1
Números
Cómo me gustaría decirte que esta es una historia de amor, de aquellas donde existe la magia y todo sucede en un mundo fantástico, donde el bien triunfa… aunque, a decir verdad, el mal también lo hace, porqué la vida es equilibrio, pero esta aventura no es así. A pesar de estar en un mundo en el que jamás imaginé. Este es un relato que no deberías de leer, pero necesito de tu ayuda.
Se podría decir que todo comenzó cuando cumplí veinte años; en ese momento era ingenua, despistada, no sabía qué era lo que quería, no sabía ni siquiera qué era lo que no quería en mi vida, y eso es algo que nunca me podré perdonar. Desgasté cinco años simplemente por no separar las cosas malas, las que no me atraían, sin embargo, estaban ahí, las hacía, las repetía como si fueran parte de mí, como si las necesitara, cuando en realidad me estorbaban. Obstruían mi camino y no lo notaba. Mi trabajo, la escuela, mi carrera, lo que pensaba que era mi destino. Todo esto era una gran mentira que terminé botando a la basura.
El tiempo pasa y tus acciones se quedan; no es bueno ni malo, simplemente es así. Nosotros lo llamamos vida. Nuestras decisiones forjan nuestro camino, no el destino.
Siempre me había dejado llevar por los demás. Estudié una carrera porque fue lo que mis papás querían; tuve novio porque mis amigas también lo tenían. Empecé a trabajar porque era lo que la sociedad pedía. Al final me harté y mandé todo a la fregada. Cinco años es mucho tiempo. Son 1,825 días. En ese lapso pude haber visto 100 películas, haber visitado 10 o más países, haber ido 260 veces a un bar a tomar algo, pude haber escrito tres libros, ido a infinidad de conciertos, hacer una simple —pero gloriosa— obra de arte, creo que es bastante tiempo como para aprender a dibujar, y en lugar de eso… ¿qué hice? Estudié 960 días para sacar un diploma que está en el basurero. Trabajé 240 días para pagar mi comida, para comprar cosas que quería y al tenerlas no me brindaron felicidad alguna. Para sobrevivir y no vivir.
Me sentía horrible por desperdiciar esos años de mi vida, pero era más satisfactorio el renunciar, el dejar todo lo que no quería atrás.
Nuevamente me dejé influenciar, me di cuenta que todo lo que me dijo era mentira, ¡me engañó, me dijo que dejara todo y que me fuera con él! Aunque al final no lo culpo. Ni siquiera conozco su cara, no sé si la fotografía que tiene de perfil sea verdaderamente él. A decir verdad, no lo puedo culpar por mi cobardía de abandonar todo lo que tenía.
Era viernes, llegaba del trabajo y para variar, mis padres estaban fuera del país. Mi padre es un importante ejecutivo que siempre sale de viaje. Mi madre, ella es… una perra celosa que no deja a mi padre ni un segundo para ir al baño, por lo que siempre que él se va, mi madre lo acompaña. Estaba cansada y abrí la tina para tomar un relajante baño de espuma. Me desvestí, me metí a la bañera y me puse a jugar con el celular. Lo sé, aparato electrónico y agua no es una buena combinación, pero en ese momento no me preocupé por ello. Dejé que el agua hidratara mi suave piel y me puse a jugar Roll&crush. Finalmente iba a pasar el nivel en el que estaba atorada durante días, pero vibró el celular y se me cayó a la bañera. Tranquilos, no me pasó nada, no acabé en el hospital como lo hubiera deseado. A esas alturas, mi vida era patética. Era tan monótona que todos los días deseaba que algo pasara. Añoraba un apocalipsis zombi, una invasión alienígena, algo fuera de lo común, pero no pasaba nada más que el tiempo, el cual era mi peor enemigo.
En el trabajo, miraba el reloj cada minuto deseando que fueran las cinco de la tarde. Me estoy desviando del tema, así que más adelante te platicaré a qué me dedicaba; por lo mientras, continuaré mi historia. Saqué el celular del agua y había muerto, no prendía. Salí del baño y me quedé con el traje de Eva toda la noche. Al siguiente día me levanté tarde. Era sábado y —como no tenía otra cosa más que hacer—, me quedé en la cama hasta que mis tripas me hicieron pararme. Desayuné cereal con leche y regresé a la cama para ver la televisión, nunca he sido fan, así que la apagué y encendí la computadora. Ya te estás aburriendo, ¿cierto? Hasta ese momento yo también lo estaba, mi vida —como ya te había dicho— era patética, aburrida, monótona, carecía de algo… una chispa y no sabía qué era hasta que recibí aquella llamada, sí, mi celular resucitó, ¡no lo podía creer, era Dumbledore y me dijo que había sido aceptada en Hogwarts! Ah, verdad, ¡te engañé! Claro que eso no pudo ser cierto, o sea… los magos no tienen teléfonos, en su lugar utilizan lechuzas.
En realidad era Karen, mi mejor amiga y me hablaba para contarme que ayer se fue de fiesta, (nada raro viniendo de ella), que tomó hasta morir (sigue sin ser raro, pero aguanta… viene lo bueno), y que vio cómo asesinaban a una persona. Le comenté que le agradecía su confianza, pero miles de personas mueren todos los días y miles nacen; es la ley de la vida y no le veo nada interesante a esa parte, hasta que me comentó que el cuerpo seguía ahí. Ella estaba a diez metros de él y nadie se lo había llevado. Me pidió que fuera a donde estaba ella para verlo. Al principio me negué. Un muerto no era el cambio de monotonía que a gritos pedía. Karen me convenció, así que me vestí para ir, además, estaba bastante cerca de la casa, a escasos diez minutos caminando.
Cuando llegué, ella estaba pálida y me abrazó como si fuera el último día de su vida. Le contesté que se tranquilizara, ni que hubiera visto un muerto, me refería a un fantasma, claro, no al que estaba tirado a diez metros de nosotras. Recuerdo sus palabras como si fuera una canción que has escuchado un día entero:
—Jayden… esa persona… la que está ahí tumbada, ¡lo siento mucho! —me dijo—, y me volvió a abrazar. No entendí qué le sucedía, ¿quién era esa persona para hacerla sentir tanto dolor? La aparté de mí y cuando vi la cara de… era… era… ¿mi padre?
No podía creer lo que acababa de ver: Mi padre debería de estar en Alemania haciendo negocios, no allí yaciendo inerte como un vagabundo del que nadie reclama su cuerpo. Agarré el celular y llamé al 911, pero Karen me lo quitó y colgó. Me dijo que llamar no le regresaría la vida, y tendríamos que dar respuestas que no teníamos. No sé por qué, pero le hice caso.
Agarré el teléfono para marcarle a mi madre, pero no me contestó. Le dejé recado, le escribí más de quince mensajes, pero no tenía contacto con ella. Era como si no estuviera donde tenía que estar, como si hubiera desaparecido junto con… espera, ¿también estaba muerta? Me dio un escalofrío de tan sólo pensarlo. Eso no podía estar pasando.
Nos alejamos del lugar del crimen y desde lejos vimos cómo se acercó una patrulla al callejón. Salieron dos policías de ella y analizaron el caso. Tomaron fotos, realizaron una llamada y se fueron como si nada hubiera pasado. Me dio rabia ver su falta de respeto hacia mi progenitor y me levanté para ir con ellos, pero Karen me detuvo. Me pidió que esperara cinco minutos más y lo hice. No pasaron ni dos cuando una camioneta negra llegó, se bajaron tres personas vestidas de traje, dos hombres y una mujer, esa dama era… ¡mi madre! Quería correr a abrazarla y compartirle mi dolor. Decirle cuánto lo siento para que me dijera que todo iba a estar bien, aunque no fuera cierto. Me detuve al ver su indiferencia ante mi padre. Ella sólo abrió una libreta y tomó notas mientras platicaba con sus compañeros. No se le veían lágrimas recorrer sus mejillas. No la veía hincarse como yo lo hice y tratar de reanimarlo —aunque sabes que es imposible—, por el contrario, una vez que llegó la ambulancia, se fue como si fuera cualquier otra persona y no su esposo.
Karen vio todo y trató de tranquilizarme sin tener éxito. Al final ella estaba igual de sorprendida y asustada que yo. No entendía nada, comenzaba a tener un shock de nervios. Mi padre estaba muerto, mi madre ocultaba algo y no sentía dolor alguno por él. Karen me acompañó a la casa, se ofreció a pasar el día conmigo, pues para variar, aunque mi madre se encontraba en la ciudad donde su única hija la necesitaba más que nunca, no se presentó para nada conmigo, ni me respondió ninguno de tantos mensajes que le dejé, ¿ahora entiendes por qué la llamé de esa forma?
Pasamos la noche juntas. Obviamente no pasó nada sexual, pero me aferraba a su cuerpo cómo si fuera la fuente de mi ser, fueron contadas las veces que pudimos cerrar los ojos. Sabíamos lo que pensaba la otra, pero no nos atrevíamos a hablar. Era claro que algo fuera de lo normal pasaba, sin embargo, no lo queríamos aceptar.
Al día siguiente fuimos a desayunar al restaurante de enfrente. No queríamos preparar nada, pero más que eso, no queríamos estar solas la una con la otra, pues no nos dirigíamos la palabra. No sabía cómo romper el hielo, por lo visto ella tampoco. Para serte honesta, no quería hacerlo, por lo que no hicimos nada, todavía no se nos borraba la imagen de mi padre de nuestras cabezas, y en ese momento, sentía que jamás sería capaz de hacerlo.
2
Investigadoras
Llegó el tercer mes después de la muerte de mi padre, y ahasta ese día… mi madre visitó la casa. Me llamó cariño —como si nada hubiera pasado, como si mi padre siguiera vivo— y es que, eso fue lo que me dijo. Me comentó que se quedó haciendo negocios en Suecia y que no regresaría por un largo tiempo. Obvio no le creí, ¿cómo podría cuando mis ojos vieron la verdad? Sin embargo, le seguí el cuento y le solicité que me llevara con él, a lo cual —como esperaba— se negó rotundamente, alegando que papá está trabajando, no vacacionando. Que solamente lo distraería de sus obligaciones. Terminé de comer y fui de inmediato a casa de Karen; le conté lo conversado con mi progenitora y ella no lo creía, al igual que yo, no podía hacerlo.
Dios… ¿por qué me haces esto? Tengo tantas preguntas por hacer, pero sé que no caerá la respuesta del cielo, al menos no si me quedo aquí sentada y de brazos cruzados.
Pensé que por ser una buena chica —que siempre asistió y le fue bien en la escuela, trabajadora, amable con las demás personas y agradecida— la vida me trataría bien, ¿no es así? Desafortunadamente, no existe un juzgado que te sentencie o te premie. A veces las cosas malas pasan porque tienen que pasar. Ahora sé que mi madre no es una santa y aunque no quisiera decir lo mismo de mi padre, no tengo las pruebas para hacerlo. Por lo que Karen y yo decidimos enfrentar la verdad, sea buena… o mala.
Fui con Karen en mi coche a una calle casi desierta, para detenernos y comenzar a crear una lista:
Razones por la cual mataron a mi padre:
- Era narcotraficante y mi madre agente de la DEA.
- Mi madre iba tras su fortuna.
- ¿Debía dinero?
- “Fue un accidente”.
- No lo sé.
Karen y yo no teníamos nada más que nuestra imaginación, la cual no garantizaba nada… absolutamente nada. Ambas pensamos que espiar a mi madre sería la mejor opción. Así que, antes de llegar a casa, pasamos a la agencia de coches a comprar uno que no llamara la atención de ella o algún compañero, pues mi coche lo reconocería al instante y Karen no tiene uno. Necesitábamos un carro que no fuera ostentoso; que fuera práctico, cómodo, pero pequeño, así es que nos decidimos por un Ford Ka seminuevo y empezamos nuestra investigación. Sé que para la mayoría ese coche es muy pequeño, pero Karen y yo también lo somos, así es que para nosotras era más que perfecto.
