En este momento pasan todos mis recuerdos sobre la mente. Como si toda mi corta vida se resumiera en una película. Si tuvieras que elegir entre la gloria eterna y una simple vida, ¿qué elegirías? Primero tendrías que analizar el costo de cada una. Si quiero la gloria eterna tendré que morir y ser recordado como un héroe durante años. Eso realmente no me importa. Estoy seguro que no disfrutaría ser aclamado por todos cuando sólo sea comida de gusanos, materia inerte. Por el contrario, si elijo una simple vida, lejos de problemas… es la mujer que amo la que muere. Difícil decisión, ¿verdad? Hace una semana la muerte me visitó, bueno, no precisamente ella. Creo que todo aquel que la muerte lo visita, no vive para contarlo. El que me visitó fue Zeit, me contó que tenía la vida de todos en mis manos, para salvarlos tendría que morir, así estaba escrito y que mañana sería el gran día. Sé que suena bastante descabellado, pero, ¿cómo no confiar en alguien que viene del futuro? Y además es tu mejor amigo.

    Me acuerdo de mi primera travesura. Estaba sentado en la arena, haciendo un castillo. Divirtiéndome como cualquier otro niño, aunque yo no era como los otros. Entonces escuché a esa señora gritar auxilio. Su hijo se estaba ahogando, lo atrapó una ola y lo arrastró mar adentro. Traté de mover el agua hacia la playa, crear una corriente que trajera a ese pobre niño de vuelta. Lo que logré fue un tsunami de diez metros que arrasó con más de cien personas y varios edificios. Yo quería salvarlo y en vez de eso, hice que murieran personas inocentes que sólo querían disfrutar de la vida junto a su familia. Cuando todo terminó, cuando me di cuenta de lo que había hecho, quise deshacerlo, pero fue mi primera lección de vida; por más que trates, lo que ya está hecho no se puede cambiar.

    Se me olvidaba mencionarte. Yo no soy como tú, un simple mortal que se preocupa por idioteces y sufriendo por dinero. No, yo pertenezco a una raza oculta por milenios de los humanos y cualquier otro ser inteligente. Una raza capaz de mover montañas si lo desea, claro, cada uno de nosotros tiene un poder diferente, en mi caso, es controlar el agua.

    De regreso a casa estuve dos meses castigado sin poder salir, ni siquiera para la escuela, pues según mis padres la raza potesta no debe actuar como los humanos y si llegamos a hacerlo, es simplemente porque nos superan en número. Hay dos cosas que nunca logré comprender de ellos; si los humanos no son importantes, ¿por qué me castigaron? Pero sobre todo, ¿es justo que me castigaran dos meses por haber quitado más de cien vidas? Lo que quiero decir es; ¿cuánto es el valor de una vida humana? Mi castigo no les regresaría la vida. Creo que me creyeron cuando les dije que lo que quería era salvar al niño. Dicen que lo que cuenta es la intención, ¿no? El problema es algo que les omití. No les conté que la ola que arrastró ese niño al mar fue provocada por mí. En ese momento me pareció divertido, pero cuando escuché los gritos de su madre, comprendí que no era un juego. Había puesto la vida de alguien en peligro y gracias a eso la de las demás personas también.

    Pasé el resto de mi niñez preguntándome quién era, ¿acaso era una mala persona, todo había sido un accidente? Cuando llegué a la adolescencia me dejé de culpar. Como mencioné antes, lo que ya está hecho no se puede cambiar, ¿por qué torturar mi futuro con algo del pasado? Fue cuando acepté lo que era y empecé a disfrutar de la vida. Me escapé de la casa e hice mucho dinero por diferentes medios. Aprendí a controlar mi poder al máximo. Permanecí en silencio durante varios años. Viajando de un lugar a otro sin dejar rastro alguno. No quería que mis padres me encontraran, o peor aún, que otros potestas lo hicieran. Creí tener todo, pero no tenía nada.

