1

Resurrección

    No sé a qué fecha estamos. Han pasado meses desde aquel accidente. La cuenta de los días que logré anotar en mi libreta se los llevó aquel zombi, era mi mochila o mi vida. Llevamos días encerrados en una casa, no hay ninguna señal de que existan más sobrevivientes salvo mi novia y yo. Tenemos que salir de aquí, pues no tenemos más comida, el problema es que tampoco nos quedan municiones. Saldremos mañana al amanecer, es extraño, pero los zombis son nocturnos. Me imagino que debe ser porque son más escalofriantes en la oscuridad.

    A la mañana siguiente:

    Guardé en una bolsa vieja que encontré todo lo que nos podría ayudar; un cuchillo, una botella llena de agua y luces de bengala. Es hora de marcharse, extrañaré este lugar tranquilo y acogedor. Aquí dentro parecería que los zombis son cuentos de hadas. Como esperaba, la calle estaba sola, sin una persona, sin un maldito monstruo. Caminamos un poco para entrar a un supermercado y parecía que llevábamos meses encerrados, pues todo estaba sucio, e incluso lleno de sangre que afortunadamente no estaba fresca. Lo primero que hicimos fue comer productos enlatados. Sabia asqueroso, pero todo lo demás ya estaba echado a perder. Ese fue un grave error, como consejo, si estás en el apocalipsis sabiendo que hay creaturas queriendo tu carne fresca, asegúrate de que no haya nadie más antes de sentarte a comer. Esto fue lo que nos pasó; cuando Michelle, mi novia, estaba dando un bocado a una fruta en vinagre, vi una sombra que pertenecía a un zombi detrás de ella. Le dije que había que salir de inmediato y por fortuna escapamos ilesos. Los zombis son lentos y torpes, puedes escapar sencillamente de uno, pero no de mil.

    Nuestra misión era encontrar refugio y comida. Pasamos el día caminando, pero por más que buscábamos no encontrábamos nada seguro. Parecía que después de todo había más sobrevivientes aparte de nosotros dos, pues las tiendas que nos topamos más adelante ya habían sido saqueadas. Empezaba a oscurecer y no tuvimos otro remedio más que entrar a un almacén. Esta vez tuvimos nuestras precauciones y nos aseguramos de que no hubiera ningún zombi. Nos turnamos las horas de dormir en caso de que sucediera algo inesperado. Mientras vigilaba, encontré un cuaderno viejo, en este había varias notas que por lo que contaba era del encargado del almacén. Contó que no resistía más y que iría hasta el fin del mundo para matar zombis y encontrar personas, si es que todavía las había. Hasta el final del cuaderno dice que si esto es leído por alguien, dejó comida y armamento en la cámara de refrigeración, ¡esto es asombroso! Pero muy arriesgado para ir en este momento. Lo mejor será ir allí mañana.

    Cambié turno con Michelle diez minutos antes de lo que establecimos, pues me moría de sueño y ella no podía cerrar los ojos del hambre que tenía. No le conté del cuaderno porque la conozco y sé que iría sin mí en cuanto mis parpados se cerraran.

    Al día siguiente:

    Buscamos la sala de refrigeración, pero no la encontramos. Revisé el cuaderno para ver si de casualidad había dibujado un mapa o una pista de donde estábamos, pero fue inútil. Recorrimos todo el almacén y no existía ninguna sala de refrigeración. Lo único que encontramos fue el comedor de los empleados y muy poca comida. Cerramos las puertas y nos sentamos a comer. Al terminar me quedé dormido, pues tampoco pude descansar en la noche, pero un grito me despertó. Era Michelle que había descifrado algo del cuaderno. El dueño del almacén nunca estuvo aquí, pues relata que era dueño de una surtidora de carnes y en este lugar no hay nada de eso. Le dije que eso no nos ayudaba en nada, pues no tenemos la más mínima idea de donde podría estar esa surtidora, y en caso de que la encontráramos no sabemos si la persona que dejó aquí el cuaderno fue la misma que lo escribió, pues de no ser así, seguramente ya habrían tomado la comida y el armamento.

    Racionamos la comida y alcanzamos a sobrevivir una semana más en este almacén. El tiempo libre que tenía, el cual era mucho. Lo ocupé para crear armamento. Con unos fierros viejos y unos tubos de metal me encargué de hacer dos espadas que obvio no podían cortar, pues no tenían filo, pero un golpe con una de esas sería suficiente para provocar un daño cerebral capaz de matar al instante, sí, matar a algo que ya está muerto.

    Pasó la semana y salimos a buscar más comida. Le di una espada a Michelle, pero le resultó muy pesada y decidió usarla más de bastón que de arma. La calle estaba cerrada debido a un tráiler que parecía haber chocado y se volteó bloqueando la calle. Tratamos de escalarlo, pero ella se cayó y se hizo una cortada en el brazo izquierdo. Empezó a sangrar mucho y lo único que pude hacer fue limpiarle la herida con la poca agua que teníamos destinada a tomar. Me quité la playera y se la amarré en el brazo para que dejara de sangrar. Los zombis tienen instinto de tiburón, pues apenas olieron la sangre ya teníamos cinco a nuestro alrededor. Saqué mi espada y les empecé a pegar con toda mi fuerza sobre la cabeza. Dio resultado, pero vinieron más. De un momento a otro parecían ser más de cien. A pocos metros de distancia alcancé a ver que uno de ellos antes fue policía, portaba el uniforme y una pistola. Me acerqué, le di un buen golpe y antes de que cayera inconsciente le quité el arma. Michelle estaba detrás de mí clavando el cuchillo a todos los zombis que podía, pero se veía débil. Teníamos que salir de allí. Con la pistola disparé al tanque del tráiler y después al motor. Corrimos esperando que explotara y varios zombis murieran, pero no pasó nada excepto que se distrajeron por el sonido. Entramos a una casa y subimos a la azotea. Tratamos de bloquear todas las puertas con muebles para que los zombis no pudieran entrar.