Compramos binoculares, cámara digital con zoom de 20x, micrófono espía, GPS y otros chunches que realmente no sabíamos cuál era su función, pero se veían bonitos.
Empezamos por donde creí que todo investigador lo haría: por la escena del crimen. Era evidente que mi padre estuvo involucrado en algo, el callejón era muy solitario.
—¿Qué estabas haciendo aquí papá? —pensé en voz alta.
—Creo que no encontraremos nada —me respondió Karen y tenía razón. El motivo por el cual mi padre murió, se quedó con él y con el asesino, tal vez también con aquellas personas con las que mi madre vino a este lugar a recoger el cuerpo de papá. Tomamos foto a todo lo que pudimos y nos fuimos de ese horrible lugar.
Llegué a la casa y mamá me recibió con un cálido abrazo, siempre me molesta que haga eso, el noventa por ciento del tiempo me ignora, pero cuando me saluda es como si fuera su adoración, ¡qué ironía! Yo por poco intento apartarla, ¿cómo podría abrazar a la que podría ser la asesina de mi padre? La respuesta llegó a mi mente; ella no sabe lo que yo sé y quiero mantenerlo así, por lo que le respondí el gesto, depsués subí a mi cuarto para encerrarme en este.
Estaba sentada en la cama mirando el exterior, a través de la ventana el atardecer. Veia lo hermoso que es la vida mientras yo estaba como si fuera una prisionera, buscando respuestas que no sé si quería conocer. Comenzaron a salir lágrimas de mis ojos. Cerré mis párpados y vi la cara de mi padre, él ya no podrá volver a verme, volver a ver este mundo; al menos no de la manera que a todos nos gustaría. Recosté mi cabeza sobre la almohada y coloqué mi cuerpo en posición fetal para dormirme entre sollozos.
Me despertó la llamada de Karen; me dijo que fuera inmediatamente a su casa y me colgó. Salí de la cama, me puse rápidamente los jeans de ayer junto con una blusa negra y fui corriendo a su casa. Al llegar vi el Ka estacionado en el portón de su casa y eso, ¡me hizo enfurecer! Se suponía que era nuestra herramienta de trabajo, no un juguete que podría presumirle a los vecinos. Toqué a la puerta y me abrió su padre; me dijo que Karen estaba arriba en su cuarto, que bajáramos dentro de veinte minutos a desayunar. Al entrar a su cuarto, lo primero que hice fue regañarla.
—¿Estás loca, cómo pudiste haber guardado el coche aquí? ¡Es muy inseguro, si descubren que seguimos a mi madre estamos perdidas!
—Tranquila, tengo un mejor plan para ese coche. Ven, acompáñame al baño.
—Creo que ya estás bastante grandecita para ir tú sola —le dije con coraje.
—Ya lo sé, no voy a eso, ¡ven, quiero mostrarte algo! —me respondió. No estaba segura de seguirla, ¿qué es lo que me quería enseñar? Terminé acompañándola y cuando estaba a un lado junto a ella, abrió el botiquín donde guardaba todo su kit de belleza —después de varios productos— sacó unas llaves dentro de una pequeña bolsa.
—¿Esto es una broma, me trajiste al baño por unas putas llaves?
—¡Hey, no son unas llaves cualquiera, son las llaves de nuestra nueva oficina!
—No veo qué tiene que ver eso con que tengas el coche estacionado enfrente de tu casa.
—Es que la oficina es una Van, ¡es una oficina móvil! Vamos a verla.
—Está bien —le respondí un poco calmada, pero todavía con enojo, sin embargo, Kevin, el papá de Karen, nos esperaba en la cocina. Por lo que tuvimos que hacer una pequeña parada para llenar nuestros estómagos.
La camioneta estaba estacionada en un barrio muy tranquilo y al entrar en ella estaba llena de polvo. Unas partes oxidadas y se veía que la habían ocupado antes de oficina, pues había un escritorio con una pequeña banca donde fácil cabrían cuatro, tal vez cinco personas bien acomodadas. Karen me contó que un amigo de su padre trabajó para la CIA y que le vendió esta Van casi regalada, porque a la agencia ya no le servía; era obsoleta para sus misiones, aunque no para la nuestra, ¡es justo lo que necesitábamos! Fuimos al supermercado. Compramos pintura, desengrasante, y alguno que otro artículo de oficina. Karen se burló de mí por comprarle calcomanías de flores, pero si vamos a pasar gran parte de nuestro tiempo en aquella camioneta tendríamos que hacerlo bien y ajustarla de tal forma que nos sintamos cómoda en ella, por lo que también compré una hielera y pañales para adulto. No sabíamos si llegará alguna misión en la que salir de la camioneta pueda significar nuestra muerte. Karen se volvió a burlar de mí, pero sé que algún día me lo agradecerá, aunque para serte honesta, espero que no llegue ese día.
3
¿¡Feliz cumpleaños!?
Había ido con mi madre de compras, y antes de eso a comer. Ella quería pasar tiempo conmigo, aunque yo no. Me duele decirlo, pero después de todo lo que estaba pasando no me encontraba segura de seguir queriendo tener una mamá, ¿para que me mintiera toda la vida? Sabía que el tiempo me diría la verdad, me contará por qué y quién mató a mi padre, pero no tenía la paciencia de esperar, nunca la he tenido y fue por eso que le robé su celular cuando fue al baño. Me envié todos sus contactos y copié sus datos a mi teléfono. Tenía que averiguar qué quería ella, ¿para quién trabajaba, qué es lo que hacía? Pero sobre todas las cosas… ¿por qué me mentía? Era su hija, su sangre. Regresé del baño y el mesero por fin trajo nuestra comida, ¡un platillo verdaderamente delicioso! Lasaña con una pequeña copa de vino tinto.
Disfruté tanto la comida que mi subconsciente se sintió mal. Sentía que me estaba traicionando yo misma, pero después de todo, estaba en un lugar seguro y no me había concentrado en otra cosa más que en buscar vengar la muerte de mi padre, lo cual no lo lograría de la noche a la mañana. Así es que me pregunté, ¿por qué no disfrutar de una buena comida con la que podría ser la asesina? Sólo esperaba que mis sospechas no fueran ciertas. Aproveché la ocasión y le pregunté por papá, ¿cuándo regresaría? Le dije que lo extrañaba… que lo necesitaba y como esperaba me mintió, aunque esta vez fue diferente, me contestó que él regresaría el domingo, precisamente para festejar mi vigesimosexto cumpleaños, ¡eso no podía ser cierto, él estaba muerto, yo lo vi y ella también! ¿Qué pretendía, encubrir su muerte y decirme que su avión se estrelló?
Terminé de comer y me llevó de compras, me dijo que quería pasar tiempo «madre e hija» para intentar recuperar el tiempo perdido en el que estuve sola mientras ella supuestamente estaba trabajando con mi padre. No la quería juzgar, no debería… pero por más que trataba, no podía perdonarle que no me dijera la verdad, y menos aún que la fuera a tapar con alguna otra mentira, sin embargo, ella no sabía nada de lo que Karen y yo sabemos. Por lo que le permití que me comprara ropa y accesorios.
Me compró un vestido amarillo tan hermoso que me atrevería a decir que era tan bello como yo. Para finalizar, me invitó al cine y accedí… no sé porqué, pero accedí. Tal vez porque desde que tenía cinco años que no voy con ella a ver una película; tal vez porque fue hace mucho tiempo que dejamos romper nuestro vínculo, o quizá porque tenía demasiadas ganas de ver la cinta “Proyecto 9”. Ella siempre me abandonaba por estar con mi padre sin importarle cómo me sentía, y probablemente ahora simplemente esté buscando compañía en lugar de su hija. Extrañaba mucho el pasar tiempo con ella, y sé que principalmente hacía esto porque era mi despedida. Ella no sabía que dejé mi trabajo. Afortunadamente, no tendría que verla más, que seguir viviendo con ella. Karen me invitó a vivir a su casa y su padre estaba de acuerdo. Lo pensé mucho y acepté, en un par de semanas me mudaría. No quería estar con mamá hasta que descubriera realmente qué le pasó a mi padre.
De regreso a mi habitación, lo primero que hice fue acostarme, cerré los ojos para escapar de la realidad. Creo que soñar es el mejor invento de la naturaleza, cerrar los ojos y saber que al abrirlos será un nuevo día, una nueva página que agregar a tu vida.
Sonó el despertador y me puse una gorra para esconder mi cabello alborotado no sin antes hacerme una cola de caballo. Me había dormido con la ropa puesta por lo que no perdí tiempo en cambiarme y salí de la casa. Antes de dormirme le había mandado un mensaje a Karen diciendo que la vería a las ocho en punto en la camioneta, que tenía algo muy importante que decirle y enseñarle.
Karen fue impuntual; llegó una hora más tarde, se veía diferente, cansada con dos grandes marcas moradas por debajo de sus ojos que simulaban ser ojeras, su piel era áspera, y sus labios estaban partidos.
—¿Estás bien? —le pregunté.
Me contestó que no me preocupara, que había tenido una mala noche y eso era todo. Ella tenía prisa, así es que le dije que mejor se fuera, que yo analizaría los datos que robé del celular de mamá y más tarde la visitaría para platicarle lo que encontré… si es que de verdad encontraba algo. Ella extrañamente aceptó. Pensé que se quedaría impresionada, por fin teníamos una gran pista, pero no dijo nada más y se fue.
Ingresé los datos en la computadora. Había fotos mías, de mi padre y ella cuando eran jóvenes, lo sabía por los edificios que estaban en la fotografía, pues ellos no habían cambiado en nada más que su corte de pelo. Yo todavía no nacía. Se veían felices, solté una lágrima y después otra, ¿por qué era así la vida? En un momento se aman, y al otro, cuando ya no estaba… era como si nunca lo hubiera estado. No lo entendía, parecía que a Karen le afectó más la muerte de mi padre que a mi propia madre, la esposa que una vez lo amó. Seguí cambiando de fotografías y todas eran familiares, en todas estaba mi padre, o yo, juntos o separados… pero estábamos, ¿por qué si siempre nos llevaba con ella? ¿Por qué no lloró cuando vio su cuerpo inmóvil? Yo lo hice, Karen lo hizo, pero… ella no. ¡Ella no lo hizo! No encontré nada más, ninguna foto de mi padre inmóvil en aquel callejón, ninguna foto que la comprometiera por lo que decidí dejar la investigación un rato para relajarme. Hackeé el wi-fi de la casa de enfrente y me conecté a internet. Estaba aburrida y no supe cómo llegué a esa página de citas que hace algún tiempo visité, está bien, ¿a quién engaño? Te diré la verdad; hace tiempo que no tenía novio y me sentía sola, a veces deseaba que Karen fuera hombre y pudiera abrazarlo mientras me acariciaba el cabello para decirme que todo estaría bien, que, aunque mi padre ya no estuviera… estaba él y me protegería.
Me hacía llamar Denni, una chica de 20 años que cursaba una carrera en derecho, quien parecía tener la vida resuelta y estaba allí sólo por curiosidad. En tan sólo cinco minutos, recibí más de 100 mensajes y solamente respondí uno. Se llamaba Adam y rápidamente le agarré confianza. No sabía cómo describirlo, pues no lo conocía, pero él decía ser jugador aficionado de fútbol americano y vivir de la herencia de su abuelo. Pasamos la tarde platicando y a las cinco pasé a casa de Karen para contarle que no encontré nada… pero como no estaba, me retiré y fui a mi hogar, si es que le puedo seguir llamando así.
