Lo desconocido puede provocar dos sentimientos; temor o atracción. En mi caso, siempre había sido miedo, nunca me había atrevido a salir de mi zona de confort, Brendan fue el único capaz de lograrlo. Él me conquistó como sólo un caballero es capaz de hacerlo. Entendía el lenguaje femenino mejor que ningún otro hombre, cómo si se hubiera dedicado cien, o miles de años a estudiarlo.

    Un día estaba tan aburrida, que me puse mi mejor vestido y fui a la sala para coquetearle, él agarró sus llaves y me llevó a cenar a la punta de la mismísima Torre Eiffel. Me dijo que estaba bellísima como para quedarnos en la casa. Pensé que esa noche por fin sería mío, pero no fue así, cada vez que intento llevarlo a la cama, se rehúsa y me dice que todavía no es el momento. Lo más extraño, es esa lista, en la cual me hizo escribir todo lo que quiero hacer antes de morir, y me aterra que hoy se cumplió el último pendiente. Jamás imaginé que fuera tan rápido, y es que, a Brendan, parecía no importarle otra cosa más que completar ese estúpido registro de cosas pendientes. Sé que no me matará, de haberlo querido hacer, ya lo hubiera hecho… o al menos es lo que quiero pensar para intentar calmarme.

    Mi miedo era profundo, confiaba plenamente en él, pero mi instinto me decía que huyera, así es que lo hice, mejor dicho, lo intenté, ¡el maldito me encerró! No podía salir de la casa, intenté romper la ventana, pero pasó algo que no era capaz de explicar. Las cosas comenzaron a moverse por sí solas, sentí un golpe en la sien y caí desmayada.

    El sonido del cerrojo me despertó. Brendan había regresado y mis piernas no reaccionaban, se movían, pero no a mi voluntad. Caminaron hacía él, y salieron palabras de mi boca que yo no ordené.

    —Bienvenido amor, ¿ahora si ya estás listo para matarme, y después acostarte conmigo?

    —¿De qué hablas? ¿Cómo lo sabes? —contestó desconcertado.

    —Ahorrémonos tiempo. Pasaste cinco años con la tonta de Eliza, ayudándole a resolver su vida, cumpliéndole cada deseo para después matarla, mientras a mí, ¡me asesinaste en el primer encuentro! —en ese momento, yo estaba tan confusa como tú. Resulta que el fantasma de su ex, me poseyó, y era evidente que buscaba venganza. Sacó una pistola de la cual yo no tenía conocimiento, y le apuntó directo a la cara.

    —¿Eres Nadia? Lo siento mucho, lo tuyo fue un error, prometí no volver a hacerlo, no matar a nadie antes de haberle hecho cumplir sus sueños. Por cierto, debes saber que no puedes matarme. No puedo morir.

    —¿Quién te dijo esa mentira, tu “amiga” la muerte?

    En ese momento vino un flashback a Brendan. Hace cientos de años, conoció a una mujer que le ofreció un trato justo, la oportunidad de obtener cualquier deseo a cambio de su alma. Obvio él no le creyó, en ese momento era un hombre totalmente distinto al que es ahora. No pensaba con claridad, por lo que le respondió que su deseo era acostarse con ella y mil mujeres más. Obvio esas palabras no funcionarían con ninguna dama, sólo ahuyentarían, pero es que ella no era humana, era Lucifer.

 

    Pasó la noche, junto con los días y meses. Brendan se vio involucrado en un accidente que le quitaría la vida, o al menos, debería de habérsela arrebatado, pero no lo hizo, porque tenía una deuda pendiente, no podría morir hasta haber completado su pacto, sólo entonces, el diablo reclamaría su alma.

    La muerte se puso furiosa, indirectamente Lucifer se había metido en su terreno, pero la parca es muy sabia. Le dijo que el pacto sólo aplicaba entre los vivos. Desde ese momento, Brendan se dedicó a matar a sus víctimas, y una vez muertas, cometería su pecado de lujuria. De esa forma, burló al demonio más poderoso, y creyó que a la muerte también, pero en realidad se había convertido en su esclavo, entregándole cientos de almas, de las cuales, la mayoría eran inocentes.

    —Temo decirte que le hice una oferta a la señora catrina que no pudo rechazar. Tu cabeza, y la de dos mil hombres más, en menos de seis años. No cómo tú, que entregas un alma cada cinco —expuso Nadia, que en ese momento me poseía, y apretó el gatillo. Sentí rabia, ¡me habían convertido en asesina!

    El sonido del disparo fue tan fuerte que los vecinos llamaron a la Policía, esta llegó de inmediato. Aquel fantasma huyó y me dejó sola, me esposaron. Desde ese momento paso mis días y noches en prisión. Supongo que estas cuatro paredes son mejores que el infierno.

    Todos los días llega una compañera nueva. Con su corazón y mente destruida por haber matado a su amado sin razón alguna. No sé porque soy la única que recuerda lo que pasó cuando esa desgraciada me poseyó.

    ¡Qué ironía, que ese fantasma al salvarme la vida, me la destruyó!

    —Hola Elizabeth, seguro ya sabes quién soy —me dijo un guardia cuyas pupilas se tornaron de un color rojo. Tenía que ser ella, Nadia.

    —Cerca, pero no. Vengo a ofrecerte un pacto infernal que no puedes rechazar.