    Revisé el cartucho de la pistola y sólo nos quedaba una bala. Desperdicié munición en mi plan de explotar el tráiler. Sé qué fue peligroso, pero me fui a la esquina de la azotea para ver donde estaban los zombis. Si nos habían seguido, fue cuando me llevé una gran sorpresa. Los zombis que yo había matado se convirtieron en la comida de los otros. Fue realmente repugnante ver cómo les arrancaban la carne a los que yacían inmóviles, ¡eran caníbales! Claro que antes de ver esto pensaba lo mismo, pues los zombis alguna vez fueron humanos y ahora buscan carne humana para saciar su apetito, pero nunca pensé que comerían a uno de los suyos. Supongo que eso es lo que llaman instinto de supervivencia.

    Le conté a Michelle lo que vi y como no me creyó, ella misma fue a ver. Segundos después gritó que fuera dónde estaba ella, pues había visto algo que nos podría ayudar. Pasando la calle que aquel tráiler bloqueaba había un letrero anunciando una bodega de carnes. Pensó que seguramente sería el almacén que leímos en el cuaderno. En el techo que nos encontrábamos tenían una escalera plegable y la ocupamos de puente para llegar al siguiente edificio. Fue escalofriante, pero no teníamos otra opción, claro… aparte de morir. Al cruzar tomé un poco de ropa que estaba tendida al parecer desde hace meses, pues necesitaba algo con que combatir el frio, debido a que mi playera la tenía Michelle parando su hemorragia del brazo.

    El camino parecía más fácil, las casas de ahora en adelante estaban juntas y sólo las separaban paredes de menos de dos metros de altura. Pasamos el tráiler y ahora sólo faltaba bajar, pues el almacén se encontraba del otro lado de la calle. La puerta de la azotea era de madera y estaba bastante débil debido a las termitas. La golpeé con mi espada casera hasta crear un hueco donde cupiera mi mano y abrir la chapa por dentro. Inspeccionamos la casa y tomamos todo lo que nos podría servir; una mochila, comida y botellas de agua. Llegamos a la entrada principal, sabíamos lo que nos esperaba. Teníamos que abrir la puerta y esperar a que no haya ningún maldito zombi afuera. Preparé mi espada y abrí la puerta de golpe. Salimos y afortunadamente no había nadie. Parecía que quedaron satisfechos con lo que comieron, o les era imposible cruzar el tráiler. Caminamos con cautela hasta el almacén y traté de abrir la puerta, pero estaba cerrada. Michelle tenía un plan «b» que consistía en utilizar el cuchillo como ganzúa. En ese momento pensé que se había vuelto loca. No sé cómo lo hizo, pero funcionó.

    Una vez adentro buscamos la sala de refrigeración. El lugar era inmenso y estaba bien detallado en señales. Había un mapa en la pared y creo que esta vez estábamos en el lugar indicado. Nos dirigimos a donde señalaba el mapa y una vez dentro encontramos una nota colgando del techo. Decía lo siguiente:

    Si estás leyendo esta nota es porque no eres un maldito zombi. No sé si encontraste este lugar por el cuaderno o por búsqueda de refugio. En caso de tener el cuaderno déjalo en un sitio donde puedan ir más sobrevivientes en un futuro. Me dirijo hacia el norte. Leí en internet (cuando todavía existía), que la debilidad de los zombis es el frio extremo. Si te interesa reformar la vida humana, mata todos los zombis que puedas y ve al centro de Minnesota, Estados Unidos.

    Posdata: Recoge sólo el armamento necesario, deja algo para otros sobrevivientes.

    Dejé la nota en donde la encontré, el cuarto estaba lleno de armas y comida de todo tipo. Tenían ametralladoras, escopetas, pistolas, revólver, magnum, granadas y la que más me gustó; el mini-bazuca de mano. Michelle no dijo nada, pero escogió el revólver. Yo en cambio tomé la metralleta, granadas y por supuesto la mini-bazuca. Agarramos bastante comida, aún así quedó suficiente por si venían más sobrevivientes.

    Nuestro destino había cambiado, pues nosotros nos dirigíamos hacia el sur, pero sabiendo que había más personas y que iban hacia el norte. Nos unimos en su búsqueda de una nueva colonia humana anti zombis.

    Decidimos refugiarnos en el almacén para pasar la noche y salimos a primera hora. Nos regresamos por el camino que habíamos tomado para cruzar el tráiler y cuando lo pasamos de regreso, sorprendentemente seguían ahí los zombis, pero esta vez estaba infestado de ellos, ahora eran cientos, sino es que miles. Llenaban toda la calle sin dejar algún hueco.

    Como teníamos comida, armas, y un lugar seguro donde no podrían pasar. Decidimos quedarnos en la casa y esperar a que se fueran a otro lado. Además, Michelle necesitaba curarse de su brazo.

    Subíamos cada día para ver si ya se habían ido, pero siempre eran los mismos. Todo aparentaba que no querían irse, que había algo allí que no hacía que se fueran, era evidente. Nos buscan a nosotros, carne fresca y no muerta. Era imposible salir de allí, nos tenían rodeados por toda la manzana y la última vez que subí a la azotea estaban creando una montaña para escalar hasta aquí con los zombis inmóviles, pues no puedo decirles muertos, porque se supone que ya lo están. Al ver esto entré de inmediato y se lo conté a Michelle. Ella enloqueció, y recuerdo sus últimas palabras a la perfección:

    –Prefiero morir que ser uno de ellos, tú deberías hacer lo mismo –fue cuando agarró el revólver y se lo metió en la boca. Disparó y sólo pude ver como su sangre salpicó la pared acompañando a su cuerpo inmóvil.

    –¡No! –grité. Intenté detenerla, pero fue demasiado tarde. Abracé su cuerpo. La ira se apoderó de mí y salí a la calle. Maté a cuanto zombi se me puso enfrente, que por cierto eran miles. Disparé a todos lados con la metralleta, pero no podía con todos. Al final agarré el mini-bazuca de mano, con esta maté a varios de un solo disparo. Parecía no tener fin, tomé las granadas y lancé dos o tres, pero la última no, la última me la quedé para cumplir con el deseo de Michelle. Le quité el seguro y esperé. Mi cuerpo se aferró a esa granada para después desvanecer.