En toda la semana no la vi y ya era sábado por la tarde. Karen nunca me llamó, eso era raro en ella. Su padre me decía que era porque estaba enferma, pero no me permitía pasar a verla o inclusive hablarle por teléfono.
Pasé toda la noche platicando con Adam, el chico que llegó a mi vida por el arte de la tecnología. No sabía a qué hora me dormí, pero si recordaba perfectamente cómo me desperté:
—¡Jayden, levántate y ven a desayunar! —gritaba mi madre.
—¡Jayden, no lo repetiré, ven y dale la bienvenida a tu padre!
4
Secreto de familia
Bajé corriendo las escaleras y cuando lo vi me quedé pasmada; era como ver un fantasma, tenía miedo de saber, ¿qué hace aquí, cómo lo logró? Vi su cuerpo y definitivamente era él la persona por la que había llorado. El ser por el cual juré vengar su muerte, ahora estaba parado enfrente mío, tan vivo como un pájaro silbando por la mañana.
—¿Padre, qué haces aquí? —le pregunté con mi cara llena de lágrimas. Esto no era posible, era innatural. Entonces pensé que él no regresó a la vida. Tal vez lo veo porque yo soy como él, ¡porqué estoy tan muerta como él! En la vida te preparas para triunfar, para ser alguien especial y dejar tu huella, no para morir. Sabía que mi padre venía para llevarme al inframundo, tal vez al cielo, ¡no lo sé, ni me importa! El único lugar donde quería estar era la tierra. No estaba preparada para abandonarla, por lo que corrí lo más rápido que mis piernas me lo permitieron. Corrí y corrí hasta que no sabía dónde estaba. Me encontraba agitada, cansada y agobiada. Descansé cinco minutos en una acera cualquiera. No quería morir, ¿quién lo querría?
Era tarde y estaba perdida, no conocía el camino para regresar a casa. Sabía que si la muerte me quisiera, ya estaría con ella. En lugar de estar en el infierno, estaba en un lugar extraño. Buscaría en mi celular, llamaría a Karen, si tan sólo lo hubiera traído, pero lo olvidé; olvidé todo al ver a mi padre y pensar que venía por mí, ¿cómo podía ser eso posible? Cada vez que pensaba en él, mi corazón comenzaba a latir tan fuerte y tan rápido que pareciera que iba cayendo a un abismo que no tenía fin. Me quedé todo el día sentada en la banca de un maldito parque.
Estaba desesperada, no quería pasar la noche en la calle. Alguien me contó la historia de una mujer que así conoció su destino, escapó de su realidad y fue a dormir a un parque de mala muerte. Al día siguiente no era la mejor persona ni la más afortunada, pero gracias a esa decisión, con el tiempo lo fue. Tal vez ese sea mi caso. Probablemente sólo estoy creyendo que porque alguien lo hizo, yo también lo haré. Ese —creo yo— es el peor error que un humano puede cometer: vivir creyendo que tendremos la misma suerte del vecino. Vivir esperanzado por un futuro que nosotros no construimos ni nos esforzamos por hacer. Vivimos en un sueño con los ojos abiertos, pensando que mañana será mejor que hoy, en lugar de hacer que hoy sea mejor que ayer.
Me recosté en la banca, y a pesar del frío, me quedé. Pensaba en mi suave cama, en el calor de mis cobijas y la textura de mi almohada, pero no importaba, nada me haría regresar a mi hogar y no traía mi bolso con dinero, estaba completamente sola. Cerré los ojos y acepté mi destino. Si la muerte viniera por mí, estaba lista para agarrarla de la mano y acompañarla.
—¡Vaya, Jayden, despierta! —escuché mientras mi cuerpo tiritaba sin saber, ¡era Karen!
—¿Qué haces aquí? —le pregunté con asombro y me respondió que me había buscado todo el día… que, por alguna razón, presintió que necesitaba de su ayuda y vino a buscarme. No sé cómo fue que dio conmigo, pero se lo agradecí infinitamente. Me metí en la camioneta y me dormí en el trayecto. Me despertó y me dejó en la camioneta junto a dos cobijas. Decía que estar en su casa era demasiado arriesgado y más ahora que ella también vio a mi padre. Lo que significaba que pronto tendría respuestas, pues Karen me dejó con las palabras en la boca diciendo que platicaríamos después, a su debido tiempo, a su debido tiempo… me repitió cuando intenté contestarle y salió de la Van. No tenía otra opción más que quedarme. A pesar de que tenía un lugar cálido y “cómodo” para descansar, no podía hacerlo. Prendí la laptop e indagué en internet. Busqué el nombre de mi padre, pero fue inútil, por más que quería encontrar una prueba de que él pasó al otro lado de la vida, no la había. La única prueba eran mis ojos y me diría que estaba loca si no fuera porque también Karen lo vio. La luz cansó mis ojos y me acosté en el sillón, tapé mi cuerpo con las cobijas y cerré los ojos para adentrarme en el mundo de los sueños.
Tocaron la camioneta y le dije a Karen que pasara. Tocaron nuevamente y le dije que ella traía las llaves, que se las llevó para asegurarse de que no cometiera alguna estupidez como irme del estado, pero no me contestó Por el contrario, volvió a tocar la puerta de la camioneta y esta vez me levanté para ver por la ventana.
—¡Padre! ¿Qué haces aquí? —le pregunté sorprendida y aterrada al ver que era él quien llamaba a la puerta.
—Jayden… tenemos que hablar. Hace tiempo que he querido hacerlo, pero tu madre me lo impedía. Acompáñame a casa, por favor —me dijo en tono serio.
Me subí a su coche y todo el camino me la pasé callada. No estaba feliz, a pesar de que era lo que deseaba; tener de regreso a mi padre y las respuestas de su desaparición… por no decirle muerte.
Al entrar a mi casa —la casa de mis padres—, vi que Karen estaba sentada a la derecha de mi mamá.
—Karen nos contó todo lo que sabes —dijo mi madre al verme, ¡vaya día, delatada por mi mejor amiga! Mi padre me acercó una silla para sentarme y todos nos quedamos en absoluto silencio, después, el señor al que le decía papá lo rompió:
—Puedes preguntarnos lo que desees, hija.
—Aquel día que Karen te debió haber contado, donde todo comenzó, ¿moriste?
—Alguien que no tiene vida es imposible que muera.
—No te entiendo, ¡contéstame con un sí o no!
—No, no morí ese día… el día en que dejé de estar vivo fue hace más de mil años.
—¡Qué! ¿Qué eres?
—Muchos me llaman con diferentes nombres; algunos me dicen monstruo, otros… criatura de la noche, chupasangre, pero a mí me gusta que me digan por lo que soy; vástago, lo que ustedes los mortales llaman ser un vampiro.
—En ese momento, me quedé inmóvil. Siempre creí que los vampiros vivían en libros y películas, no delante de mis ojos. Tomé un pequeño respiro y seguí preguntando.
—¿Mi mamá también lo es?
—Sí, querida, no soy tan vieja como tu padre. Él me convirtió en este ser hace unos siglos —respondió mi madre lentamente y aparentando tener vergüenza.
—Y, ¿tú, Karen?
—Ella no es más que una simple y débil humana —dijo Liam Helms, el que se supone ser mi padre. Todo parecía mentira, anhelaba despertar y seguir acostada dentro de la van, o incluso en la banca de aquel parque, pero no era así. Era tan real… ellos no jugarían conmigo. No de esa forma.
—¿Tienes alguna otra pregunta? —agregó él con tanta sutileza como si fuera una plática común.
—¡Sí! ¿Yo también… soy como ustedes? —pregunté con temor.
—Todavía no. Fuiste adoptada por tu madre al primer día de nacida y tenemos todo para hacerte una de nosotros, ¿te parece bien si comenzamos el ritual cariño? —le preguntó Liam a mi madre, o al menos la que creía que lo era.
—Creo que es hora, de todas formas tendríamos que matar a la muchacha —dijo refiriéndose a Karen.
—¿Estás lista hija?
—¡No, no lo estoy! Y no tienen porque matar a Karen, ¡ella no dirá nada, no revelará su secreto y yo tampoco!
—Lo sé, pero me lo agradecerás cuando todo termine —dijo mi padre colocando su mano sobre mi cabeza y mi mente se paralizó, quedé inconsciente.
5
Transición
Era una mujer ingenua que buscaba lo prohibido, y en esa época, lo que no estaba permitido era el significado de casi todo… o al menos de lo divertido, pero también de peligro. Debido a que en ese tiempo el machismo estaba totalmente arraigado. Mi familia hizo que me casara con el hombre que no deseaba, que no amaba y —a pesar de eso—, estuve diez años con él, diez largos años llenos de sufrimiento. Viendo cómo me era infiel todos los días. Sentía sus ofensas y golpes que cubría con maquillaje y sonrisas fingidas. Era débil de mente y cuerpo, creía que no podía hacer nada, así que no lo hacía, no me defendía. Me dejaba pisotear por una persona por el miedo de ser juzgada, de ser criticada por la estúpida sociedad. podría dejar que me pisoteen una vez más, que me humillen y maltraten, pues desde que me convertí en este ser ya no sentía dolor; incluso que elijieran mi destino… pero lo que no podía permitir es que le hicieran eso a mi hija Jayden, mi pequeña niña. Ella se encontraba inconsciente recostada sobre su cama, sin saber qué era lo que le pasaba. La vi con ojos llenos de esperanza. Lo que menos quería es que te convirtieras en alguien como yo… o peor aún, como tu padre; una criatura inmortal que nunca descansará y que matará porqué es la única satisfacción que posee.
Sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo e hizo que abriera los ojos. Lo primero que vi fue a mi madre sentada a un lado mío, me quedé petrificada de miedo. Mi cabeza recorrió todos mis recuerdos, desde el primer día en que abrí estos hermosos ojos cafés hasta ese momento, 26 años llenos de memorias en tan sólo un segundo. Vi la verdad que estaba oculta dentro de mi mente. Cómo fue que Juliette, mi madre, me recogió de la basura cuando tenía apenas semanas de nacida. Vi cómo me tiraron en aquel cesto y después me recogieron para darme algo que mis padres biológicos no hubieran podido, ni querido hacer. Vi cómo mi actual madre se llevó la mano a la boca y con su afilado colmillo se pinchó el dedo anular, después extendió su brazo y dejó caer una fina gota en los labios de la Jayden de dos semanas de vida. Sentí como si esa gota recorriera todo mi cuerpo en un segundo, recuerdo haberlo sentido la primera vez y también en en ese momento 26 años después. Mi corazón palpitaba rápidamente.
—¿Qué me hicieron, soy ya como ustedes, un demonio?
—No, todavía no, mi querida hija —respondió mi madre y me intentó tomar del brazo, pero forcejeé con ella para que no lo hiciera.
—¿Qué pasó? Recuerdo que mi padre me iba a convertir para ser como ustedes, ¿dónde está él?
—Él está muerto, yo lo maté. No podía permitir que te convirtiera sin tu permiso.
—¿Desde cuándo te importa lo que pienso, de verdad él está muerto, ya no lo volveré a ver?
—Él nunca podrá morir, hizo un pacto para estar en este mundo por la eternidad. Él despertará algún día y por el lugar donde lo dejé… no será más un estorbo para nosotras.
—¡Qué quieres decir! ¿Qué hiciste? —respondí empezándome a enfurecer.
—No te puedo decir, porqué no lo sé. Sabía que si yo lo escondía, le encontraría después. Soy débil, no soy nada comparada con él. Sé que va a llegar el día que lo quiera buscar, y qué mejor que buscarle sin saber dónde empezar, sin saber en que lugar encontrarlo. Sé que lo volveré a ver, lo que no sé es cuantos milenios pasen para que eso suceda.
