Eran las dos de la mañana y como era frecuente —por fortuna para todos—, no había ningún caso por resolver en la A.I.E. «Agencia de Investigaciones Especiales», por lo cual; todo el equipo de detectives se encontraba jugando póker de prenda, y justo cuando se estaba poniendo más emocionante, sonó el teléfono para interrumpirlos.

     —Agencia de Investigaciones Especiales, le atiende Sara, ¿cómo puedo ayudarle? —respondió ella con una cara de fastidio, pues eso significaba que su juego se terminó.

     —¡Ayuda, acabo de matar a mi esposa y esta cosa está por matarme también! ¡Alguien venga rápido a la avenida norte 39, departamento 56 por fav…! —gritaba una voz masculina, pero antes de que pudiera terminar se cortó la llamada.

    —¿Quién era? —preguntó Tomás al ver qué Sara ya había puesto el teléfono en su lugar, aunque su cara mostraba asombro.

    —Número equivocado. Sigamos, ¿de quién es el turno?

    —Tuyo, siempre es de quién pregunta —agregó Laura, pero antes de que Sara tirara su full de ases, sonó otra vez el teléfono y respondió desanimada. Los demás del grupo se levantaron para estirar las piernas, y servirse otro trago.

    —Tenemos un problema chicos. Acaban de matar a una pareja, el comandante me pidió que vayamos a investigar justo en este momento —dijo Sara después de colgar.

    —¿Ahorita? ¡Pero si íbamos ganando! —exclamó Guillermo de mala gana.

    —Lo sé, pero si queremos cobrar esta quincena, será mejor que te pongas la camisa y vayamos —finalizó de decir Laura, quien ya se encontraba lista para partir. Todos pusieron mala cara, ir a ver un par de cadáveres no es nada gratificante. Mucho menos cuando ya es como la centésima vez que lo hacen, pero sabían que no tenían otra opción. A fin de cuentas, era su trabajo.

    Tan pronto llegaron a la escena del crimen, fue como si un contador llegara un lunes a las ocho de la mañana a su oficina, pues cada quien se preparó un café bien cargado y conversaban de lo más normal como si fuera una oficina común. Con la única pequeña diferencia de que estaban en un departamento con dos personas sin vida a su alrededor. Laura sacó su cámara y comenzó a fotografiar cualquier posible pista de tan terrible acto. El lugar estaba tan grotesco que es mejor el evitar describirlo.

    —Al parecer es lo de siempre. El hombre mató a su esposa en un arranque de celos, al percatarse de lo que hizo, no pudo soportar la verdad y terminó quitándose la vida, ¿están de acuerdo?

    —Sí —dijeron casi todos al unísono sin siquiera haber analizado.

    —¡Yo no! Jamás he visto algo así. Es como si la hubieran quemado mientras la ahorcaban, pero el esposo no tiene ninguna quemadura en las manos, de hecho; él en el cuello tiene las mismas marcas que ella. Dudo que él haya sido el asesino —agregó Laura, quien examinaba todavía el lugar.

    —No lo sé Rick, parece falso. Digamos lo de siempre y larguémonos de aquí. Ese es trabajo para los becarios forenses, no de nosotros —replicó Tomás en tono burlesco y desinteresado.

    —¿Irnos? Si acabamos de llegar… la fiesta apenas comienza chicos —agregó Sara, quien les mostraba que se había traído la baraja para continuar la partida, así como bebidas y botanas que sacó de su bolso.

    —¿Cómo pueden decir eso? Pudieron ser sus padres, o amigos —reclamó Laura con preocupación.

    —Así es, pero no lo son. Ya verás que cuando cumplas los tres meses dirás lo mismo —terminó de decir Tomás con una sonrisa que parecía malvada.

    —¿Me pasas las papas y me sirves un ron porfa? Muero de sed —le pidió Guillermo a Sara ignorando la consternación de Laura. En ese preciso momento se escuchó lo que pareciera ser un trueno, a pesar de que eso era imposible, pues no estaba lloviendo y estaban en octubre, sin embargo, debió ser un corto, ya que la luz se fue a los tres segundos después para dejarlos en completa oscuridad.

    —¿Pueden prender la lámpara? —preguntó Laura cordialmente.

    —¿Chicos, me escuchan? —volvió a preguntar, pero la única respuesta que obtuvo fue un silencio que le resultaba tenebroso, el único sentido que estaba alerta era el del olfato, y no era nada agradable.