2

De regreso a la realidad

    Me desperté encerrado en una cama de metal y con cables conectados por casi todo el cuerpo, no directamente a las venas, sino a la piel. Me dolía intensamente la cabeza. Lentamente empecé a recordar. Todo fue una maldita pesadilla dentro de una máquina que simula otro mundo. Mi padre es militar, coronel para ser más preciso. Trajo estos simuladores a la casa. Mi novia y yo habíamos decicido probarlos, por cierto… ¿dónde estaba Michelle? Salí de la caja y vi que el otro simulador estaba vacío. Corrí por la casa gritando su nombre y estaba apenas saliendo de la puerta de la sala. Empezamos a platicar y un momento después a pelear. Yo le reproché de que se quitó la vida en el simulador, pues de haber sido real no estaríamos aquí. Ella simplemente me contestó que eso era un pésimo videojuego y que no lo volvería a jugar. Fui honesto y le contesté con lo que pienso, que eso no podía ser un juego de vídeo. Era una máquina muy avanzada creada para entrenamientos militares. Diseñada para probar cuánto tiempo podrías vivir si resultara un apocalipsis, una guerra, una invasión alienígena o cualquier cosa que atente tu supervivencia, ¿podrías salvar al mundo, o sólo intentarlo? Obvio nosotros ni llegamos a eso. Sobrevivimos bastante tiempo, pero al final morimos y no acabamos con los zombis. No salvamos a la humanidad.

    Ella no dijo más y dando media vuelta se fue. Me dijo que no quería volver a verme y que dejara de obsesionarme, pues no va a haber ningún apocalipsis y mucho menos zombi. Yo le dije lo que mi padre siempre me dice: Cuando la tecnología ya no pueda avanzar más, ese día se borrará todo para volverse a escribir. Con esta máquina capaz de crear una realidad alterna, pronto llegará ese día.

    Michelle me dejó y yo sabía que nunca iba a regresar. Tal vez tendría razón en decir que me obsesioné, pero todos tenemos alguna manía, ¿qué sería de la vida sin algo que nos apasione, algo por lo que valga la pena perder ciertas cosas? En mi caso fue mi novia, pero como dice aquella frase que no recuerdo donde la escuché: “Todo beneficio conlleva un sacrificio” aunque en ese momento desconocía que oportunidad era.

    Sabía que mi padre estaría enojado, pero no fue así. Regresó del trabajo como si nada hubiera pasado. Pensé que algo no andaba bien y le pregunté, ¿qué era lo que le pasaba? Me respondió que no tenía idea a que me refería. La culpa me ganó y terminé explicándole que usé la maquina sin su permiso. Sorprendentemente no me castigó, al contrario, me felicitó por durar tanto tiempo al ver los resultados, pero que necesitaba practicar más. Me explicó cómo funciona el simulador. Básicamente lo que hace es drogarte con impulsos eléctricos para que entres en un estado inconsciente. Todo lo que ves, lo que sientes, incluso lo que hueles lo crea el simulador para tu mente. Esto significa que nada es real, pero como está dentro de tu cerebro, todo parece tan verdadero que te olvidas de que es ficticio. Como transcurre todo en tu mente, si pasan diez años en el simulador pasarán diez minutos en la vida real. Ahora entiendo porque mi padre no tenía idea de lo que le decía, pues habrían pasado apenas tres minutos fuera de la maquina cuando imaginé que fueron años… Por último, la única forma de salir del simulador es muriendo o que alguien de afuera te desconecte.

    Pasaron dos meses y no podía pensar en otra cosa que no fuera la máquina. Yo le llamaba quimera, pues es una ilusión que se cree posible, pero no lo es. Mi padre me explicó que sólo la podría utilizar cada seis meses. Que las personas que no han seguido estas instrucciones se han vuelto locas y piensan que siguen en el simulador, provocando su muerte pensando que van a salir de una maquina a la cual no estaban conectados.

    Eso no me gustó nada, ¿cómo se supone que iba a entrenar si era cada medio año? El fin del mundo no va a esperar a que estuviera preparado contra cualquier catástrofe.

    Los días se me pasaban como si fueran siglos… ansiaba el momento de entrar en esa máquina y sentir la emoción de que fuera último ser inteligente del planeta.

    Seguí con mis estudios y necesitaba un nuevo hobby, algo que me distrajera de quimera. Sólo faltaban tres meses para volver a entrar. Cada noche era peor, pues sabía que eso significaba que faltaba menos, pero las ansias incrementaban cada vez más. Empecé a soñar con ángeles. Supongo que lo provocaba mi deseo de volver a entrar. La verdad, nunca he creído en eso de la interpretación de los sueños, pero siempre era una mujer pelirroja, con una ala negra y la otra blanca, ojos azules. Al principio me sonreía y yo me acercaba a ella, pero cuando estaba a punto de tocarla, me atravesaba el pecho y me despertaba de la pesadilla. Exaltado me levantaba de la cama para ir al baño a limpiarme el sudor de la cara.

    Mi padre se fue de misión a Rusia. Algo debía de estar pasando en el mundo para que se juntaran las dos mejores fuerzas militares del planeta. Mi papá era estadounidense y mi madre mexicana, pero eso es otra historia, pues la asesinaron cuando yo tenía nueve años. La recuerdo perfecto, era realmente bella y no lo digo por ser la persona que me dio la vida. Ella fue actriz y era de las mejores. Ganó un premio por mejor actuación. Lo único que me queda de ella es un dije en forma de mariposa.

    Tendría la casa sola durante dos meses y me resultaba muy difícil resistirme. Sé que iba a terminar metiéndome a quimera, aún cuando mi padre me hizo jurar no hacerlo. Sentía que iba a ser muy trabajoso esta vez, pues no estaba Michelle, aunque pensando claramente, sería más fácil. No tenía que preocuparme por ella, solamente por mí. Era egoísta, pero así tendría más comida y más agilidad al no tener que voltear atrás.

