Qué chingados haces aquí?! —exclamó Laura al tiempo que entreabrió la puerta al saber que era su exesposo.

—¡Ay! ¡Si ando cambiándote por la lasaña! Pero no hay bronca, soy un caballero y espero a que termines de arreglarte. ¡Mija! ¡Laurita! ¡Ya llegó papá! —anunció Carlos al tiempo que empujó la puerta para entrar a la casa—. Te esperé para ir a cenar, pero como no llegaste, pues mejor vine.

—¿A cenar? ¡Te dije que no!

—Aquí tengo el mensaje…

—¡Me vale madres el pinche mensaje! ¡Debes tres meses de la pensión alimenticia y tienes el descaro de invitarnos a cenar! ¡Vete de aquí! —alegó Laura.

—Ya ves cómo eres. Ya ni porque ustedes la tienen más fácil. Un escote, ojitos coquetos y ¡pum! Ya tienes trabajo. No que uno tiene que andar busque y busque. Pero justo de eso quería hablarte, ¡tengo un proyecto enorme! Toma este cheque que cubre lo atrasado —Con ese pensamiento de víctima, Laura tuvo la absoluta certeza de que separarse de él fue la decisión correcta. Tomó el cheque y lo corrió de la casa alegando que llamaría a la Policía de no hacerle caso. A Carlos no le quedó otro remedio.

Al siguiente día, tuvo la tediosa junta donde una hora se fue en las vacaciones del jefe, y cinco minutos en el objetivo en cuestión. Tan pronto tuvo oportunidad, se escapó de la oficina para ir al banco.

—Lo siento mucho, señorita, pero el cheque no tiene fondos —le comentó amablemente la cajera.

—¿Qué? No es posi…, si es… lamentablemente, sí es posible, ¡qué tonta fui! ¿Cómo le creí a este pendejo? Gracias señorita —contestó Laura pensando que su día no podía empeorar. Cuando de pronto se escuchó un fuerte ruido acompañado de un: ahora sí, hijos de su…