    —No es divertido, saben. Sé que soy nueva, pero no por eso deben de hacerme una novatada —dijo esta vez en un tono más fuerte y serio, pero nadie contestaba, y su cuerpo comenzaba a temblar a pesar de que no sentía frío.

    —¡Les voy a tomar una foto con flash y les juro que la pondré en el expediente si es que no dejan de jugar! ¡Están advertidos! ¡Contaré hasta tres, lo digo en serio! Uno… dos… ¡hey, de verdad que esto no da gracia! ¡Tres! —gritó al fin Laura y salió la luz blanca que iluminó todo el lugar por un segundo. El cual fue más que suficiente para dejarla sin voz, pues lo que vio fue tormentoso. Todos estaban muertos, la sangre se encontraba esparcida por las paredes. Ella quedó en shock y no pudo hacer nada. Las piernas no le respondían para correr. Su garganta se quedó trabada en un grito que no emitió el más mínimo sonido. Quería escapar, pero no podía, por el contrario; se quedó petrificada sin poder mover un solo músculo.

    Seis meses después en el mismo lugar:

    —Como podrán ver; es un departamento pequeño, pero muy acogedor y está en una excelente ubicación, ¿qué dicen? Tengo una larga lista de espera, pero si firmamos ahora, puede ser suyo esta misma semana —dijo la vendedora con una sonrisa, pensando que por fin lograría su meta de ventas.

    —Es muy bonito, sólo tengo una duda, ¿por qué el precio es tan…?

    —¡Tan tarde ya es caray! Estamos interesadísimos en el departamento, ¿dónde firmamos? —agregó Jhon al interrumpir a Paula, su novia, pues para él era perfecto, y el precio era verdaderamente una ganga.

    —Creo que necesito hablar con mi novio un minuto, ¿me puede permitir un momento a solas por favor? —dijo Paula para poder hablar en privado con su amado.

    —No será necesario amor. Me duele la cabeza como no sabes, tengo un buen presentimiento, firmemos ya.

    —No estoy muy segura. Yo por el contrario tengo una mala corazonada, ¿si vamos a la farmacia y regresamos mañana?

    —Siento interrumpir. Mañana vienen cinco personas a verlo, pero tendría lugar para la siguiente semana si les parece bien, y claro, si es que sigue disponible —agregó la vendedora. Jhon le hacía un gesto con la cara a Paula de que tomaran la decisión ya. Él quería ese departamento sin importar que.

    —Haz lo que quieras. Yo esperaría la semana para investigar un poco más —respondió Paula molesta y cruzó los brazos.

    —En ese caso, ¡nos lo quedamos! —finalizó Jhon con una sonrisa, Paula se limitó a observar. A pesar de su enojo, el departamento era realmente bonito.

    Pasaron los días, a Paula se le fue quitando el enfado a pesar de que Jhon no la tomó en cuenta. Se sentía súper emocionada por esta nueva etapa que iba a vivir junto a su pareja. Les tomó menos de una semana realizar la mudanza, poco a poco irían adquiriendo todo lo demás para convertir ese departamento en un hogar. Paula y Jhon eran novios desde la universidad, y a pesar de que ambos no creen en el matrimonio, si creen en el amor.

    —Ahora sí, es momento de festejar princesa, ¿qué película quieres ver? —había llegado el fin de semana, y por primera vez lo pasarían juntos en este su nuevo hogar.

    —Quiero una de vampiros, ¡pon la de Jayden Helms! ¡Me encanta esa!

    —Lo sé, la has visto más de diez veces. Voy a la cocina, ¿qué quieres que te prepare?

    —No tengo hambre, sólo pásame las papas y tráete la botella de ron. Porfa, mi cielo —terminó de decir Paula. Jhon apenas había salido del cuarto cuando se escuchó un trueno y hubo unos segundos de silencio.

    —¡Olvídalo, se fue la luz! Mejor ven y abrázame que no veo nada —dijo Paula, pero no hubo respuesta.

    —¿Amor? ¡Amor, me estás espantando! —le gritó Paula, pero fue como si le hablara a la pared. Ella tomó su celular del buró y prendió la linterna para alumbrar la habitación. Todo se veía normal, pero su instinto le decía lo contrario.

    —¡Amor, no es divertido, respóndeme por favor! —gritó otra vez, pero Jhon seguía sin dar respuesta. Por lo que Paula se levantó de la cama y caminó sigilosamente hacia la cocina. Tan pronto llegó al pasillo, se percató de que estaba sola.