    Era el día que Mariana haría su fiesta. Nunca he sido muy sociable. Nada más lo soy con las personas que me interesan y ella estaba incluida. Se enteró que Michelle y yo rompimos nuestra relación hace poco y me dijo que fuera, aunque la verdad no sabía qué hacer, ella me gustaba, pero no me agradaba su actitud. Era guapa, pero se comportaba como una niña de diez años cuando tenía más que el doble.

    Le había dicho a Mariana que iría a la fiesta, pero no tenía ganas. Se hizo de noche y mi padre se fue a las nueve en punto. Apenas salió, me instalé en quimera. Conecté los cables a mi cuerpo y cuando todo estaba listo pulsé el botón de «Iniciar simulador».

    Abrí los ojos y me di cuenta de que seguía en la máquina. Desconecté los cables y abrí la cabina. Miré el reloj, eran las nueve con seis minutos. No había pasado siquiera 60 segundos, pues mi papá se fue a las nueve y tardé cinco minutos en entrar. No recordaba nada de cuando estuve dentro. Supongo que me mataron al instante o la maquina se descompuso. No me dolía la cabeza como la última vez. Subí a mi cuarto y me arreglé un poco para ir a la fiesta de Mariana. Había puesto el pretexto de que estaba desganado porque realmente quería entrar en quimera, quería sentirme vivo, pero ahora que no funcionó, no tenía otra cosa mejor que hacer.

    Tomé prestado el coche de mi padre, nunca me lo prestaría, pero si quebré una promesa, ¿por qué no romper una regla? Las calles estaban un poco vacías para ser sábado por la noche. Al fin llegué y estacioné el auto a media cuadra. No sabía exactamente cual era la casa de Mariana, pero lo pude saber por el sonido de la música. Toqué a la puerta y no abrían. Toqué más fuerte y esperé. Un momento después vi que la chapa se movía lentamente. Cuando se abrió la puerta me di cuenta de que era un zombi el que la abría, el cual levantó sus manos para tratar de agarrarme, por fortuna era muy lento. Como ya sabes, mi padre es militar, así es que me regaló una pistola desde lo que pasó con mamá. Me dijo que siempre la llevara conmigo y esta vez no era la excepción. Saqué el arma de mi chamarra y le disparé justo en la cabeza, en medio de los ojos. Fue cuando la música se detuvo y empecé a escuchar gritos. En ese momento supe la verdad. Era una fiesta de disfraces y lo que pensaba que era un zombi, era una persona maquillada. Ahora entendía porque hay que pasar seis meses sin utilizar la máquina. Qué tonto fui. Llegó la policía, supongo que alguien le marcó de inmediato. Me arrestaron y me llevaron en la patrulla a una celda donde pasé la noche.

    Conocía la ley y sabía lo que harían conmigo. Me van a quitar la vida como yo se la quité a aquel chico. Es como el viejo dicho “ojo por ojo, diente por diente”. Antes pensaba que esa ley era justa, pero ahora que estoy en ella, sólo puedo decir una cosa y es que no quiero morir.

    Pensé que mi padre regresaría y me salvaría, pero no fue así. Pasé una semana encerrado en lo que analizaban mi caso. Era la peor semana de mi vida. Incluso me la pasaba mejor dentro de la maquina llena de zombis invadiendo mi mente. Si tan sólo estuviera en ella. Me despertaría de esta pesadilla con sólo un disparo. Se acercó un oficial y me informó que mi papá había muerto. Esto no podía estar pasando, yo estaba a punto de que me sentenciaran pena de muerte y mi progenitor se me adelantó durante un entrenamiento militar. Él era lo único que tenía.

    Era de noche, pero no tenía sueño, ¿cómo dormir cuando tienes los días contados? No tenía una meta por la cual luchar. La máquina ya no funcionaba y estaba más solo que un perro abandonado. Ya no me importaba vivir, ¿qué vida podría tener después si pudiera escapar de este horrible lugar? Recordé como Michelle se resignó a la muerte dentro de quimera. Me enojé tanto que hasta terminamos de ser novios. La furia que me dio cuando ella se suicidó me recorría el cuerpo de nuevo. Pasara lo que pasara, no podía renunciar de la misma forma que ella lo hizo. Empecé a ejercitarme con lo que podía. Mientras hacía abdominales pasó un guardia afuera de la celda. Me vio y me preguntó que para que me ejercitaba, que si me estaba preparando para el infierno. Me levanté y lo miré a los ojos, le dije que nos veríamos ahí después de matarlo junto con su familia. Se enfureció y abrió la puerta de la celda para entrar. Como el trabajo de mi papá le exigía pasar mucho tiempo fuera del país, al morir mi madre no le quedaba otra opción que llevarme con él. Por lo que cuando él entrenaba, yo también. Al entrar el guardia intentó golpearme con la macana, lo interpuse con mi antebrazo y con el otro brazo le di un codazo en la boca. Cayó de rodillas ante mí y le presioné una parte del cuello para que la arteria carótida dejara de enviar sangre a su cerebro provocando que se desmayara. Ya que el guardia yacía inconsciente en el piso le quité sus llaves, la tarjeta de accesos y su uniforme para ponérmelo. Lo acosté en la cama para que pareciera estuviese dormido. Para ocultar la sangre dejé mi playera tirada en donde estaba manchado.

    Logré escapar de donde estaba encerrado. Todavía no declaraban si me matarían o pasaría toda mi vida en prisión, por lo que me encontraba en una comisaria de la ciudad. Mi objetivo era fácil, pero a la vez complicado. Tenía que ir a casa, precisamente a mi cuarto para tomar mis ahorros, junto a mi maleta de emergencia. Siempre odié a mi padre por obligarme a hacer eso, pero hoy lo amo, bueno, a su memoria.

    No sabía cuánto tiempo tendría hasta que se dieran cuenta que no estaba en mi celda. Como estaba a varios kilómetros de mi hogar decidí tomar un coche prestado, obvio sin el permiso del dueño. Traté de ser cauteloso para que no me parara la patrulla, pero pasó algo inevitable, a treinta metros había una patrulla parando a los coches. No podía retroceder, pues era una calle de un solo carril y tenía como a diez coches detrás del mío. No tenía otra opción que seguir y esperar que no fuera yo a quien buscaban. Se acababa de marchar el auto que se encontraba adelante de mí, eso significaba que era el siguiente.