    Empecé a buscar mi pasado, la historia de mi raza. Fui de biblioteca en biblioteca, de ciudad en ciudad y encontré libros interesantes que hablaban de increíbles historias. Nunca pensé que las letras sobre un papel fueran tan fascinantes. Investigar en esos libros era algo tan emocionante que me olvidé de lo que estaba buscando. Entonces encontré lo que menos esperaba, pero lo que más deseaba; el amor de una mujer, una verdadera razón por la cual vivir. Estaba en una cafetería, leyendo la historia de la Atlántida. Cuando ella se acercó y me dijo que la leyenda era cierta. Que solamente un humano la ha visitado, que fue el primero en pisarla, pero también el último. Le invité a sentarse para que me contara más, pero se marchó dejándome sólo su nombre; Jaqueline Raines.

    Me pasé el resto de la semana buscándola. Recorrí cada calle de la ciudad, cada cafetería preguntando por ella. Busqué en los registros su nombre, pero no aparecía. Era como si nunca hubiera nacido, como si no hubiera existido. Me obsesioné con lo que ella sabía, quería saber todo lo que ella supiera sobre la Atlántida.

    Cuando me cansé de buscarla fui a un bar. Me estaba volviendo loco y necesitaba distraerme un poco. Tomé dos tragos y fui al baño. Al regresar la vi sentada en donde yo estaba y caminé hacia ella. Me acerqué rápidamente y grité su nombre en el transcurso. No me escuchó, pero no importó, ya estaba a un lado de ella. Dije su nombre al oído y sólo recuerdo un gran golpe en mi cabeza. Caí al piso, pero no tardé ni un segundo y abrí los ojos para verla, pero no estaba, no era ella. La había confundido y por eso su novio estrelló una copa en mi cabeza. Nos sacaron a los dos del lugar y llamaron a urgencias. Él se había enterrado un vidrio en la muñeca. Yo estaba intacto y me fui tan rápido como el viento.

    Me sentía mal. Me había obsesionado con una persona que no sabía siquiera existía, ¿era una alucinación mía? Tomé todo el dinero que me quedaba y huí del país. Tomé un vuelo directo a Alemania. En este conocí a Axellander Drachen Zeit, un adolescente igual que yo y no me refiero a la edad, sino que él también es un potesta. Me dijo que su poder es viajar en el tiempo. Lo primero que le pregunté fue cómo sabía que yo era potesta y me asombró su respuesta, yo se lo había dicho cinco años después. Le pregunté si conocía el paradero de Jaqueline. Me respondió que no la buscara, que ella me encontraría. Zeit tomó mi mano y con una pluma dibujó números en la palma. Me dijo que era la fecha y hora en que lo vería dentro de cinco años. Me pidió mi pasaporte y extrañamente se lo di. Me dijo que me lo devolvería después, dentro de cinco años pensé. Lo último que dijo fue suerte con la caída y desapareció ante mis ojos. No sabía si era verdad o sólo era una ilusión lo que me decía, pero me alegró el pensar que volvería a ver a aquella mistertiosa dama. Pasé el resto del vuelo pensando en donde nos encontraríamos, ¿qué es lo que me contaría de la Atlántida? E inclusive si pudiera haber algo entre nosotros.

    Me enamoré más de la ilusión de estar con ella, que de ella.

    El piloto avisó que algo iba mal con el vuelo, que nos pusiéramos el cinturón de seguridad y de un momento a otro el avión fue en picada. Tres minutos después chocó contra el asfalto y no supe más, pues me había convertido en agua. No sabía que podía hacer eso, ¡fue asombroso! Pero también asqueroso. Salí por una abertura del avión y caí al drenaje de la ciudad. Cuando volví a tener mi forma normal, todo apestaba y mi ropa se había quedado en el avión, con mi dinero, mis pasaportes falsos, ¡con todo! Caminé pisando el agua sucia, esperando encontrar una salida, pero no se veía nada a kilómetros, ni escasos metros. Todo estaba oscuro y me guiaba por la pared. Me topé con un borde y para mi fortuna era una puerta. La abrí y seguí caminando por un pasillo inmenso. Más adelante había más puertas y en una de ellas, el cuarto era un vestidor. Había ropa de intendencia colgando de una repisa y al parecer el cuarto no había sido visitado en años. Me vestí y seguí buscando una salida. Después de un rato vi la luz del sol, me encontraba en una fábrica que parecía ser de juguetes. Estaba abandonada y la ocupé de hogar durante un tiempo.