    —¡Buu! —gritó Jhon detrás de Paula, ella dio un enorme grito junto con un espasmo. Tomó rápidamente aire y colocó sus brazos alrededor de él.

    —¡Me espantaste, tonto! —dijo ya tranquila, pues con él se sentía segura. Se escuchó que abrían la puerta con la cual se entraba al departamento.

    —Ya llegué princesa, está lloviendo fuertísimo. Tuve que salir a la tienda de enfrente porque no estaba la botella, ¿la habremos dejado con tu papá? —dijo una voz que tenía el mismo tono que el de Jhon. La cual siguió diciendo cosas que no importaban, pues nadie más aparte de él podía oírlas.

    —¿Princesa, me escuchas? —preguntó Jhon mientras caminaba hacia la habitación. Todo estaba oscuro y prácticamente se guiaba a través de las paredes, fue cuando tropezó con algo. Como pudo se levantó y sacó el celular. Al ver el pasillo levemente iluminado por la luz que la pantalla emitía, Jhon vio su pesadilla hecha realidad. El bulto con el que tropezó era el cuerpo de Paula, el cual estaba lleno de sangre, quemaduras en el cuello y la mirada perdida. Rápidamente la levantó tratando de reanimarla, sabiendo dentro de su ser que eso era imposible. Desesperado, marcó al primer número de emergencia que recordaba.

    —Agencia de Investigaciones Especiales, le atiende Laura, ¿cómo puedo ayudarle?

    —A… Acaban de asesinar a mi mujer, ¡necesito ayuda por favor!

    —Indíqueme su dirección. Iremos de inmediato para allá.

    —Avenida norte 39, dep…

    —Departamento 56 —le interrumpió Laura.

    —¿Cómo lo supo? —preguntó Jhon confuso.

    —Ya hemos tenido un reporte en ese mismo lugar. Necesito que salga de inmediato de ahí por favor. Voy para allá, lo veré en la entrada del edificio.

    —Está bien —contestó Jhon, pero sabía que no podía dejar ahí a Paula, desamparada y triste. Se agachó y le besó la mano como si ella siguiera siendo su princesa, con una lágrima derramándose. En menos de quince minutos Laura ya se encontraba afuera del edificio, pero no había nadie allí. Por lo que marcó al número del cual provenía la llamada. Bip, bip, se escuchaba, pero nadie respondía. Entonces se abrió la puerta, un hombre alto le hacía señas para que pasara. Laura se bajó del automóvil dejándolo con las intermitentes encendidas, y fue hacia la entrada.

    —¿Eres tú el que llamó, cierto? —preguntó Laura cuando estaba justo a un metro de la entrada.

    —Así es, pasa.

    —Lo siento, pero no puedo. Un equipo especial viene en camino. Mientras, cuéntame, ¿qué pasó?

    —Fui a la tienda por unas papas y ron —tan pronto lo dijo, se escuchó nuevamente el mismo trueno que Paula escuchó antes de morir, así como Laura antes de que asesinaran a su equipo. Ella jaló del brazo a Jhon, pero fue demasiado tarde. Vio una silueta de mujer detrás de él, tenía los ojos amarillos y podría jurar que era idéntica a ella misma. Jhon ya estaba sin vida cuando Laura logró empujarlo hacia afuera del edificio. Esta vez sus piernas sí respondieron y corrió hacia su coche, lo encendió y pisó el acelerador a fondo. Unos metros adelante llamó a su equipo para que no ingresaran al edificio, pero no le hicieron caso. Minutos más tarde recibió la llamada de su jefe para decirle tal cual lo que presentía. Todos los miembros de aquel equipo habían sido asesinados, y como ella había huido del lugar, la estaban buscando con una orden de arresto. Sospechaban de ella.

    Laura intentó convencerlos de que les advirtió que no ingresaran, pero, por el contrario; sintieron que fue una amenaza y que se cumplió al no obedecerla. Trató de persuadir en que le dieran una semana para demostrar su inocencia, no obastante, al tratarse de un asesinato en masa, y por su historial —al ser Laura la única sobreviviente de su equipo seis meses atrás—. Su jefe sólo pudo darle tiempo hasta el amanecer, de lo contrario, iría directo a la cárcel sin derecho a ser juzgada, pues era acusada de asesinato, traición, y abuso de confianza. Ella aceptó, de inmediato llamó a Ken, quien era un chamán que logró contactar después de lo ocurrido hace seis meses.

    —¡Laura, qué alegría escucharte! —contestó Ken cortésmente.