    Estaba muy nervioso. El oficial se acercó a mi ventanilla y me saludó llamándome compañero. Extrañamente le regresé el saludo llamándolo de la misma forma. Me preguntó que como estaba todo. No sabía que pasaba, pero le contesté que todo estaba perfecto y arranqué el auto a toda velocidad. Miré el espejo retrovisor para ver cuántos policías me seguían, pero nadie lo hacía, pues al ver el espejo me vi con el uniforme de la penitenciaria. Me había saludado y preguntado, porque pensó que yo era uno de los suyos. Continúe manejando hasta llegar a casa.

    Después de tanto estrés, lo único que quería era dormir, pero mi casa en esos momentos era muy insegura. Al estar en ella, subí las escaleras para ir por el dinero a mi cuarto. De regreso pasé por la sala y junto a ella el cuarto de juegos. Dónde se encontraba la máquina, que no sé porque se encontraba prendida. Como la cubierta era de vidrio, alcancé a ver una silueta. No podía ser mi padre, debido a que él… me era difícil decir que estaba muerto. Me acerqué lentamente para verle la cara y cuando lo reconocí, di un salto hacia atrás del susto. La persona que estaba en quimera… ¡era yo! Volví a mirar y lo confirmé, definitivamente era yo esa persona. No sabía qué estaba pasando, pero sólo había una forma de descubrirlo. Me temblaba la mano, pero era algo que debía de hacer. Pulsé el botón de interrumpir conexión. Al apretarlo, sentí un dolor inmenso en la cabeza y caí inconsciente al suelo.

3

¿Realidad?

    Abrí los ojos y tuve un déjà vu. Seguía en la máquina, al levantarme vi la fecha y la hora, nueve con cinco minutos del sábado 20 de octubre. Justo unos minutos después de la última vez que me metí, y antes de ir a la fiesta. Al parecer, todo lo que pasó, la persona que maté, y el escape de la comisaria no fue real, pues yo me encontraba utilizando la máquina. Lo único que no alcancé a comprender fue, ¿por qué salí de la maquina pareciendo que ya había terminado la sincronización, cuando todavía estaba dentro de ella? Supuse que es como mi padre me dijo. Que la debía de utilizar con un lapso de descanso de seis meses, de lo contrario me volvería loco.

    Fui a la cocina para tomarme un vaso con agua junto con una pastilla para el dolor de cabeza. Enseguida, pasé a mi habitación para irme a dormir. Fue un gran alivio el despertar de quimera, pero siempre me provoca jaqueca. Mi historial criminal estaba limpio, pues al no ir a la fiesta, no pude matar a nadie.

    Soñé de nuevo con esa mujer alada. No sé qué signifique, pero me está empezando a asustar. Agarré mi tableta y busqué en internet el significado de soñar con ángeles y lo único que encontré fue esto:

    Soñar con ángeles, significa que su alma está inquieta. Los ángeles simbolizan: la bondad, la pureza, el consuelo y la protección. Preste mucha atención al mensaje que ellos le transmiten. Ese mensaje le ayudará a alcanzar la felicidad. Los sueños relacionados con ángeles suelen aparecer cuando se está portando mal con el prójimo y se siente mal por ello.

    Todo esto era muy confuso, pero creo que entendía el mensaje de mi subconsciente. La última vez que estuve con Michelle nos peleamos por tener distintas ideas. En ese momento decidimos terminar la relación y no nos perdonamos. Por lo cual creo que todavía me guarda rencor.

    Una de las cosas que nos hacen ser humanos y que no me gusta para nada, es el orgullo. Nos convierte en personas que prefieren pensar que no pasa nada, y muchas veces se confunde con la dignidad, pero preferí tragarme mi orgullo y pedirle perdón a Michelle por haberme portado como un idiota, que seguir soñando con ángeles pelirrojas.

    Me dirigí a su departamento. Tal vez debería de llamarle a su celular antes de ir, pero estas cosas se tienen que hacer de frente, o al menos eso es lo que mi padre me ha enseñado. No le voy a pedir que regresemos, pues en este tiempo que hemos estado separados no la he extrañado, pero tengo que cerrar este ciclo.

    Estoy a sólo unos metros del departamento y vi que la luz de su recamara estaba encendida, lo cual indicaba que se encontraba ahí. Toqué el timbre de la puerta y gritaron que esperara un momento. Espere como medio minuto, pero me pareció ser mucho más. Cuando abrieron la puerta, me di cuenta de que no era Michelle la que me abrió. Se trataba de una mujer pelirroja y extremadamente guapa. Portaba una toalla en forma de vestido, pues parecía que se acababa de bañar, se veía que todavía tenía el pelo mojado. Le dije que era la chica de mis sueños y al parecer ella lo tomó de otra forma, pues creyó que estaba loco por ella.

    Le expliqué lo que pasó. Que siempre soñaba un ángel de cabello rojizo y que era increíble el parecido con ella. No creo que me haya creído, pues me dijo un poco molesta el porqué de mi visita. Le comenté lo sucedido de mis sueños y que creía que era por la pelea con Michelle. Fue cuando me contó que ella se fue con su madre a Texas. Que eso fue lo que le dijo el que le alquila el departamento. Me disculpé por molestarla y ella me respondió que no hay ningún problema, que ella acababa de llegar de Irlanda y no conocía a nadie. Sabía que no era de Estados Unidos por su acento extraño. Ella necesitaba un guía que le enseñara la ciudad, por lo que me ofrecí a darle un tour americano y ella aceptó. Me emocioné mucho, ¡teníamos una cita!

    Me despedí de ella y quedamos en vernos al día siguiente. Yo pasaría por ella y la llevaría a la universidad. Ya que casualmente vamos a la misma. Yo ya estoy en el último semestre y ella apenas va a empezar.