—¡Quiero verlo y ya sé! Él no me quería, sé que no soy su hija, ¡sé que no soy tu hija! Así es que me iré y no regresaré —dije enojada. Tenía tantos sentimientos encontrados. Siempre fui la princesa de papá. Me levanté de la cama, ella trató de impedírmelo, pero la aventé más de dos metros, como si ella fuera una muñeca de trapo, ¿cómo fue que hice eso? Pensé en voz alta y todo mi cuerpo se encontraba temblando del nervio de no saber qué pasaba, de no saber que, aunque yo no fuera un vampiro, sangre de ellos corría por mis venas.
—Es difícil explicarlo con palabras, la primera vez que lo vi no lo pude creer. A pesar de ser una criatura descomunal, me desmayé al verlo. Arréglate y baja a desayunar, ponte el abrigo más caliente que tengas que iremos a un lugar extremadamente frío. Esto lo tienes que ver con tus propios ojos, mi niña.
—¿Cómo sé que puedo confiar en ti?
—En estos momentos eres más fuerte y más ágil que yo, sé que sientes esa energía en tu cuerpo.
—No sé porqué, pero está bien. Sólo prométeme una cosa, no más mentiras —le respondí aparentando estar tranquila, aunque en el fondo estaba petrificada del miedo. Mi corazón latía como loco y sentía la adrenalina recorrer mis venas. Mi madre asintió. Le pedí cinco minutos, ella se retiró de mi cuarto, minutos después bajé a desayunar.
Pasé todo el camino en silencio. Mi mente divagaba y pedía explicaciones que no le podía dar. Tardamos quince minutos en llegar. Una vez allí, mi madre dejó la camioneta mal estacionada y bajó a tocar la puerta. Yo me quedé en el coche, pues me dijo que la esperara. Ella entró y no me hizo ninguna seña de pasar, por lo que me quedé esperándola. A pesar de estar a menos cinco grados centígrados, no sentía frío. Todavía no me ponía las tres chamarras que mi madre me obligó a traer, ¿por qué estaba tardando tanto, estará bien? Creí que haberme traído no fue buena idea. Pasaron quince minutos, pero sentía como si hubieran sido horas. Me encontraba tarareando mi canción favorita «The tomorrow is today«, cuando vi una espeluznante cara de mi lado derecho.
—Ven conmigo —me dijo sin siquiera mover sus labios, como si fuera su pensamiento el que me hablaba. Bajé lentamente la ventana del coche, y cuando estaba despistado, abrí la puerta de un solo golpe y lo mandé a volar por más de diez metros. No sabía qué me estaba pasando que tenía la fuerza de más de diez toros y la agilidad de un felino. Corrí hacia adelante sin mirar adónde iba y tropecé con alguien. Tumbada en el piso, levanté la mirada para ver mi peor pesadilla: era aquel tipo que acababa de aventar. Mis ojos se quedaron pasmados, mis músculos no respondían, mi cabeza comenzaba a sudar. Sentía cómo esas pequeñas gotas empezaban a salir de mis poros y resbalaban poco a poco sobre mi piel. No podía correr, ya no… se terminó mi oportunidad. Allí acabó mi historia; fue lo que pensé. Aquel joven desaliñado me ofreció su mano para levantarme y con una sonrisa dijo que no era su intención asustarme, que mi madre me estaba esperando, y los de su clase también.
Al entrar, crucé más de diez puertas, cada una con más de diez centímetros de espesor y cada entrada apestaba más a un olor que no lograba distinguir. Cuando no quedaban más entradas, era como estar dentro de un sueño, todo era blanco absoluto, tanto que no podía ver el final ni el principio.
—¿Acaso este es el cielo? —pregunté al joven que en el camino me dijo que su nombre era James.
—En tu caso puede serlo, en el de ellos es el infierno —respondió apuntando con su mano la pared a mi izquierda y vi a cientos de personas conectadas en tubos —mejor dicho—, cientos de vampiros. Estaban inconscientes y parecían indefensos. Parecería que nosotros teníamos el poder sobre ellos.
—Así es, nosotros tenemos el poder que ellos nos quitaron alguna vez —me respondió James sin siquiera contarle lo que estaba pensando.
—Disculpa, pero es un efecto secundario de la sangre, no cualquiera lo tiene. Puedo leer tus pensamientos y comunicarme telepáticamente con alguien como yo.
—¡Espera, yo no soy como tú! No soy un vampiro —repliqué con temor.
—Claro que no, de lo contrario estarías detrás de la pared, nosotros somos la evolución de ellos.
—¡¿Qué me hicieron?!
—¿No te dijo Juliette? Te regaló un poco de su poder, que para nosotros es el triple de lo que ellos tienen.
—No te entiendo —respondí con el ceño fruncido.
—No puedo creer que tienes una madre vampira, viviste con ella desde casi recién nacida y no sepas nada.
—Créelo, todo esto es nuevo para mí.
—Te explicaré camino a mi oficina. Existen dos razas: los vampiros, que gobernaron casi desde el comienzo de la tierra. Usaron a los humanos de esclavos, que a su vez eran su comida. Mataban y descuartizaban por diversión. Hasta que llegó un joven que encontró su punto débil. Él se pudo convertir en la peor pesadilla de un vampiro, un ser más poderoso que ellos, y a pesar de eso, seguía siendo mortal. No tenía que vender su alma al diablo ni pasar una eternidad sin los placeres de la vida, pues los vampiros —para que pudieran caminar aún después de estar muertos— tuvieron que pagar su precio. Dejaron de sentir, de amar a cambio de inmortalidad y poder. Imagínate tu comida favorita, servida en el mejor restaurante, con vista al mar, y cocinada por el mejor chef del mundo, hecha especialmente para ti. Estás cortando una pequeña rebanada que llega a tu boca y sientes ese exquisito sabor en tu paladar lentamente para disfrutar. Ese placer que sientes de tan sólo pensarlo… ellos no lo pueden ni imaginar, mucho menos teniéndolo enfrente de sus ojos y devorándolo. Su cuerpo lo podrá digerir —siempre y cuando tenga sangre humana—, pero jamás lo podrán disfrutar. Hay un mito que dice que si la sangre que beben es realmente pura, pueden llegar a sentir. El punto es que esa persona descubrió que, con una simple gota de sangre de vampiro, puedes convertirte en uno de ellos sin necesidad de morir. Ahora que, si bebes un litro diario, te puedes convertir en Dios… como él lo hizo, que inclusive pudo convertir el agua en vino.
—¡Espera! ¿Estás diciendo que…
—¿Crees que le tienen miedo a la cruz simplemente por la imagen? No, es por el recuerdo de que casi se extinguen gracias a él.
—¿Entonces tú y yo… qué somos? —pregunté con la cabeza hecha un torbellino.
—Nos hacemos llamar Upir. No somos vampiros, pero tenemos sus habilidades, su fuerza, su agilidad y algunos conservamos nuestra humanidad. Somos lo que ellos hubieran deseado tener. Inclusive podemos ser inmortales si no dejamos de beber su sangre.
Una vez que llegamos a la oficina principal, pregunté por mi madre, pues no se encontraba allí y temía que se convirtiera en la próxima comida de los que —ahora sé— son como yo, o… ¿yo soy cómo ellos?
—Tranquila, hija, estoy aquí afuera —escuché que dijo mi madre afuera en el balcón y fui con ella.
—¿Te quedó alguna pregunta, querida hija?
—Sí, ¿por qué siendo vampiro estás aquí, y no detrás de la pared? —contesté.
—Porqué yo no elegí esta vida, pero sí mis acciones. Sólo eso me llevó a estar aquí con libertad, si es que a esto se le puede llamar así.
—¿Por qué me diste de beber tu sangre?
—Porqué estabas herida, tu padre quería convertirte, pero no podía dejar que lo hiciera, no sin tu consentimiento. Así es que esperé a que te debilitara y con eso él también; entonces contraataqué y te salvé, pero habías perdido mucha sangre, no hubieras sobrevivido sin la mía.
—¿Karen? —pregunté y la garganta se me hizo un nudo, no quería escuchar que mi madre dijera esas horribles palabras, que dijera que no tuvo la misma suerte que yo, pero para su fortuna no fue así.
—Escapó, no sé a dónde fue, pero seguro muy lejos de aquí.
—¿Mi padre está aquí encerrado?
—Probablemente —sentí que no estaba siendo del todo honesta conmigo, así es que continué haciendo preguntas.
—No me trajiste aquí nada más por respuestas, ¿cierto?
—No.
—¿Entonces para qué?
—Lo sabrás a su debido tiempo, por ahora descansa —dijo mi madre y antes de que le pudiera responder algo, caí de rodillas con un gran dolor de cabeza. Segundos después, perdí el conocimiento.
6
Siguiendo tus sueños
Hoy me levanté como cualquier otro día. Me bañé, me vestí y bajé a desayunar. Platiqué con mi mamá mientras ingería mi cereal matutino; después de esto, llamé a Karen, pero por obvias razones, que en ese momento yo desconocía, no contestó. Subí a mi cuarto, estuve un rato leyendo acostada en mi cama, después prendí la computadora.
—Adam, ¿estás ahí? —le escribí al chico de internet que llevo ya algún tiempo conociendo.
—Sí, ¿qué pasa? —me contestó como si estuviera esperándome.
—Llegó el día, necesito verte.
—¿A qué te refieres?
—Vampiros, crees en ellos, ¿cierto?
—Ya hemos platicado de esto, no los he visto, pero he soñado con ellos.
—No tienes porque mentirme, sé que hay uno debajo de las escaleras.
—Mmm… vivo en un primer piso.
—¡No las tuyas idiota, debajo de mi cuarto hay un vampiro!
—¡Mátalo!
—No puedo, es mi madre.
—No puede serlo, algo muerto no puede crear vida… sólo destruirla.
—La sangre no la hizo mi mamá, cuidarme y educarme hizo que yo fuera su hija. Si en veinte minutos no te escribo, llama una ambulancia y dile que vengan a la calle Eclipse, número 2011.
—No lo entiendo.
—…Denni se ha desconectado…
Juliette se encontraba en la cocina preparando los guisantes para la comida.
—¿Te ayudo a cortar el ajo… madre? —dije, pues acababa de entrar al cuarto de cocina.
—No, gracias, ya los partí.
—Déjame ayudarte con algo —insistí.
—No es necesario, tengo todo controlado, ¿qué haces? ¡Jay, no lo hagas!
—Vi a Juliette… la mujer que dice ser mi madre directo a los ojos, se encontraba a cinco metros de distancia de mí, y yo me apuntaba un cuchillo al abdomen.
—Dime la verdad, ¿dónde está papá?
—En un viaje de negocios —respondió ella.
—¡No me digas mentiras! ¿Dónde lo escondiste?
—¿De qué hablas? Yo no hice nada.
—Se que borraron mi mente, mis recuerdos, y pusieron lo que ustedes quisieron poner, pero no pudieron borrar las letras de mi diario, ¡lo sé todo, sé el monstruo que eres, lo que me hiciste!
—¡Te salvé!
—¿Salvarme de qué?
—¡De tu padre! —gritó Juliette, pero ya era tarde, ya me había clavado el cuchillo sobre mi vientre.