    Me tomó una semana volver a recrear mi fortuna, pero eso ya no me importaba. Dejé de visitar los hoteles más lujosos y caros del mundo para quedarme en esa fábrica llena de ratas. Ahí podía ser realmente yo, o eso era lo que creía.

    Llevaba semanas sin bañarme, ¿para que hacerlo si no saldría? Comiendo pizza todos los días. En ese tiempo mi mejor amigo era Sirius, una rata de color blanco con negro. La más valiente de todas, la única que fue capaz de tomar el último pedazo de pizza.

    Cuando desperté un día abrazando a Sirius, supe que algo andaba mal. Me levanté de inmediato a tomar un baño, me puse ropa limpia y salí para nunca regresar. Antes de irme pasé a la oficina central de la fábrica, donde había guardado todo el dinero que me quedaba. Sólo había pedazos rotos de billetes. Al parecer a un familiar de Sirius le pareció divertido hacer un nido con mi dinero. De coraje ahogué a esas malditas ratas y volví a la ciudad para empezar nuevamente desde cero.

    Lo bueno de ser la tercera vez de estar en quiebra, es que ya sé cómo moverme. Un par de trucos por aquí, otros por allá y terminé estafando a la gente más fácil de lo que parece. Estaba de nuevo en la cima de la pirámide.

    Cuando sabes la fecha de tu muerte, te cuestionas de tus decisiones, ¿qué hubiera pasado si…? ¿Por qué hice eso? Tal vez si… realmente lo que buscas es la respuesta de porque tú y no el vecino. Si fuera tu último día de vida, ¿qué harías? Yo siempre pensé en pasarlo junto a Jaqueline, pero las cosas no siempre resultan como quieres. Veme a mí, es mi último día y estoy solo, contándole a un desconocido mi vida. Patético, ¿cierto?

    Hay personas que nacen para estar juntas, aunque sólo sea por un instante. Ese es mi caso con Jaqueline.

    Me encontraba en Irlanda. Una ventaja más de nosotros los potestas, es que podemos hablar cualquier idioma. Un plan muy inteligente por parte de Latiumi, una potesta muy antigua y astuta que fundó los idiomas para dividir la raza humana y después tratar de conquistarla, lástima que murió antes de intentarlo.

    Estaba por hundir la isla, quería crear mi propia Atlántida. Un lugar mítico en el que pudiera vivir el resto de mi vida sin preocupaciones, sin problemas, donde me escondería de mis miedos. Empecé a mover el agua, tenía que alcanzar una altura mínima de cincuenta metros. Tendría que cubrir la isla para hundirla. Me encontraba a la orilla de una playa llena de gente y cuando el mar empezó a levantarse, formando una ola de más de veinte metros, todos empezaron a correr… todos excepto esa chica, pelirroja de unos veinte años. Se quedó quieta viendo la ola, como si estuviera hipnotizada. Me acerqué y le pregunté; ¿por qué no corría como los otros? Me respondió que para que. Estamos en una isla, ¿a dónde correríamos? Yo sólo sé que ella era el duende que salvó a Irlanda, su trébol de cuatro hojas. A partir de ese momento regresé el mar a su nivel y le pedí su nombre, además de invitarla a comer.

    Fue una de las mejores semanas de mi vida. Me olvidé del futuro y realmente empecé a disfrutar el presente. Si mis padres se hubieran enterado de ella, no estaría contándoles esta historia, ¿qué dirían? Renato, su único hijo se estaba enamorando de una humana, pero eso no importaba, no importaba nada; no importaba Jaqueline, no importaban mis padres, no importaban los demás, ¡no importaba el mundo!

    Para serte honesto, nunca tuve el valor de contarle que no era humano. Increíble, ¿no? Podría inundar una isla, pero no decirle a Ryanne que pertenezco a otra raza, ¿qué hubiera pensado ella, habría corrido lejos de mí? Eso ya no importa, después de pasar dos años de relación nos separamos. Bien me lo dijo mi padre, todo principio tiene un final. Si naces, mueres. Si es de día, pronto será de noche. Si amas a alguien… no importa si sea durante un segundo o toda tu vida, tarde o temprano se acaba, todo se acaba.

