—Aquí tienen sus bebidas, si necesitan algo más avísenme. Les recuerdo que mi nombre es Julia y estoy para servirles —dijo la mesera a dos caballeros de corbata.

—Ya sabemos que te llamas Julia, venimos cada fin.

—Lo sé, es el procedimiento. Si no lo hago, me regañan —dio media vuelta y se fue para atender otra mesa.

—Dígame compadre, a qué se debe el honor de que me invite esta deliciosa cerveza, que está más fría que el corazón de mi vieja, pero igualmente jugosa.

—Estoy muy mal con mi esposa, no me respeta, de hecho ya me puso los cuernos. Necesito que me hagas un favor.

—Claro, tú dices cuándo y la sacamos de patitas a la calle de tu casa.

—¡No! No quiero vengarme, quiero recuperarla, volver a tener su respeto.

—No diga tonterías compadre, lo que tienes que hacer es olvidarla, o hacerle lo mismo; ojo por ojo, diente por diente, incluso el doble para qué se le quite lo canija.

—Pero no quiero a nadie más.

—¿No quiere, o no puede? Dígame la verdad, acá de compas —Memo se quedó pensando. La mesera se acercó con un plato de cacahuates salados, les comentó que ella se los invitaba, que le fue inevitable haber escuchado su conversación, y era el regalo que les podía dar junto con un consejo:

—A las mujeres nos gusta que nuestro hombre sea capaz de acostarse con cualquier mujer que pueda desear, pero qué no lo haga, porque eso significa que está conmigo por elección, y no de qué sea su única opción. Así es que el secreto a esa pregunta, es que debes de poder, pero no llegar a hacerlo.

—Me gusta su pensar —dijo Cristiano y le invitó a sentarse, pero ella se rehusó, pues se encontraba trabajando, sin embargo, se quedó con ellos fingiendo que les tomaba algo más de su orden.

—No quiero a nadie más. El sábado en la fiesta, necesito que ofendas a mi mujer, de esa forma yo saldré a defenderla y me ganaré su admiración nuevamente.

—No compadre, así no funcionan las cosas, en eso no te puedo ayudar.

—Estoy del lado de Cris, ese plan suena terrible —agregó Julia, les tomó los vasos ya vacios con el fin de traerles unos nuevos.

Llegó el día de la reunión, estaban ambos compadres conviviendo con sus amigos. Cristiano vio a su fiel compañero con la cara caída, mirando al piso como un perro viejo. Empezó a contar chistes, y sacó del repertorio uno que ofendiera a la mujer de Guillermo. Lo miró a los ojos para indicarle que era la señal que pidió. Memo se rio hasta que vio la cara de fastidio de su esposa, por lo que decidió levantarse y darle una cachetada a su compadre. Regresó a su lugar y le empezó a gritar que no se volviera a meter con ella.

Cris, después de un par de horas, cuando ya nadie podía verlos, o no les importaba saber de ellos, se escapó con Memo al bar.

—Por sus caras veo que no funcionó el plan —les dijo Julia ya con dos cervezas servidas, y ellos le contaron lo sucedido.

—Como mujer, les puedo decir que nos gusta que nos defiendan, es nuestro instinto el querer sentirnos protegidas entre sus brazos, pero si lo tenemos que pedir, y más aún, después de haber formado parte de la burla, entonces nuestra pareja no es un hombre, es nuestro títere. ¿Y qué haces con una marioneta? Juegas con ella hasta que te aburres.

Mi recomendación, con todo el respeto qué te mereces Memo, es que debes de olvidarte de ella, y si tu mujer no se olvida de ti, entonces regresa a su lado, pero no lo hagas como un perro sin dueño, sino hazlo con la espalda recta. De lo contrario, es mejor no hacer nada.

En cuanto a lo demás, quiero darte yo la cachetada y ver si así se te quita lo cobarde. Los verdaderos caballeros resuelven sus problemas con palabras, en caso de ser necesario llegar a la violencia, lo hacen cara a cara, a puño limpio, no con bofetadas inesperadas.

Los hombres débiles hacen teatro, pero no del bueno que pagamos para ver en el escenario, sino del dramático innecesario que la mayoría tratamos de evitar. Esa tonta necesidad de querer llamar la atención, de querer demostrar su valía. Mientras que los hombres fuertes no tienen nada que probar a los demás, ni siquiera tienen que defender su honor, pues es parte de su ser, y sólo los inútiles se atreven a atacarlos. Por último, a un mediocre no se le responde, se le ignora, y en casos extremos, se le pone un estate quieto.

Entonces… ¿qué vas a ser?

— Y no, no es un error ortográfico, apreciable lector.

    Antes del hacer, está el estado del ser. —

    ¿Seguirás siendo un hombre endeble que se queja de su mujer, que crea obras burdas en su vida para después pedir disculpas?

O, ¿te amarrarás los pantalones y conseguirás tomar el control? Sabiendo que puedes perder todo lo que tienes hoy.

No importa qué ya sea tuyo, si no te hace feliz, no sirve de nada.