—¡Mátame, aliméntate de mí, de tu hija! —le grité. Vi cómo las pupilas de Juliette se dilataron sin más, podría decir que se sentía la presión sobre ella. Tenía esa hambre que cualquier ser de su clase siente, esa desesperación por probar, por deleitarse con la sangre de una persona llena de vida. Sus colmillos se prepararon como los de un tigre a punto de morder el cuello de una gacela. En un segundo, ella ya estaba sosteniéndome y succionando mi dulce sangre como un animal salvaje. Tenía los ojos abiertos, aunque no veía nada, la vista se me hizo borrosa. Sé que su instinto le impedía detenerse, sabía que si ella no se detenía, me mataría… asesinaría a su hija, la desangraría y no habría vuelta atrás, aun así, no paró. Se abrió la puerta de golpe y dispararon tres balazos al corazón de Juliette por la espalda. Ella me soltó y cayó al piso junto conmigo. El muchacho fue donde me encontraba para brindarme su mano y levantarme.
—Te dije que llamaras una ambulancia —le contesté estando casi a punto de morir, lo reconocí al verle la cara: se trataba de Adam. No había duda, era idéntico a su foto de perfil.
—Una ambulancia no la hubiera detenido, pero sí necesitas una que te atienda.
—¡Espera, dame de beber su sangre!
—¿Qué? —me preguntó con una cara que nunca olvidaré, era confusa y de asco.
—¡Hazlo! —le ordené.
—Adam estaba confundido, pero no titubeo y tomó el brazo de Juliette. Con un cuchillo abrió una pequeña herida y me dio de beber directo de su piel. Con unas simples gotas sirvió para que la herida que me había provocado cicatrizara y después desapareciera; para que mi corazón bombeara la suficiente sangre a todo mi cuerpo, para así recuperar la que había perdido. Adam hizo que me sentara y me quedé viéndolo fijamente.
—Siempre pensé que nuestra primera cita sería diferente —agregué con una pequeña sonrisa.
—¿Qué eres? —me preguntó Adam apuntándome con la pistola.
—Puedes bajar el arma, no te haré daño… soy humana, igual que tú.
—Pero te alimentas de vampiros. Eso no es normal
—Su sangre nos cura, nos da poder. Nos da lo que ellos tienen sin perder lo que apreciamos, ¿nunca la has probado?
—No.
—Pruébala, sabe exquisita y hace que te sientas increíble.
—No, gracias. Estoy aquí para matar vampiros, no para alimentarme de ellos —respondió Adam mientras guardaba su pistola al ver que no le atacaba.
—¿En cuánto tiempo despertará?
—No lo hará, le disparé balas bañadas con sangre de un muerto.
—¿Qué, cómo?
—La muerte crea muerte, es la única forma de matar un vampiro, claro, además de decapitándolos o arrancándoles el corazón, lo cual, si me permites, haré con todo gusto.
—¡Qué! ¿Por qué la mataste?
—¡Si no lo hacía, tú estarías en su lugar! ¿Por qué me lo reprochas?
—Eso no es cierto, puede ser, pero pudo haberse detenido, después de todo soy su hija.
—Y ella es una vampira, sus instintos son más fuertes que cualquier lazo afectivo. Mis padres murieron por culpa de ellos. Lo soñé justo antes de encontrarlos muertos.
—No creo que haya sido un sueño, me suena a que alguien implantó ese recuerdo en ti… si pueden borrar los recuerdos como en mi caso, seguramente también pueden implantarlos.
—¿Quién haría algo así?
—Es lo que tenemos que averiguar, ahora si me permites —dije para que me diera permiso de abrazar a mi madre. Él se apartó del cuarto, pues vio mis intenciones. Llevé mi muñeca a mis labios, saqué mis colmillos recién adquiridos y mordí para verter mi sangre en su boca, precisamente en la garganta de mi mamá que se encontraba inconsciente.
—¿Qué haces? ¡Ella está muerta, yo la mate! —gritó Adam, pero no le hice caso. Continúe otorgándole mi sangre.
—Sí y no, efectivamente está muerta… pero no gracias a ti —le respondí.
—¿Qué dices?
—No puedes quitarle la vida a algo que no la ha tenido por mucho tiempo, ¿no es así, madre?
—Le pregunté sin saber qué pasaría. Tenía fe en que abriera los ojos y después de cinco segundos movió la cabeza. Finalmente, se levantó como si nada le hubiera pasado, como si solamente se hubiera levantado de un mal sueño.
—Deja de apuntarle a tu querida suegra —dijo mi madre, pues Adam no pensó dos veces en sacar su pistola, tal vez por defensa propia.
—¡Mamá, él no es mi novio! —contesté apenada y con las mejillas ruborizadas gracias a las palabras de Juliette.
—Pronto lo será, así es que los dejaré solos.
—No lo creo —respondí y me puse de inmediato frente a ella. Adam era más guapo de lo que se veía en las fotos, pero cómo podría andar con él después de haber intentado asesinar a mi madre. A pesar de todo el rencor y coraje que tenía, le seguía teniendo cierto afecto.
—En estos momentos, soy mucho más poderosa que tú, ¡quiero respuestas y ahora!
—No te puedo responder si no me has preguntado algo, ¿qué acaso reprobaste español básico?
—¿Por qué me borraste la memoria?
—Por tu bien, para poder alejar a tu padre de nuestras vidas tuve que hacer un trato.
—¿Qué trato? —pregunté intrigada.
—No te lo puedo decir, es parte de este.
—Entonces supongo no te molestara que haga esto —fui inmediatamente donde se encontraba mi madre y le rompí el cuello. No sé cómo fue que lo logré.
Adam me ayudó a llevar el cuerpo de Juliette a su cuarto. La amarramos a la cama y él salió de la habitación para dejarnos solas. Me senté y empecé a hablar con ella como si ya hubiera despertado. Sabía que no podía confiar en ella, no después de lo que me ha hecho en las últimas 48 horas. Pasó una hora y Juliette seguía recostada sin conocimiento. Adam llegó con el encargo que le pedí, agua bendita; vertió un poco de ella en la frente de mi madre.
—¿De verdad crees que eso funciona con nosotros? Nos alimentamos de los humanos, a veces los matamos, pero no somos demonios —dijo una vez que recobró el conocimiento.
—Para mí lo son —respondió Adam.
—Dile a tu novio que si no sabe, se calle.
—No has sido del todo honesta conmigo, madre, ¿dónde está mi padre?
—Ya te lo dije, no lo sé.
—Tal vez esto refresque tu memoria —Adam sacó una daga de su chaqueta y me la entregó. La agarré y con delicadeza la pasé sobre el abdomen de mi mamá, haciendo un fino corte que desgarraba su piel.
—¿Eso es todo lo que tienes, de verdad me piensas chantajear con eso? Tienes que conocer a tu enemigo antes de atacarlo, nosotros no podemos sentir. Es la maldición que tuvimos que pagar por estar eternamente en este mundo. No sentimos dolor, no sentimos caricias, ni placer. Nuestro cuerpo está muerto y nuestra alma está encerrada en él.
—Lo sé, he leído todo acerca de vampiros. Me he pasado investigando todas las noches, es increíble lo que puedes llegar a encontrar en Internet: Libros antiguos, salas de chat, clanes antivampiristas y sobre todo, la iglesia —le respondió Adam, mientras yo seguía realizando finas cortadas a su cuerpo.
—¿Si lo saben, por qué hacen esto? No les voy a decir una palabra.
—Oh, créeme, cuando terminemos… lo harás. Me responderás tres sencillas preguntas:
- ¿Dónde está mi padre?
- ¿Qué o quién fue lo que lo atacó?
- ¿Dónde está el almacén en el que puedo conseguir sangre de vampiros?
—Estás loca si crees que puedo y quiero responder esas tres preguntas.
—Adam, ¿eres tan amable de prestarme tu mano?
—Con gusto —respondió y acercó su brazo hacia mí.
—Verás, la leyenda dice que ustedes no sienten, y es cierto. Dice que para mantener ese cuerpo que habitan tienen que darle sangre humana; más que humana, de un ser vivo ya que ustedes al estar muertos, no la pueden crear, pero la humana es la que más les satisface, ¿cierto? Al ser la de un semejante, su cuerpo no se resiste demasiado en aceptarla. También dice que si la sangre es demasiado pura… pueden llegar a sentir emociones, a sentir como si estuvieran vivos. Puede ser un segundo, tal vez un minuto, aunque no más que eso. Todo depende de la calidad del líquido de vida. Claro, hasta este momento es una teoría, y como toda teoría la tendremos que comprobar. Lamento que tengas que ser el conejillo de indias —dije lentamente. Mordí la muñeca de Adam y él dejó caer de su sangre en la boca de Juliette. Ella al sentir la primera gota dio el grito como si estuviera teniendo diez hijos al mismo tiempo. Cada pequeña herida que yo le causé le ardía con gran intensidad. Como si estuviera viva, de no estar muerta Juliette se hubiera desmayado del intenso dolor, un dolor que permaneció durante dos minutos, y lentamente dejó de sentirse.
—No hay que creer siempre lo que dicen los libros. Nos equivocamos Adam, sí se puede llegar a sentir por más de un minuto.
—No te queremos hacer sufrir, así es que responde las preguntas de Jayden —comentó Adam.
—¡No lo sé! Te juro que no sé dónde está tu padre, ni qué fue lo que lo atacó, el almacén está en la carretera a Illinois, en el Km 54.
—Lo siento mucho madre, sé que darías tu vida por la mía, pero nunca estuviste aquí cuando te necesité, y sé qué jamás lo estarás. Adam, drena la sangre de su cuerpo, es la única forma de mantenerla quieta y de rodillas hacia nosotros.
—¡No! —nos gritó Juliette, pero antes de que pudiera hacer algo, Adam disparó en medio de sus cejas.
—¡No! ¿Qué hiciste?
—Tranquila, esta no está bañada con sangre de muerto… sólo la dormirá por un largo rato.
7
Solamente juntos
Pasaron meses en los que Adam y yo éramos prácticamente dioses. Yo había consumido más sangre de vampiro que ningún otro humano. Él, por otra parte, estaba limpio. No había probado ni una gota, pues pensaba que eso le quitaría su humanidad, o lo que le quedaba de ella.
—¿A qué ciudad quieres ir hoy? —le pregunté en cuanto abrió los ojos. Estábamos en el mejor hotel de Las Vegas y llevábamos ya una semana, por lo que yo quería aire nuevo. Durante tres largos meses, nos dedicamos a matar a cuanto vampiro veíamos. Aprendí que no se puede matar algo que ya está muerto, pero ayudaba a entregar el alma que poseía el cuerpo al mismísimo Diablo. Lo había hecho tantas veces que ya ni siquiera sentía culpa. Para mí, ya era como si fuera cualquier otra actividad del día, como correr por el parque escuchando música.
—Deberíamos quedarnos y disfrutar de la vista, tal vez bajar a apostar, ¡estamos en Las Vegas! ¿Por qué te quieres ir? —me preguntó Adam una vez que se levantó.
—Tengo ganas de matar a un vampiro —le contesté honestamente y es que —a estas alturas— nada me satisfacía más que sentir cómo liberaba esa alma de su prisión de carne.
—¿Quieres matar a un vampiro, o quieres beber la sangre de uno? Jayden, deberías de darte un tiempo y empezar a tomar agua, eso no es correcto, no sabemos qué te pueda pasar.
—¿Te refieres a hacer algo nuevo?
—¡Sí! —respondió Adam aliviado pensando que dejaría la sangre de vampiro atrás, en lo cual estaba terriblemente equivocado.