    Actualmente ella está casada y se fue a vivir a Francia. Lo sé porque la visité un día después de que Zeit me dijera que iba a morir. Tuvimos un reencuentro por así decirlo. No podía quedarme con ella, no después de saber que ya no tenía futuro y me fui para dejarla con otro hombre. Otro hombre que espero la haga la mujer más feliz del mundo. Como una vez yo lo hice, por poco tiempo, pero lo hice.

    Me gustaría decirte porque visité a Ryanne antes que a Jaqueline, pero ni yo mismo lo sé. Ryanne me hizo cambiar, por mi egoísmo quería destruir todo un país cuando la conocí.

    Recuerdo que estaba en España. Iba caminando por la plaza cuando una mujer pasó rápidamente y me dejó una nota en la bolsa derecha de la chamarra. Extrañado tomé la nota y la leí:

    “Nos vemos en el bar azul en veinte minutos, Atlántida

    Esa firma sólo significaba una cosa. Se trataba de Jaqueline y no iba a faltar a su cita por nada del mundo.

    Fui puntual y estaba sentada cerca de la barra una mujer idéntica a Jaqueline, un presentimiento me dijo que no era ella. Me acerqué, le pregunté sobre la nota y me respondió que la siguiera sin preguntar. Le obedecí y unos metros adelante estaba ella. La reconocí de inmediato y su hermana se fue para dejarnos solos.

    Pedimos dos tragos y Jaqueline me dijo que el mundo estaba en peligro, que si no hacíamos algo no volvería a ser como lo conocemos hoy en día. Le respondí que contaba con mi apoyo, obvio no le dije que era potesta. En primer lugar no me creería y segundo, podría aprovechar mi poder en cierto momento para impresionarla, tal como lo hice con Ryanne.

    Ella me decía que era mejor el vernos a escondidas. Nos veíamos de dos a tres veces por semana. A veces en lugares que estaban llenas de personas, otras veces sólo éramos ella y yo. Ella siempre platicaba de los países que habían sido dominados, traicionados o algo así. La verdad lo que pasaba en otros países era segundo término para mí. Lo único que me importaba era estar junto a ella escuchando su linda y hermosa voz mientras admiraba sus ojos verdes, imaginándome como sus labios se juntaban con los míos. Yo sólo escuchaba susurros en lugar de palabras. Podría estar todo el día así, contemplando su belleza. Hasta que escuché esas terribles palabras:

    “Me tengo que ir y no te veré hasta dentro de un año”.

    Sentí una puñalada directo al corazón. Esto no podía estar pasando, se suponía que éramos el uno para el otro. Su voz se volvió silencio y no escuché sus motivos, era ahora o nunca, en realidad el nunca era dentro de un año, pero uno nunca sabe. Le dije que se callara y la tomé de los brazos para besarla como nunca antes la habían besado. Para mi fortuna me correspondió el beso y pasamos la noche juntos.

    A la mañana siguiente era el hombre más feliz y triste del mundo, pues cuando me desperté ya no estaba ella. En su lugar se encontraba una nota en su almohada que decía:

    “De verdad lo siento, pero me tengo que ir. No quisiera hacerlo, pero tengo que. No es un adiós, es un hasta luego. Besos. J. Raines”.

    Guardé su nota y no por ser romántico, sino porque al reverso venia el lugar y fecha de donde nos veríamos dentro de un año.

    Todavía no logro comprender porque existe la barrera potesta-humana. Si cualquier potesta se enterara que he salido con dos humanas, ya estaría muerto y ellas también.

    No puedo dejar de pensar en cómo voy a morir. Zeit dijo que tendría que morir por mi amada, pero nunca me dijo cómo sería, ¿será lenta, dolorosa? Sé que el cielo fue una creencia que inventamos para que los humanos se resignen a morir, pero no me vendría nada mal pensar que existe otra vida después de la muerte.

    Después de que Jaqueline me abandonara, pasé un tiempo con una pareja de potestas. Ellos eran asesinos y decían que para que exista una revolución tiene que existir un caos. Dicho caos provocaría más caos y así la humanidad se extinguiría por sí misma al confundir sus ideales. Dejando el mundo entero para nosotros los potestas.