    No solamente su cara era preciosa, sino también su nombre: Nessa Alannah Black. Tengo que confesar que es un poco extraño, pues nunca lo había escuchado. Recordé que ella era de Irlanda, así es que seguramente allá debía ser un nombre común.

    Pasé puntual por ella, a las once de la mañana como habíamos quedado. Como era de esperarse de toda mujer, todavía no estaba lista y me invitó a pasar en lo que terminaba de arreglarse. Todo estaba diferente de la última vez que entré, que fue cuando andaba con Michelle. Esta vez, todo estaba muy limpio y ordenado. Eso habla bien de ella, aunque espero que no tenga obsesión compulsiva. Ella se metió en su cuarto y yo me quedé en la sala esperándola. Después de media hora, terminó de arreglarse y el resultado fue increíble, pues si me impresionó con su belleza natural, ya maquillada se veía realmente bella.

    Salimos de su casa y fuimos a la universidad. Quedamos de vernos en la cafetería, pues ella tenía que entregar unos papeles y yo tomar dos clases de mi carrera. En realidad, me tocaban tres materias, pero gracias a que Nessa se demoró, ya no llegué a la primera.

    Ya en el salón de clases, me senté en donde siempre. Daniel, uno de mis compañeros me preguntó por qué no fui a la fiesta. Le respondí por cansancio, y al preguntarle como estuvo se quedó callado. Me señaló la puerta del salón, por la cual acababa de entrar Giselle. Se veía muy demacrada. Le pregunté qué pasó y por qué la señalaba. No hubo palabra alguna, pero empezó a escribir en una hoja, después de unos párrafos me la pasó. Decía lo siguiente:

    No hables de eso en voz alta y delante de ella, ¿qué no viste las noticias? Por lo visto creo que no. Te voy a explicar rápido. Apenas comenzaba la fiesta y éramos solamente cinco personas las que habíamos llegado. Mariana, Fernanda, Giselle, su hermano y yo. Tocaron a la puerta y fue Finn, el hermano de Giselle el que la abrió. Se escuchó un disparo y todos salimos a ver qué pasó. Un tipo que se veía estaba súper drogado le disparó a Finn. Llamamos a una ambulancia y a la policía. Llegaron en menos de cinco minutos y lo arrestaron. Aquel tipo, de lo drogado ni siquiera puso resistencia. Un momento después llegó la ambulancia, pero fue demasiado tarde, pues Finn ya había muerto. Aquel tipo se justificó diciendo que pensó que Finn era un zombi ¿Puedes creerlo? Una fiesta de disfraces, se disfrazó de zombi y, ¡pensó que era real! Lo peor es que aquel tipo que lo mató ya está libre, pues se escapó del lugar donde lo tenían encerrado.

    Por cada palabra que iba leyendo mi corazón latía más rápido. Esto no podía ser real. Simplemente no podía serlo. Debía de seguir conectado a la máquina. Tenía un sentir horrible. Conocí a la que creía era el amor de mi vida, y un día después me enteraba de que era mentira. No fue casualidad que Nessa fuera la chica que interpretaba el ángel de mis sueños. La máquina la creó. Nunca morí, por lo cual nunca me desconecté. Le pregunté a Daniel si conocían al tipo que mató a Finn. Sólo me contestó que cuando lo vio, pensó que era yo. Que se parecía mucho a mí, pero al verlo bien supo que no.

    Me levanté e iba a salir del salón, ¿para qué estaba ahí, si todo era mentira? Cuando estaba por salir, llegó la maestra y como era sustituta me convenció en tomar la clase. La verdad me quedé, porqué perder una hora dentro de la maquina era como perder un segundo. Además de que no pensaba en suicidarme para despertar a la realidad. Podía jugar a ser Dios un rato.

    Terminaron las clases y fui a la cafetería. Donde ya estaba Nessa. La saludé nuevamente y la invité a comer algo. Le dije que le iba a dar un tour gastronómico. Fuimos al “Toro azul” un restaurante—bar donde venden la mejor arrachera del estado. Empezamos a platicar de sus tradiciones, y cuando empezamos a hablar de mi país, un momento después la besé. Le expliqué que era una tradición recibir a los extranjeros con un beso en la boca, pero únicamente con la primera persona que la invite a comer. No quería que se andivuera besando con cualquier otro. Obviamente esto era mentira, pero ella me creyó. Fue el mejor beso de toda mi vida. Tiene unos labios suaves y deliciosos. Claro que es porque mi cerebro hace que me crea esto.

    Después de una comida exquisita, la dejé en su casa y me fui a la mía. Al entrar en ella recordé la máquina, ¿me podré ver dentro como la última vez? Fui a verla, pero esta vez estaba vacía, ¿qué pasaría si me metía en ella? Pues ya estaba dentro, ¿sería como soñar dentro de un sueño? La verdad no sabía qué pudiera pasar, y por lo tanto no lo hice. Por lo menos hasta salir de esta realidad virtual, y preguntarle a mi padre las consecuencias que podría tener.

    Fui a mi cuarto y me pasé el resto de la tarde jugando videojuegos. Me llamó mi padre por teléfono y me contó que pronto regresaría a casa. Que mientras no utilizara la maquina, pues la quería utilizar conmigo.

    El miércoles fui con Nessa al cine. Donde la besé por segunda vez, sólo que ahora fue para pedirle que fuéramos novios. Como lo supuse, ella aceptó y podría decir que fue el mejor día de mi vida, claro, si es que hubiera sido real.

    Los días se volvieron rutina y empezaba a aburrirme. Siempre era lo mismo, al terminar las clases pasaba el resto del día con Nessa, en la noche la dejaba en su casa y me regresaba a la mía. Tengo que confesar que a este simulador le falta bastante acción. Ya quiero matar a un zombi o escapar de la policía. Sentir la adrenalina recorriendo mis venas.

    Después de tanto tiempo, falta my poco para que mi papá regresara. Estaba ansioso y a la vez preocupado por lo que pudiera pasar, pues todavía alcanzaba a comprender que yo me pudiera meter en la maquina estando ya dentro de ella, ¿pero mi padre? El cual era una ilusión mía al estar en esta realidad virtual. La máquina se podría sobrecalentar y quemarme con ella.