—Podría beber sangre de un humano, ¿te refieres a eso? —respondí sin perder la mirada de su cara. Miré fijamente sus ojos sin parpadear y amé su temor. Me levanté, me le acerqué lenta y suavemente, lo tomé de los brazos y lo arrastré a la pared. Una vez que se topó conmigo, comencé a besar su cuello. Sentí el temblor en su cuerpo, él estaba petrificado de miedo. Me di cuenta de que él quería reaccionar, mi cuerpo lo incitaba a besarme y colocó sus manos en mi cintura. Pensé que me iba a atacar, pero sabía que no tenía oportunidad alguna contra mí. Adam dio media vuelta para tenerme contra la pared, puso sus manos junto con las mías y comenzó a besarme apasionadamente. Abrazó fuertemente mis caderas y caminó lentamente hacia atrás. Cuando llegamos a un costado de la cama, me quitó la blusa, mientras me acomodaba, me empujó para que cayera en la cama boca arriba. Un segundo después se colocó encima de mí. Comenzó a besarme por debajo de la oreja. En ese momento, sentí que el tiempo se detenía, aunque no lo crean está sería la primera vez que pasaría algo entre él y yo. Recorrió con sus manos mi cuerpo y yo no podía pensar en otra cosa.
—Tómame —le susurré al oído. Él puso su mano derecha por debajo de la almohada, agarró la pistola que ahí guardaba para dar media vuelta y disparó a una persona que estaba escondida en el cuarto.
—¿Quién eres? —gritó él.
—Y… yo…
—¿Karen, qué haces aquí? —dije al ver a mi mejor amiga. Me levanté de inmediato haciendo a Adam a un lado y corrí a abrazarla.
—¡¿Por qué le disparaste?! —le pregunté gritando a Adam, se quedó sin palabras. No me contestó absolutamente nada.
—Me siento mal Jay —dijo Karen que estaba a un segundo de desmayarse en mis brazos.
—¡Karen, veme a los ojos, todo va a estar bien! —grité, pero no respondía. Había perdido sangre y la recosté sobre la cama. Adam tomó el teléfono pensando en llamar al 911, pero lo detuve. Mordí mi muñeca y vertí mi sangre en la boca de Karen, esperé un minuto y nada sucedía.
—Prueba con esto —me dijo Adam sosteniendo una botella con sangre de vampiro. Rápidamente la tomé sin pensar y la vacié sobre Karen. Después de todo yo no soy vampira a pesar de beber sangre, eso me hace poderosa, y, sobre todo… peligrosa, pero no un ser sin alma. Esperamos deseando que su método funcionara, pero nada sucedía.
—Creo que es demasiado tarde —dijo Adam tranquilo e intentó abrazarme para consolarme, pero no me dejé.
—¡No! No me rendiré, Karen no puede estar… —mi garganta se trabó, no podía pronunciar aquella palabra… no quería hacerlo… menos aceptarlo.
—¿Muerta? No se ve que se mueva —me contestó Adam con frialdad.
—¡No nos apresuremos, no somos doctores para dictaminar si lo está! Sólo tenemos la esperanza de que esté con vida.
—Jay.
—¡No me digas así, sólo ella me decía de esa forma!
—Lo siento mucho Jayden. No sabía quién era ella, pensé que era un vampiro más.
—Adam miró por la ventana del cuarto, la vista era preciosa y el ambiente dentro era horrible.
—Jay, ya no llores que se me parte el corazón, claro… en caso de que tuviera uno —Adam y yo nos quedamos anonadados, pues Karen habló.
—¡Kar…! —fue lo que intenté gritar, pero mis palabras se cortaron. Un escuadrón de diez vampiros entró por toda la habitación; tres por la puerta, tres por la amplia ventana y cuatro por la puerta que da al balcón. Todos y cada uno de ellos portaban armas de fuego.
—¡Por favor! ¿De verdad creen que me van a detener con unas simples balas? Soy mucho más rápida que ellas —dije valientemente.
—Pero no más que yo —dijo Karen y se levantó en menos de un segundo para tomarme por detrás y acorralándome con una daga sobre el cuello. Lentamente movió mi mano e hizo un pequeño corte en esta.
—Llegaste muy lejos, nunca pensé que llegarías hasta aquí, pero todo tiene un límite y lo has rebasado —susurró Karen a mi oído y comenzó a succionar la sangre que suavemente salía de la herida.
—Has tomado tanta sangre de vampiro que tu sangre ni siquiera sabe a humano, ¡qué decepción!
—Karen me aventó ante los demás vampiros y ellos sacaron de sus chaquetas una cantimplora y vaciaron su contenido en mí.
—¡Ahhhh! —grité como loca, pues aquel líquido raro quemaba mi piel.
—¿Qué es esto, ácido? —pregunté una vez que terminaron el primer envase.
—No debes entrar a un mundo que no conoces, es agua bendita.
—¡Pero no soy un vampiro! ¿Cómo puede hacerme daño?
—Has tomado tanta sangre de ellos, que lo único que te falta para ser vampiro… es morir —me dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
—No lo entiendo.
—¿Crees que puedes tomar la sangre de un ser antinatural y que no pase nada, qué no haya efectos secundarios?
—Se supone que somos mejores que ustedes, más fuertes, más llenos de vida, sin maldiciones.
—Oh, ¿quién te dijo eso, tu mami? —eso encendió mi rabia, mi mejor amiga ahora era mi enemiga, ¿cómo fue eso?
—Siempre lo supiste, ¿cierto? —le pregunté mientras los demás vampiros me ataban las manos entre sí con una cuerda bañada en agua bendita.
—¿Qué tus padres eran vampiros, qué desde bebé llevas sangre de ellos corriendo por tus venas, qué tu destino es ser una de nosotras? ¿Nunca te preguntaste qué hacía yo en la escena del crimen?
—¡Jamás seré como ustedes!
—¿No? ¿Acaso no sientes ese hueco en el estómago que por más que comes no se llena? Que sabes sólo se llenará con ese líquido rojo que tanto deseamos, ¿acaso no sientes eso en este momento? —dijo Karen y mordió su labio con su colmillo izquierdo para sacarse sangre. Alcancé a oler ese delicioso líquido, olía como si fuera el más maravilloso perfume que pudiera existir. Yo lo deseaba tanto que haría lo que fuera por conseguirlo, aunque sea sólo una gota. Instintivamente fui directamente a la boca de Karen, pero un dolor inmenso me detuvo. Una bala me dio directo en el pecho y me hizo hincar de rodillas ante ella.
—Lo siento mucho amiga, pero me tendrás que acompañar… quieras o no.
—Mi señora, ¿qué hacemos con el muchacho? —preguntó uno de los súbditos a Karen.
—Desayunen —les ordenó.
—¡No! Si quieres que vaya contigo a no sé dónde… iré, pero deja a Adam fuera de esto —le dije con mi mano haciendo presión sobre mi pecho, para impedir que más sangre saliera.
—Está bien, llévense a los dos. Y tú —dijo Karen refiriéndose a uno de lo que parecerían ser sus súbditos.
—Dale de tu sangre a Jayden, no soporto verla llorar como una vil niña.
—Karen, para tu información soy una niña —le respondí todavía con lágrimas en los ojos del dolor que me provocaba la bala que aún seguía dentro de mi cuerpo.
—Me temo que ya no, dejaste de serlo hace rato para convertirte en mujer. Estás a nada de ser lo que has estado matando todo este tiempo.
El súbdito de Karen realizó una pequeña cortada en su muñeca y la acercó a mis labios. Inmediatamente tomé con ambas manos su brazo para comenzar a succionar la sangre. En tan sólo veinte segundos la bala salió y mi herida cicatrizó como si nunca la hubiera tenido.
Me sentía desilusionada, traicionada y con una increíble impotencia. Quería hacer algo, pero no sabía qué. Karen era mucho más fuerte que yo a pesar de ser un vampiro. Tenía que hacer algo, no podía quedarme de brazos cruzados, pero afortunadamente sabía que esta no era la ocasión, por lo que me dejé esposar y después esposaron a Adam, quien tampoco tuvo otra opción. Juntos nos subieron a un automóvil de color negro. Podía haber roto las esposas si lo hubiera querido, pero quién sabe, tal vez si hubiera intentado algo. Adam sería sólo un nombre más escrito en una lápida.
8
Una guerra que nunca terminará
Habían pasado tres días y me sentía terrible. Mi piel estaba áspera, rugosa y tenía unas ojeras como si no hubiera dormido durante semanas. Era extraño, pues era lo único que había estado haciendo. Dormir hacía que me olvidara de dónde me encontraba, qué era y en qué me convertiría, que perdiera de mi mente a Adam. No había tomado una sola gota de sangre desde que me metieron a esa celda. Para serte honesta, eso me estaba matando… me hacía alucinar. Estaba perdiendo mi perfecta memoria, mi fuerza, todo lo que me hacía especial se estaba yendo a la mierda. Había comido pan para llenar mi estómago, pero no quería hacerlo. Ese dolor era tan intenso que deseaba estar muerta en lugar de seguir sintiendo.
—Jayden, ¡buenos días! ¿Cómo estás? La decisión es tuya.
—¡No, antes muerta! —le respondí a Karen quien, durante estos días, siempre me visitó para hacerme una oferta. La cual consistía en que solamente me sacaría de la prisión si aceptaba convertirme en vampiro; de lo contrario sentiría un gran dolor que iría incrementando día con día al no tomar sangre de vampiro… pues el cuerpo humano se acostumbra rápidamente a ella, pero tarda años en que salga del sistema y mientras existiera una pequeña gota dentro de mí, mi cuerpo exigiría tener más.
—Puedes parar este sufrimiento, lo único que necesitas decir es un simple “sí”.
—Ya te dije que no, vete si no tienes otra cosa que ofrecer.
—¿Por qué mejor no te vas tú? ¡Oh, claro, no puedes!
—Algún día lo haré, y cuando lo haga… desearás haberme matado antes que tenerme como prisionera.
—Lo dudo mucho, pero de lo que estoy segura es que si hoy me dices que no… mañana me dirás que sí.
Creo que pasaron dos semanas. No llevé bien la cuenta de los días, pero juraría que no había pasado el mes. Yo continué diciendo que no, aunque mi instinto suplicaba que sí. Me sentía como si tuviera noventa años. Veía mis manos llenas de arrugas, mis venas sobresalían de mis brazos como si mi piel estuviera pegada al hueso. No dejaba de pensar en Adam, de quien, por más que preguntaba, Karen no me daba información. No me decía si seguía vivo, si seguía siendo humano. Me acerqué al lavabo y abrí la llave, mojé mis manos y con ellas mi cara. Junté mis manos como si fueran una cuchara y ya que tenía agua sobre ellas, antes de echarme el agua nuevamente al rostro, vi mi reflejo, vi que a pesar de cómo me sentía, seguía siendo la hermosa Jayden que siempre he sido. Mi cara estaba libre de ojeras y arrugas. Dejé caer el agua y cuando la volví a tomar, esta vez lo hice con una sola mano para ver el reflejo de mi brazo izquierdo. A mis simples ojos estaba desecho, arrugado y oscuro, pero —vista desde el reflejo del agua— era liso y perfecto. Era como un brazo cualquiera. Fue cuando comprendí que mi mente jugaba conmigo, me hacía ver cosas que no eran ciertas.
Estaba sentada en el piso con la espalda recargada sobre la pared de concreto. A pesar de tener una cama era mucho más cómodo el piso. A lo lejos escuché las pisadas de alguien que bajaba los escalones hacia donde me encontraba, sabía que era Karen. Todos los días bajaba a la misma hora para dejarme comida y hacerme la misma pregunta para que le de la misma respuesta: un no definitivo. No me molesté en voltear a verla, tenía los ojos cerrados, y ni siquiera me esforcé en abrirlos.
—Antes de que preguntes. Mi respuesta sigue siendo no.
—Jayden… soy yo, Adam.
—¿Adam, qué haces aquí? ¿Dijiste que sí? —pregunté y me levanté en un segundo para verle esos ojos cafés, para intentar ver si esos ojos seguían siendo de un humano… además de que la mirada de Adam provoca un no sé qué en mí.