    —No opino lo mismo, y no por ser grosera. No te llamaría si no fuera necesario. ¡Volvió a suceder, ahora me culpan a mí! —Laura le contó todo lo sucedido, y absolutamente cada detalle pudo.

    —Entonces no hay duda. Se trata de un espectro de la clase Doppelgänger.

    —¿Eso qué significa? —preguntó Laura llena de curiosidad, aunque en el fondo no quería saber de qué se trataba.

    —Es un alma en pena que repite el ciclo de su muerte. Por eso cada vez que alguien dice las últimas palabras que escuchó antes de morir, se convierte en el asesino pensando que así encontrará la paz que nunca ha podido lograr. Es capaz de imitar la forma física de las personas, de esa forma se camuflajea y cumple su cometido.

    —¿Cómo lo mato?

    —No puedes matar algo que ya está muerto, lo que tienes que hacer es…

    —¿Liberar su alma? —se precipitó en responder Laura, tenía los nervios de punta.

    —¡No, claro que no! Tienes que bloquear su conexión con esta dimensión. Escúchame muy bien —Laura detuvo el coche, prendió la luz interior, así como tomó su libreta y una pluma para apuntar cada detalle. Estaba sola en esto —el chamán estaba a cientos de kilómetros de distancia, por lo que no la podía ayudar presencialmente—. Le quedaban ya pocas horas para resolverlo. Una vez que terminó de hablar, dio media vuelta y fue directo al edificio donde se encontraba aquel ente.

    —Eres fuerte Laura, ¡tú puedes! —se decía así misma para armarse de valor mientras abría la puerta de aquel edificio. Lentamente entró con la pistola apuntando al frente en todo momento. Caminó y subió las escaleras con sigilo hasta llegar al departamento. Los cuerpos ya habían sido retirados, sin embargo, todavía se encontraban las manchas de sangre y cintas que prohibían el paso, bueno… nada más lo indicaban. Laura trató de contener la respiración, el olor era terrible, pero era lo que menos le preocupaba. Se acercó al baño, frente al espejo dibujó con su labial los símbolos que el chamán le indicó. Dio un fuerte respiro, y entonces dijo:

    —Sé que estás en pena, pero no por eso puedes asesinar inocentes. “Pásame las papas y el ron” —estas palabras eran la clave que activaba su espíritu de venganza por decirlo de alguna manera, pues a pesar de ser insignificantes para algunos, fueron las últimas palabras que el Doppelgänger escuchó antes de abandonar el mundo de los vivos. Justo en ese momento, se escuchó nuevamente el trueno y Laura sintió como un escalofrío recorrió todo su cuerpo, desde la punta de los pies hasta la cabeza. Se quedó quieta viendo su reflejo, no pasaba nada. Lo cual suponía era bueno, a estas alturas todos sus compañeros ya estaban muertos, ¡por lo que supo qué había funcionado! Cerró los ojos y relajó sus hombros. En cuanto abrió sus párpados se percató que la Laura del espejo seguía con los hombros contraídos. Intentó moverse, pero no podía, aunque su reflejo sí, pues lentamente, sin parpadear, se acercó a tal punto que salió del espejo como si fuera una simple ventana y la abrazó para traerla consigo, haciendo que cambiaran de lugares. Ahora Laura se encontraba dentro de la dimensión del reflejo, y el espectro libre como el viento.

    —¡¿Qué hiciste?! ¡Se suponía que esto te atraparía! —preguntó Laura aterrada y temblando.

    —Por favor, ¿de verdad eres tan ingenua cómo para creer eso? ¿De dónde crees que los chamanes sacan sus conjuros? —dijo el Doppelgänger que tenía las mismas facciones de Laura, era su doble por así decirlo.

    —¿Libros de esoterismo? —respondió la verdadera Laura con miedo y nerviosismo.

    —Así es, pero más que eso, nosotros los escribimos a nuestro antojo. Seguramente te dijo que ese conjuro me atraparía, pero nunca especificamos en qué dimensión, ahora estoy encerrada en la tuya, y tú en la mía —finalizó la Laura malvada por nombrarla de alguna manera. Caminó hacia la salida del edificio, tomó el coche, y condujo hacia las oficinas centrales de la A.I.E.

    —¡Laura! ¡Qué bueno que te presentas! ¿Encontraste al asesino? —le preguntó el jefe con emoción al verla, pues obviamente él no sabía nada.

    —Es correcto —contestó ella con una sonrisa.

    —¿Dónde está?

    —La estás viendo —dijo el espectro. Se escuchó un trueno y todo se volvió oscuro.