    Al día siguiente:

    Estaba dormido y empecé a escuchar gritos con mi nombre. Me levanté y reconocí la voz, era mi padre. Fui a la entrada de donde provenían los ruidos, y aquel hombre no podría ser mi papá. Era un señor ya viejo como de unos ochenta años.

    Él me nombró hijo y le grité que se fuera. Él me pidió un minuto para explicarme lo sucedido y se lo di. Me explicó que la maquina actualmente tiene un error. Que los años que pasó dentro de ella en su misión también pasaron en la actualidad. Le respondí que eso es imposible, que todavía estábamos dentro de la máquina. Le conté la vez que me metí a quimera y maté a aquel tipo disfrazado de zombi, y que cuando salí de ella realmente había pasado todo eso. Que no había otra explicación lógica, más que todavía estuviera dentro de ella, pues nunca morí. El que decía ser mi padre sacó una pistola y me la ofreció. Dijo que de ser así, debía salir a la realidad. Tenía razón, no podía seguir viviendo una mentira como si fuera verdad. Tomé la pistola y la apunté directo a mis sesos. Cerré los ojos y apreté el gatillo. La pistola estaba descargada por lo que no me pasó nada. Vi como salía una lágrima del ojo izquierdo de aquel señor y me dijo: Hijo, te he perdido. Sacó otra pistola de su bolsillo y me disparó al cuello. No era una pistola común, pues en vez de balas de metal, era una inyección que me hizo desmayar.

    Me desperté estando en mi cuarto y en el piso, precisamente en una colchoneta, había una mujer dormida. No recuerdo haber estado con alguna mujer desde hace algún tiempo, ¿quién era ella y por qué estaba en una colchoneta? Ella empezó a moverse lentamente y creo que sólo se estaba acurrucando, pero necesitaba saber qué pasaba.

    La quería despertar, pero me daba pena. Esperé despierto viendo su espalda desnuda, por más que traté de recordar, no lograba saber quién era o por qué estaba ahí.

    Ella se volteó de mi lado y abrió lentamente los ojos. Cuando me vio que la estaba viendo, se levantó en un segundo y saltó encima de mí diciendo:

    —Mi amor, que bueno que ya te levantaste —y me dio un beso en la boca. Le respondí el beso, pues me era imposible negarme, y una vez que me dejó hablar, le dije que lo sentía, pero que no sabía quién era. Me contestó que era normal, que mi padre le contó que después del accidente que tuve, lo más probable es que perdiera la memoria, pero que poco a poco empezaría a recordar.

    No recordaba ningún accidente, pero me imaginé que era por lo que me acaba de decir. Debí de haber sido una persona increíble antes del accidente para poder tener una novia como Nessa. Espera… todavía no me decía su nombre. Ya empezaba a recordar, aunque sólo eso… no sé ni cómo nos conocimos, cómo fue que le pedí que fuera mi novia.

    —Voy a traerte algo de desayunar, no te muevas de aquí —Fue lo que Nessa me dijo y salió del cuarto. Era horrible no poder acordarte de nada, no saber a qué primaria fuiste, cuántas novias tuviste, si Alannah verdaderamente era quien decía ser. No habían pasado ni cinco minutos y ya me estaba desesperando de tener la mente en blanco. A veces la vida juega con cosas que no debería, ¿por qué yo? Tan joven y aparentemente con una novia tan hermosa cómo el atardecer en la playa. Alannah me gritó y me dijo que el desayuno estaba servido, que bajara. Salí del cuarto, no supe si reírme o ignorar y aparentar que no pasaba nada. Alannah tenía el cabello blanco por la harina y tenía toda su ropa manchada de salsa. Parecía una anciana que no sabía cocinar.

    Estábamos desayunando y todo parecía tan frustrante, odiaba no saber de mi pasado, y temía perder a Alannah. Me preguntó si quería salir y de inmediato le respondí un sí. Tal vez vea algo del pasado, entender que pasó. Salimos y me dijo que me llevaría al lugar donde recordaría todo, y nos dirigirnos al metro, me dijo que para salir… primero tenemos que entrar. No entendía ninguna de sus palabras y al cuestionarla me respondió que no bastaba salir de la casa, hay que salir más allá. Por un momento pensé que yo no era el único que estaba loco. Entramos a la estación y mi mente seguía tan confundida como siempre, ningún recuerdo llegaba a mi cerebro, abordamos el metro y nos dirigíamos al norte.

    Pasaron diez minutos y no habíamos dicho una sola palabra, ¿qué le decía si no sabía nada? No fue necesario, ella rompió el silencio y me preguntó qué sería capaz de hacer por la persona que amo, ¿si sería capaz de cambiar mi destino por el suyo? Le respondí que sí, que creo que cualquiera lo haría, aunque yo no era cualquiera, yo era… ¿cuál era mi nombre? Alannah no dijo nada, pero hizo que diéramos una vuelta de 180 grados, cambiando de lugares. Quedando ella donde yo estaba. Dos segundos después, el metro chocó y frenó bruscamente haciendo que todos nos volquearamos unos con otros.

    Abrí los ojos y con mucho trabajo logré ponerme de pie, me dolía la cabeza y sólo recordaba que Alannah estaba conmigo… moví los escombros y cinco minutos después encontré su cuerpo sin vida, ¡ese era mi destino, no el de ella! No sé cómo lo supo ni por qué, pero lo cambió. Yo debería estar muerto y ella con vida. De hecho, todos parecían estar muertos, ¿hay alguien aquí? ¡Auxilio, alguien responda, por favor! Grité, pero no hubo respuesta, ¿por qué me salvaría? ¿Por qué de todos los pasajeros… me salvo a mí? ¿Ella era mi ángel de la muerte?