—¿De qué hablas, a que le tengo que decir que sí? —me contestó Adam que por fin había abierto la cerradura, y en cuanto abrió la puerta de mi celda, lo abracé como si no lo hubiera hecho por años, como si pensara que no lo volvería a ver jamás.
—Pasaron diez segundos y no me separé de él, no quería apartar sus manos atadas a mi cuerpo, pero sabía que tenía que hacerlo. No teníamos mucho tiempo para poder escapar. Por lo que Adam apretó sus brazos contra mí, cerró los ojos y me besó directamente en los labios para que, un segundo después, se acabara, pues teníamos que huir.
—Vámonos, ¡sígueme!
—¿Cómo escapaste? —apenas pude preguntarle a Adam, pues él me tomó de la mano y me jaló para correr.
—¡Preparé agua bendita y se las aventé!
—¿Qué, cómo…? —respondí inconclusa.
—Realmente no lo sé, bendije el agua del grifo, la puse en mis manos y toqué al guardia; eso le quemó la piel.
—¿Cómo sabías eso?
—No lo sabía, pero no tenía otra opción.
—¿Y si no resultaba? ¡Te pudieron haber matado!
—Tuve fe ciega, y gracias a eso casi somos libres.
—¿Y Karen?
—No la he visto.
—¡Espera!
—¿Qué?
—¿Dónde está el guardia al que le arrojaste el agua bendita?
—Ya lo pasamos —respondió Adam. En ese momento, tuve que actuar; me ganó el instinto. Le solté la mano y mis piernas se detuvieron, tenía un presentimiento, tenía que confiar en mi instinto. Di media vuelta y me olvidé de Adam. Aceleré el paso; era como si conociera el camino. Di vuelta a la izquierda, derecha, izquierda y tres celdas adelante estaba el vampiro que Adam había noqueado gracias al agua bendita y a su increíble zurda. Rápidamente me agaché, coloqué mis labios en el cuello de aquel vampiro. Fue tal cual como un perro con su hueso. Mordí y comencé a beber la sangre de aquel ser antinatural. Adam me alcanzó segundos más tarde, pues le costó seguirme el paso. Cuando me vio sentí el miedo dentro de él, su corazón comenzó a latir fuerte y agitadamente. No podía controlar mi apetito por sangre de vampiro, tanto así que olfateé al vampiro inconsciente para desgarrar su cuello con mis propios dientes.
—¡Jayden, nos tenemos que ir! —gritó Adam. Levanté la mirada sin despegar mis colmillos de la piel para seguir succionando la sangre. Lo miraba fijamente, como un felino tratando de proteger a su presa. Abracé al vampiro y bajé la mirada para seguir bebiendo.
—¡Jayden! —me gritó nuevamente Adam e intentó acercarse, pero simplemente levanté la cara y le enseñé mi par de colmillos con un pequeño rugido para indicarle que se alejara. Hice que Adam se cruzara de brazos y esperara a que terminara mi bocado.
—Es patético verla así —dijo una voz por detrás de Adam. Él corrió hacia el lavabo que todavía estaba lleno de agua y juntó sus manos para mojar con el agua bendita a Karen.
—¿Qué intentas hacer, bañarme?
—Padre nuestro…
—¡Para, me estas matando! —respondió Karen en burla a los rezos de Adam para intentar bendecir el agua y después soltó una ligera carcajada.
—Pero…
—¿De verdad crees que el agua bendita y los rezos me afectan?
—Lo hizo con él —dijo Adam señalando al vampiro que yacía en el piso, del cual yo continuaba alimentándome. Adam se veía petrificado de miedo, no podía correr, no podía contar conmigo en estos momentos y Karen debería de estar furiosa por lo que le hizo a su súbdito.
—Me sorprende lo estúpido que eres, ¿en serio creíste que los dejaría salir tan fácil? Javier, ¡levántate! El vampiro que estaba siendo mi cena abrió los ojos, me apartó de su cuello y se levantó como si nada. Adam y yo nos quedamos perplejos. No creíamos lo que nuestros ojos veían. Me lamia la sangre de vampiro que quedaba en mis dedos.
—Esto fue una prueba, Jay…
—¡No me digas así, perdiste el derecho de decirme así! —contesté furiosa con rabia hacia Karen. Adam se quedó quieto. Él sólo nos veía; después me contó que no tenía pensado decir una palabra a menos que le preguntaran.
—Sé que te mentí en muchas cosas, pero no en nuestra amistad, y para serte honesta no me arrepiento, ¿qué hubieras dicho si te hubiera contado la verdad desde un principio, me creerías?
—Obvio que no, pero me lo hubieras demostrado.
—¿Y luego qué, huirías de mí cómo lo hiciste con tu padre?
—No… no lo sé.
—Yo sí, ¿o es que acaso no lo recuerdas?
—¿Recordar qué, cuándo te apareciste en ese cuarto de hotel y nos secuestraste?
—No, fue hace un par de años, esto te lo recordará. En ese momento, Karen sacó una daga de su chamarra y lentamente hizo una herida en su cuello.
—Acércate, no te morderé —mis pupilas se dilataron, mi nariz sentía ese olor que solamente a mí me atraía. Caminé lentamente y coloqué mi mano derecha en la quijada de Karen, le di vuelta de 30 grados a su cabeza con suavidad y puse mi boca en la herida para comenzar a beber de su sangre. Al beberla vinieron varios recuerdos a mi mente, recuerdos que pensaba que no existían, ¿cómo saberlo si no eran recuerdos míos? Eran de ella. Vi todo, y cuando digo todo, era todo. Sobre mis padres, sobre ella misma y de cómo desearía poder sentir los labios de un hombre en los suyos, y que, aunque bese a miles de príncipes, jamás podrá tener esa sensación, pues es parte de su maldición… la vida eterna no es gratis, tiene su precio. Recuerdo que corrí y me escondí en la escuela cuando ella gritaba ayuda. Recordé el miedo que sentí y cómo lo olvidé en un dos por tres gracias a los poderes de no sé quién. Vinieron más memorias a la vista, que parecían ser de hace cientos de años, pero Karen me apartó.
Solté su cuello y le dije que lo sentía, sentía haber escapado cuando me necesitaba.
—Es por eso por lo que te ofrezco el ser como yo, para que sigamos siendo amigas como antes lo fuimos.
—No, gracias. No quiero ser como tú.
—¿Que acaso no lo entiendes? Siempre vamos a estar en guerra, ¡la única razón por la cual siguen existiendo los seres humanos es porque son nuestra comida! Y para los Upir como tú, nos necesitan para tener esa fuerza y agilidad, además, una vez que bebes sangre de vampiro, tienes que hacerlo por el resto de tus días o mueres lentamente.
—Entonces moriré.
—¡Pero dijiste que lo sentías, esta vez puede ser diferente!
—No me refería a eso… y sí, esta vez sí que será diferente.
—¿A qué te refieres?
—Quería que supieras que lo siento, ahora que me puedes escuchar —le dije con tono tranquilo e inmediatamente le rompí el cuello a Karen y en seguida al tal Javier.
—Ahora sí, vámonos —Adam me respondió un sí con su cabeza y juntos nos encaminamos a la salida.
—¿A dónde creen que van? —nos preguntó una mujer detrás de nosotros, que, al verla de frente, era idéntica a Karen excepto por el peinado.
—¡Pero te acabo de matar!
—Creo que no nos conocemos. Soy Gwen, la hermana gemela de Karen y lamentablemente no veo tu pase de salida, lo que significa que te quedarás con nosotros a cenar.
—Te ves apetitosa, no lo puedo negar… pero ya bebí sangre de Javier y de tu hermana, por lo cual estoy llena, así es que apártate de mi camino.
—No seas grosera, va a estar tu padre con nosotras.
—¡Me estás mintiendo! Mi madre lo sepultó donde nadie pudiera encontrarlo.
—Pues no hizo un buen trabajo, o te mintió. Puedes preguntarle más tarde, ella estará también.
—¿Qué?
—Jayden, ¡no le hagas caso! Es ella quien te está mintiendo. Deberías de matarla e irte conmigo lejos de aquí lo más pronto posible —me dijo Adam y yo no sabía qué pensar, ¿cómo confiar en alguien que apenas conocía? Los vampiros son seres malditos, pero no mentirosos. Di un respiro hondo y cerré los ojos por unos segundos. Desde el momento cuando me convertí en Upir, en ese ser anormal que caza vampiros no para irse al cielo, sino para acompañarlos al infierno, lo único que quise hacer fue encontrar a mi padre. Abrí los ojos y miré a Gwen, era idéntica a Karen, tenía el mismo cuerpo, la misma cara, los ojos… pero no la mirada. Su mirada era inocente y a pesar de ser un vampiro, no se veía maldad en ella. Por otro lado, vi a Adam, estaba confuso. Él tampoco sabía qué hacer, a él no le agradan los vampiros ni los cazadores como yo, aunque a pesar de todo, estaba conmigo… él sólo quería acabar con esos seres que le arrebataron a su familia, uno por uno. No tenía motivo por el cual quedarse, excepto si yo lo hiciera. Sé que deseaba irse y huir de esa manada de seres sobrenaturales, pero yo no podía hacer eso, no sin antes ver a mi padre.
—Adam… lo siento, no sé si ella diga la verdad, pero no puedo quedarme con la duda.
—No te preocupes Jayden, me quedaré contigo.
—No, vete, no te puedo arrastrar a esto.
—Es mi decisión, te apoyaré sin importar qué.
—Supongo que no puedo hacerte cambiar de opinión, así es que sólo diré, ¡gracias!
—Contesté y abracé a Adam, quien me regresó el abrazo y lo cerró con un beso en la boca.
—¡Wow, esto sí que no me lo imaginaba! ¡Un cazador de vampiros con una Upir, es simplemente increíble! Todavía falta mucho para la cena, así es que acompáñenme a su habitación y no a esa pocilga de celda que les brindó mi hermana.
No cabe duda de que Gwen era totalmente diferente a Karen. Ella nos otorgó a mí y a Adam una suite de la mansión de parecía de cinco estrellas. Lo primero que hice fue caer en la cama cuyo colchón era el más cómodo que había sentido en toda mi vida. Adam, por el contrario, se quitó la playera y fue hacia el baño para prender la regadera y meterse a bañar. Me desvestí y me puse una bata que estaba colgada en la perilla del armario. Me acerqué al baño y lentamente abrí la puerta para reunirme con Adam.
—¿Te molesta si te acompaño? —le pregunté con un poco de temor, pero con convicción al mismo tiempo. Sé que era muy pronto y ni siquiera un buen momento… pero no sabía si tendría otra oportunidad.
—Te estaba esperando —fue todo lo que me dijo para después hablarme sólo con besos.
9
La última cena
Estoy nerviosa Adam —dije con preocupación, mientras me encontraba acostada a un lado de él, con sus brazos rodeando mi cuerpo.
—Tranquila, eres mucho más poderosa que ellos. No tienes nada que temer. Nos capturaron por el factor sorpresa, no por otra cosa.
—Lo sé, esa no es la razón de mi inquietud. El motivo es que, si Gwen tiene razón, hoy veré a la persona que he estado esperando por un largo tiempo, mi padre —sabía que el verlo no sería grato, sin embargo, anhelaba con ansias ese momento. Sólo quería que todo esto terminara para poder empezar a formar una vida junto a Adam, claro… si es que él también lo quisiera.