    Hellen me contó que en realidad, el primer motivo por el cual asesinaban de ciudad en ciudad era por diversión. Aunque me la pasé medio año junto a ellos, no llegué a matar a nadie, en lugar de ello me la pasé cuidando a su niña de cuatro años, la increíble Fanny. Gracias a ellos regresé al mundo potesta por llamarlo de una manera.

    Verás, cuando conocí a Jaqueline pensé que era humana y ella pensó que yo también lo era. El destino hizo que nos volviéramos a ver en menos de un año.

    Yo estaba en Sheffield, Inglaterra. Cuidando de la pequeña niña de los Hellen. Cuando escuché que sus padres llegaron. Fui a recibirlos y en su lugar me encontré con una gran sorpresa, ¡estaban muertos! Yacían inertes a tres cuartos de distancia de su hija. Salí rápidamente de la casa para ver si encontraba al culpable de tan horrible asesinato, pero no había nadie. Regresé para limpiar la escena del crimen y alguien había entrado a la habitación de la niña. Corrí para impedir que hiciera lo que fuera que iba hacer y cuando entré, vi a Jaqueline con su brazo envuelto en llamas, lista para quemar a Fanny. Instintivamente lancé un chorro de agua para apagarla y que no le hiciera daño alguno. Como la tomé por sorpresa, ella se estrelló contra la pared y cayó al suelo quedando inconsciente. La retiré de la habitación y la recosté en el sillón de la sala. Afortunadamente ya habían pasado cinco años desde que conocí a Zeit en el avión, ya ni me acordaba, pero se apareció a un lado mío y le expliqué la situación. Transportó a la niña al futuro para que alguien más la cuidara, por fortuna me equivoqué, sus padres no estaban muertos, pero si gravemente heridos, por lo que regresó después por ellos. Estaba solo con Jaqueline, con la que creía era la mujer de mis sueños. Se veía tan hermosa como siempre, pero esta vez era diferente. No solamente sabía que también era potesta como yo, ¡era una asesina! ¿Puedes creerlo? ¿Cuántos secretos puede una persona llegar a tener? No digo que yo sea un santo. He visto como los Hellen asesinan a sangre fría y eso me hace cómplice. Me hace ser tan malo como ellos lo son. Me refiero a que yo no aprieto el gatillo, pero tampoco lo detengo.

    Estando sentado enfrente de ella me puso a pensar, ¿por eso se fue, para matar potestas? Era obvio que lo nuestro había acabado. Nosotros vivimos en anarquía, no existe una autoridad que nos ordene que hacer o que no hacer, sin embargo, tenemos una ley moral que es no matar a uno de nosotros, no matar a un hermano de raza.

    Después de dos horas Jaqueline empezó a recuperar el sentido y transformé mi brazo en agua por si acaso intentara sorprenderme.

    —¿Por qué lo hiciste? —me preguntó al verme. Le dije que el que hacía las preguntas era yo, y le pregunté; ¿por qué intentó matarlos? Pero sobre todo, ¿cómo iba a matar a una niña inocente? Me respondió que ella no intentó matarlos y que al contrario, si se encontraba con la niña era porque trataba de salvarla. En ese momento no le podía creer, estaba enojado porque me sentía traicionado. Dejé que me contara toda su versión, pensé que así sería más fácil tomar una decisión. Me dijo que en realidad Zack, era el que intentó matarlos. Un potesta más o menos de nuestra edad que poseía un poder inimaginable. Que planea destruir todo, y que cuando dice todo se refiere a humanos y potestas. Que por eso fue en busca de mi ayuda para reunir a todos los humanos y crear la primera guerra humano-potesta. Para serte honesto me pareció muy alucinado, creí que me estaba mintiendo, que lo hacía para librarse de un juicio dentro de mi mente. Le ofrecí el derecho de duda y no me despegué de ella. Después de todo, ella tenía el poder del fuego y yo el del agua. Tenía gran ventaja, pues el fuego no puede quemar el agua, ¿cierto?

    Pasaron más de seis meses y no hubo pista de ese tal Zack. Era obvio que Jaqueline me estaba mintiendo y ella se ponía como loca cada vez que le cuestionaba del paradero de Zack. Por lo que decidí que tomarnos un tiempo sería lo mejor para los dos. Ella lloró y me dijo que no la volviera a buscar, que si no podía confiar en ella ahora, jamás lo podría hacer.

    Estaba de nuevo solo, ¿será cierto eso que dicen? ¿Es mejor estar solo que mal acompañado? Lo único que sé es que al momento de dejarla, sentí como una parte de mi alma se quedaba con ella, pero no había marcha atrás. Después de todo, ella fue la que me mintió.

    Necesitaba unos cuantos shots de tequila para olvidar a Jaqueline. Por lo que fui al bar y para mi sorpresa no era el único hombre que tomaba por desamor esa noche, querré decir el único “potesta” que tomaba por desamor esa noche. Al final de la barra estaba Zeit y ya estaba un poco borracho. Me dijo que tomaba porque descubrió que no tenía futuro con la mujer que amaba. Citó textualmente; “es lo malo de viajar al pasado o al futuro, te das cuenta que estás en un lugar donde no perteneces”.

    Le conté mi historia con Jaqueline, que todo había terminado y lo vacio que me sentía. Ninguno de los dos queríamos seguir adelante. Necesitábamos algo más fuerte que el alcohol, algo que no te hiciera olvidar por una noche, sino para toda la vida. Seguíamos tomando y apenas sabíamos nuestro nombre. Zeit conoce a la mayoría de los potestas de cualquier época. Me contó que existe un potesta que vivía en la Edad Media capaz de borrar los recuerdos, los sentimientos. Estaba tan borracho que me olvidé que él viajaba en el tiempo y le dije que no fuera estúpido, que el feudalismo se terminó hace cientos de años. Zeit tomó mi hombro y un segundo después estábamos en un campo a plena luz del día. Le pregunté qué en dónde estábamos, y me respondió que a tres pasos de olvidar lo que más deseamos.

    Si en ese momento hubiera estado en mis cinco sentidos jamás habría aceptado. Creo que es mejor quedarnos con el recuerdo de algo que pasó y nos lastimó en lo más profundo, que el no saber si siquiera existió.

    Es increíble lo grande y pequeño que puede ser el mundo. De los pocos potestas que existimos hoy en día, ¿cómo fui a toparme con Kcaz? Me levanté después de una gran borrachera y él estaba tumbado en el sofá. No le tomé importancia y tomé una cerveza del refrigerador. En esa fase de mi vida no me importaba nada, absolutamente nada. Me dedicaba de ir de fiesta en fiesta sin preocupaciones. A veces no tenía idea de donde despertaba o si había utilizado mi poder para impresionar a alguna chica.

    Rápidamente congenié con Kcaz y juntos éramos invencibles. Vivíamos una vida de rockstar y ni siquiera sabíamos tocar un instrumento, pero teníamos todo; mujeres, dinero, fama y fiestas todos los días. Claro que todo tenía un precio, éramos caza fortunas. Buscábamos una persona multimillonaria y la asesinábamos, quedándonos con todo su dinero. Disfrutábamos de el y cuando estaba a punto de acabarse, buscábamos otra persona con más billetes que el mismo Presidente.

    Fueron tantas las personas que asesinábamos que no me acuerdo de cuantos inocentes matamos. De lo que sí recuerdo es la última víctima que no asesinamos. Era en Venecia, Italia. Nuestro objetivo era un empresario y estaba a un instante de matarlo, cuando se atravesó esa chica. Atacó a Kcaz, cuando me acerqué para rescatarlo, ella dijo mi nombre.

    —¿Renato, qué haces aquí? —me dijo ella. No sabía quién era, ni porque me conocía. Kcaz me ordenó atacarla e instintivamente le lancé un chorro de agua que hizo se estrellara contra la pared. Sentí un déjà vu, como si esto ya lo hubiera vivido. Eso no importó, ella rápidamente se levantó y lanzó una bola de fuego que atrapó a Kcaz.