—No tienes porque estarlo. Tienes todo mi apoyo, lo sabes —contestó Adam con una sonrisa y un beso en la frente. Estaba esperando que nos llamen para bajar a cenar. Tocaron a la puerta y un vampiro traía en una bandeja dos hamburguesas. Adam tomó una y yo comenté que estaba a dieta, por lo que tomé al vampiro y le mordí el cuello para comenzar a beber. Esa noche sería como ninguna otra. Me decía que va a ser especial, por lo tanto tenía que tener la mayor energía posible, y la mejor forma de obtenerla era bebiendo la sangre de esos seres inmortales.
—No me gusta que hayas recaído Jay…den.
—Me puedes decir Jay, si quieres.
—Pero sólo dejas….
—A Karen, lo sé, y mira cómo acabó todo. Sé que quieres decirme de esa forma, así es que hazlo.
—Está bien… Jay, te repito. No es normal lo que estás haciendo.
—¿Acaso no has visto a tu alrededor? Nada de esto es normal.
—Tú puedes serlo.
—Escuchaste a Karen, una vez que bebes sangre de vampiro necesitas hacerlo durante toda tu vida. No te imaginas cuánto sufrí el tiempo que estuve encerrada sin beber una gota, comiendo comida normal como tú llamarías. Mi estomago se llenaba, pero seguía teniendo hambre, empezaba a alucinar y me estaba volviendo loca —se me rozaron los ojos. Sabía que en realidad no era más poderosa que Gwen o Karen, ni ningún otro ser como ellos, pues a pesar de poseer una fuerza mayor, no contaba con la experiencia de un siglo o más de vida. Podría pelear, ganar batallas, pero en el fondo, sabía que no podía ganar una guerra que llevaba más de dos mil años. Adam se quedó callado porque, de una u otra forma, sabe que yo pelearé. No aceptaría que mi destino fuese convertirme en vampiro o morir. Así es que tenía que ser fuerte, por Adam y por mí.
—Pase lo que pase, Jay. Quiero que sepas, que me hubiera encantado pasar toda una vida contigo.
—No digas eso. Si quieres pasar tu vida conmigo, eso haremos. Terminando esta noche nos iremos lejos, donde los vampiros sigan siendo sólo un mito. Saldré de vez en cuando a cazar y su sangre la utilizaré como condimento, no como platillo principal.
—Está bien, haremos lo que tú desees mi amada, pero prométeme algo, pase lo que pase, no dejes que te maten, el primer paso para ser uno de ellos, es morir.
—Tranquilo, no dejaré que nos maten —contesté a las súplicas de Adam. Apenas pasaban de las tres de la tarde y quería que fueran ya las nueve. Deseaba que la cena comenzara, y a la vez que todo terminara. Volvieron a tocar a la puerta y se trataba de Karen, o… ¿era Gwen?
—Jayden, vete preparando para la cena, te traje este vestido. No puedes asistir con esas fachas —dijo Karen refiriéndose a mis jeans rotos y a mi blusa de tirantes. Me ofreció un vestido fino de color negro, un collar de perlas, un par de aretes de oro con forma de la cabeza de un dragón. Así como una bolsa muy bonita y elegante, lo cual era raro, pues no tenía nada que quisiera llevar más que mis preguntas a toda esta incognita.
—En cinco minutos estará aquí Anna para ayudarte a arreglar, no hagas nada que ella no te diga, ¿entendido?
—Sí —contesté con un leve movimiento de cabeza. No sabía quien diablos era Anna, y no me importaba.
—¿Y yo, no hay ropa elegante para mí? —preguntó Adam.
—¿Para que la quieres? Oh, no me digas que piensas que tú también vas a asistir a la cena. Mi vida, ¿qué te hace pensar eso?
—Mmm, estoy aquí con Jayden esperando.
—Lo siento, pero las cosas no funcionan así.
—Yo no iré si Adam no va —repliqué con voz fuerte.
—¿Qué es esto, están tan enamorados que no pueden siquiera pasar una noche separados? Eso no es romántico… es patético y déjame explicarte algo; el hecho de que mi hermana te haya brindado esta habitación no significa que te haya otorgado libertad, sigues siendo mi prisionera lo quieras o no.
—No me importa, sin Adam no iré y punto.
—¿Te lo explico con manzanas? La única forma de que Adam asista a la cena… es que él sea el platillo fuerte —dijo Karen mientras sostenía a Adam entre sus brazos y sus colmillos sobre su cuello.
—¡Está bien! Lo haremos a tu manera.
—Así me gusta —replicó Karen y salió de la habitación. Momentos después llegó Anna y me preparó para la cena. Me vistió como si fuera una Barbie de tamaño natural. Me maquilló y antes de eso, quería bañarme, pero no me dejé; le contesté que yo sola podía hacerlo. Adam se quedó sentado en la cama toda la tarde. Todavía no aceptaba quedarse en la habitación mientras yo cenaba con mis padres, Karen, Gwen y quién sabe quién más. Lo peor de no aceptarlo, es que no podía hacer nada para evitarlo. Para ellas, Adam era como un gusano, o al menos así era como se sentía, ¿qué era un simple humano comparado con un ser inmortal que ha vivido milenios? Mientras él tenía sólo 27 años. Contra aquel que tiene la fuerza de cien leones, mientras él ni la de uno. La agilidad de un leopardo, cuando él se tropieza con sus propias agujetas.
Dieron las ocho de la noche y parecía una verdadera princesa, me veía bellísima. Anna me pidió que la acompañara y yo la seguí. A los diez pasos, Anna recordó que dejó el maquillaje en la habitación y me pidió que la esperara. Regresó de inmediato y seguimos el camino por un largo pasillo, en el cual las paredes estaban tapizadas de cuadros muy famosos. Me sentía incómoda con los tacones que traía puestos. Nunca había usado tan altos y los primeros pasos me tropecé varias veces, como si apenas estuviera aprendiendo a caminar. Después de un largo pasillo, por fin entramos al comedor. Todos ya estaban sentados y con copas de vino —que más tarde supe que en realidad era sangre—.
—Madre, padre, ¿dónde han estado, me pueden explicar qué está pasando?
—Una pregunta a la vez, hija.
—¿Qué hacen aquí?
—Queremos platicar contigo.
—¿Sobre qué?
—Sobre mí —nos interrumpió Karen.
—¿Sobre ti, por qué querrían hablar de ti?
—Porque quiero poseer tu cuerpo. Mejor dicho, necesito tu cuerpo como envase para mi alma.
—¡¿Qué?! —respondí ilusa, ¿para qué quería ella mi cuerpo, se podía hacer eso? Sólo sabía que, al escuchar esas palabras, mi piel se puso chinita y mis piernas dejaron de responder, por lo que tropecé nuevamente. Mi madre corrió a levantarme y me sentó junto a ella, frente a Karen y Gwen. Me tomó segundos el poder tomar aire y aclarar mi mente, aunque para serte honesta, no lo logré
—Propongo un brindis, por la nueva paz mundial —dijo mi padre.
—¿Paz mundial? ¡Karen me quiere matar!
—Corrección, sólo quiero tomar tu cuerpo. Tu alma seguirá intacta. Verás y sentirás tu cuerpo, pero no podrás manejarlo.
—Eso para mí, es morir.
—Es un mal necesario.
—Eso no pasará, pelearemos hasta que no puedas mantenerte en pie, ¿no es así padre? —contesté más que enfurecida. Después de todo este tiempo, tenía que estar de mi lado, quería que lo estuviera.
—Primero tenemos que cenar mi pequeña, antes de que mueras quiero que sepas algo.
—¿Qué, acaso no escuchaste lo que Karen quiere hacer? Y ahora, ¿me dices que voy a morir? ¡No importa, lucharé sin ti, incluso contra ti si es necesario!
—¿Madre? —pregunté esperando tener su apoyo, pero en lugar de eso, sólo inclinó la mirada hacia abajo.
—Toma asiento, o tendré que obligarte a hacerlo, y no quiero —me dijo Anna, que sostenía una pistola apuntándome. Me senté a lado del que decía ser mi padre, pero no actuaba como tal, no intentaba protegerme cuando más lo necesitaba. Me senté no por temor de Anna, podría esquivar sus balas sin problema, pero no podría detener a Karen, a mi padre, ni a mi madre. Al menos no al mismo tiempo.
—Ahora sí, cuéntame, ¿qué es tan importante para que Karen se espere en poseer mi cuerpo?
—Sabes que tu madre y yo siempre te quisimos, siempre te querremos sin importar lo que pase, aun cuando preferiste ser una Upir y no una vástaga.
—¿Es por eso por lo que dejan entregar mi cuerpo y encarcelar mi alma?
—Lo permitimos porque es lo mejor para todos, aunque claro, eso no lo sabrás hasta que seas poseída.
—¡Basta de cursilerías! —replicó Karen a mi señor padre.
—¿Por qué yo? —interrumpí.
—Porque tú eres mitad vampira.
—¿Qué? ¡Eso no puede ser cierto!
—Me temo que así es mi pequeña.
—¡No me digas así! Perdiste ese derecho, así como el de yo llamarte padre —le contesté al señor que alguna vez llamé papá.
—Entiendo tu enojo, verás:
Hace 27 años yo ataqué a una mujer. Ella tendría unos 19 años en aquel entonces, junto a cuatro semanas de embarazo, cosa que yo no sabía. La maté, era tan hermosa, tenía esos ojos cafés igualitos a los tuyos y no me pude permitir el dejarla tumbada en ese callejón. Así es que corté mi muñeca con mis colmillos y derramé mi sangre sobre su boca. Sabía que era demasiado tarde, para convertir un humano en vampiro tienes que brindarle tu sangre antes de que muera, no después. Así es que la dejé en ese callejón pensando que no la volvería a ver jamás, pero estuve equivocado. No sé cómo pasó, pero la volví a ver y ahora fue ella quien me atacó. Me drenó la sangre y seguiría inmóvil si no fuera por tu madre.
—¿Eso fue cuando Karen te encontró?—le pregunté y me contestó con un leve movimiento de cabeza lo que sería un sí.
—¡Espera! Karen dijo que ella te atacó, ella no es… no puede serlo.
—No, no lo es. Ella sólo dio la orden. Tu verdadera madre se llama Anna, y está en este cuarto —me quedé anonadada.
—¡Adam, ahora! —gritó Anna. No supe si fue la adrenalina, ya que empecé a ver todo en cámara lenta. Adam entró por la puerta que estaba a espaldas de Karen y en la mano traía un hacha, la cual utilizó para decapitar a Karen sin dudarlo. Su cabeza voló por la mesa y su sangre nos salpicó a todos. Sentí un enorme escalofrío recorrer mi cuerpo. Miré a Adam, tenía la sonrisa más grande que la luna menguante, y a su lado, Gwen, tenía una sonrisa aún mayor.
—¿Te alegra que tu hermana esté muerta? —le preguntó mi madre que se había dado cuenta igual que yo.
—Me da felicidad ver lo estúpidos que son, y les tengo que agradecer, ¡gracias! Ustedes completaron el ritual.
—¿Qué ritual? —pregunté mientras un dolor comenzaba a invadir mi cabeza.
—Mi hermana no murió, no la mataron. De hecho no somos hermanas, yo sólo soy un remanente de ella que una bruja realizó por obligación. Ahora viviremos eternamente con todos los gozos en el cuerpo de Jayden.
—¡Eso es imposible! Jay… ¿no bebiste de su sangre verdad? —preguntó mi padre y yo no le pude contestar. Al parecer al fina si estaban de mi lado, pero no fue suficiente. Me desmayé y desde entonces Karen controla mi cuerpo. Solamente puedo tomar control escasos minutos cuando se va a dormir o ha bebido demasiado.
Adam, Padre, Mamá, extraño… si estás leyendo esto, es porque es un grito de auxilio. Ayúdame a que tome control de mi cuerpo, ayúdame a tener mi vida de regreso.