    —¿Cómo puedes estar con él después de todo lo que te conté? Pero sobre todo, ¿por qué no estás conmigo después de saber que no te mentía? —me dijo ella para dejarme confundido. No entendía nada, ¿quién era? Le pregunté su nombre y me contestó que se llamaba Jaqueline. Yo no conocía a ninguna Jaqueline. Kcaz se empezaba a levantar y por lo visto quería hacerle daño a aquella desconocida. No sabía qué hacer. Ella no me había agredido, aún después de que la atacara, por el contrario, había arrojado una lagrima al ver que no me acordaba siquiera de su nombre. Tomé una decisión y sólo esperaba que fuera la adecuada. Ataqué a Kcaz y le pedí a Jaqueline que me explicara brevemente cómo es que me conocía. Ella se acercó a mí y dijo: “No puedo creer que olvidaras esto”, y comenzó a besarme. En ese momento regresaron todos mis recuerdos a la mente, como si toda mi corta vida se resumiera en una película, una película en la que Jaqueline es la protagonista. Recuerdé todo; la primera vez que la vi, la primera vez que la besé, la primera y última vez que la borré de mi mente. Ahora lo entendía, Kcaz, al revés es Zack.

    —Esto te arderá un poco —dijo Jaqueline. Me abrazó y prendió nuestros cuerpos en llamas.

Me desperté y Jaqueline estaba al otro lado de la cama. No sé si seguía enojada conmigo por no confiar en ella, pero ahora que sabía la verdad, ahora que recordaba quien era, no quería volver a perderla. La desperté con un beso en el cuello y le pregunté si todo estaba bien. Me respondió que sí, pero que no podríamos disfrutar hasta que nos hallamos encargado de Zack.

    Después de unos meses encontramos la forma de derrotarlo. Al parecer Jaqueline tiene un segundo poder y lo descubrió al besarme mientras peleábamos en Venecia a un lado de nuestro peor enemigo. Ella puede neutralizar de cierta forma el poder que tenemos los potestas. Es por eso que mis recuerdos regresaron a mi mente, pues deshizo el poder que hacía que los olvidara. Sólo había un pequeño problema, ¿cómo lograr que Jaqueline bese a Zack? Pero sobre todo, ¿cómo saber si el efecto era eterno o temporal?

    Jaqueline fue con el Dr. Torres y juntos habían creado lo que ellos llamaban el virus letal. Una inyección creada de su sangre que te quitaba tus poderes. No te mataba, pero te arrebataba lo que parecía más importante. A veces pienso que los humanos tienen más cerebro que nosotros, ¿cómo se les ocurrió probar el virus en nosotros mismos? Jaqueline, su hermana y otros potestas más lo probaron y perdieron sus poderes, pensando que Jaqueline se los regresaría, cuando ella también los perdió. Todos empezaron a volverse locos. Es como si el rico se volviera pobre. Nuestro poder era todo para nosotros, es lo que principalmente nos diferencia de los humanos. Querían que también me inyectase, que fuera un inútil más como ellos.

    Me escapé en lo que se calmaban y regresaba mes a mes para ver que todo seguía igual. Fue cuando hablé seriamente con Jaqueline. Ellos temían que los demás potestas se enteraran de la estupidez que hicieron y los mataran. Empezamos a crearles derechos a los humanos dentro de nuestro mundo. Como suponíamos ningún potesta aceptó. Comenzamos a luchar por ideales que parecían no ser nuestros. Al final, Jaqueline y yo nos separamos. Desde ese día que perdió su poder no fue la misma, aunque a mí no importaba que fuera como una simple humana, a ella sí. Ella no podía vivir pensando en que el resto de su vida sería como la de un humano más.

    Dicen que al final uno se arrepiente de lo que no hace. Desearía haber pasado más tiempo con Jaqueline. No sé porque el destino hizo que sólo estuviéramos juntos por momentos muy diminutos.

    Hace una semana la muerte me visitó, representada por mi amigo Zeit. Me entregó una inyección que era el virus letal, el virus que te convierte prácticamente en humano. Me dijo que se lo tendría que aplicar a Zack, que era mi deber, y si me negaba, entonces Jaqueline moría. Antes de irse me dijo: “Sólo te digo lo que he visto en el futuro. Recuerda, el destino está escrito con lápiz”.

    Esta es mi historia, este es mi legado. Si llegas a leer esto ya será demasiado tarde para mí, pero tú sabrás la verdad, y más si eres humano, pues estás sosteniendo en tu mano el libro prohibido.

    Se acabó mi día. Me iré a recostar para enfrentar mañana a mi peor enemigo… la muerte.