    Me preguntaba cómo salir de aquí. Se sintió como si un terremoto sacudiera el tren, pero mi instinto me decía que se trataba de algo mucho peor. Empezaban a golpear el tren por la parte delantera, por donde chocó. Corrí en dirección a la cola del tren lo más rápido que pude, pero sea lo que fuera contra lo que el tren chocó… Venia hacia mí, y percibí que era grande debido al eco que producían sus pisadas. Estaba a dos metros de la salida del vagón y sentí la respiración de aquella bestia detrás de mí. Lentamente volteé para verla a los ojos, era como ver a la mismísima muerte. Tenía la piel roja por la sangre que tenia del choque con el tren. Me quedé inmóvil y sólo vi sus pulmones inflarse de aire, estaba preparándose para atacarme. Corrí antes de que esa bestia pudiera hacer algo, pero no fue suficiente, la bestia me clavó sus garras en el hombro, yo tomé un pasamanos que estaba roto recargado en la pared y se lo clavé directo al corazón. La bestia chilló y cayó al suelo, pero no murió. Regresé por el cuerpo de Alannah, no podía dejarla ahí, no después de lo que hizo por mí. Sentía mi cuerpo cansado y la cabeza me daba vueltas. Perdí demasiada sangre y por más que quería, no tenía energía para poder continuar.

    Me desperté en una camilla y estaba entubado a miles de aparatos. Estaba seguro de que esto no era un hospital, era un laboratorio y yo era el espécimen a estudiar. El doctor, al ver mis ojos abiertos, tocó el botón de emergencia y el cuarto se llenó de un gas somnífero que durmió a todos inmediatamente, excepto a mí… para mí fue como si fuera un aromatizante. Me levanté de la camilla y vi mis piernas convertidas en las de aquella bestia. Miré mi reflejo en el vidrio y logré apreciar que era una especie de quimera entre esa bestia y un humano. Del torso para abajo tenía el cuerpo de la bestia, pero del pecho para arriba era completamente yo. Me preguntaba si me quedaría así, o ¿habría un momento en el que perdiera mi humanidad? Para serte honesto, me gustaba mi nueva apariencia. Me sentía más ágil, fuerte.

    Parecía que hubiera pasado una hora cuando en realidad pasó medio minuto, los guardias estaban fuera de la pared de vidrio y la mayoría me veía con terror, aunque pocos sentían admiración, e inclusive envidia, ¿por qué podía sentir los sentimientos de ellos? ¿Acaso esto era evolución? No importaba lo que yo pensaba, no importaba lo que ellos pensaban, lo único que verdaderamente importaba es lo que pensaba el general, el que da las órdenes. Todos me apuntaron con sus armas, aunque nadie quería hacerlo, eran órdenes que no querían cumplir, sin embargo, estaban decididos en ejecutar la acción. No podía decirles lo equivocados que estaban.

    No tenía otra opción más que escapar, por lo que corrí a la derecha y confiando en mi nuevo instinto derrumbé la puerta que daba al siguiente cuarto. Corrí, derrumbé todo e inclusive ataqué algunos guardias que me topé en el camino. Sentía que sólo estaba dando vueltas, pero no me podía detener. Llegué a un cuarto donde una ametralladora eléctrica comenzó a dispararme. Me oculté debajo de un mueble, segundos después tenía más de cien guardias acorralándome. Un guardia disparó y vi la bala en cámara lenta que venía hacia mí. El problema… era que yo también estaba en cámara lenta y no la podría esquivar. De repente, algo cayó del techo e impidió que la bala impactara en mí. Al verla detenidamente me di cuenta de que era aquella bestia que intenté matar en el tren, y de haberlo hecho… aquí hubiera terminado esta historia. La bestia me vio a los ojos y sin palabras entendí que teníamos que correr. Ella se levantó y saltó de lámpara a lámpara para esquivar a los guardias. Yo fui detrás de ella. Al final llegamos a la azotea del edificio. Ella se acercó a la orilla, me vio de reojo y me hizo una seña para que la siguiera. Se aventó a más de cien pisos de altura, y yo salté detrás de ella.

    Recuerdo las últimas palabras de la bestia. Me dijo:

    —Soy Alannah, a mí también me mordió… tienes que despertar, ellos quieren que seas su arma y tú no se lo puedes permitir. Prométeme que no lo harás.

    —¿Despertar, de qué? —le pregunté.

    —Ya lo sabrás, por ahora prométeme que no se lo permitirás.

    —Lo prometo —le contesté y antes de caer al piso, clavó sus garras en mi pecho para sacarme el corazón.

4

Amor subconsciente

    En ese momento no sabía qué era real y que era ficción, deseaba tanto el saber si era tan sólo un sueño, una ilusión creada por y para mi cerebro. La única manera de descifrarlo, era desconectando la mente de mi cuerpo, exactamente… morir, pero no quería arriesgarme y descubrir que estaba equivocado, que esto no era un sueño, que en lugar de desconectar mi cerebro, desconecté mi alma. A la vez, no quería descubrir que Alannah se fue, que nunca existió. No quería saber que toda mi vida era una farsa, para despertarme y volver a empezar.

    Era un día importante, pues era el día en que mi madre falleció años atrás. Desde ese día, mi padre y yo lo pasabamos juntos en la casa, hacíamos un asado y más tarde veíamos el futbol americano. Era el único día que pasamos verdaderamente como padre e hijo. Era lo que mi mamá hubiera querido, disfrutar en lugar de llorar. Después de todos estos años, no pudimos seguir con la tradición. Mi padre estaba en una misión militar, era ultrasecreta, por lo que sólo puedo revelar que acabaría con la pobreza mundial, o al menos eso es lo que me decía. Yo estaba con Alannah, intentando descifrar que era real.

    Un año después:

    Decidí quedarme con la duda y vivir, que arriesgarme y morir. Después de todo, la curiosidad mató al gato. Nunca pensé que duraría tanto tiempo con Alannah. Las relaciones personales son muy delicadas, podría asegurar que es un hecho científico que el empleado llega odiar a su jefe, aunque sea por una vez. Claro, eso no tiene nada que ver con mi caso. Las relaciones se van desgastando, llegas a pasar tanto tiempo hasta que piensas que no hay nada más por descubrir. Piensas que esa persona no tiene más secretos para ti y buscas a alguien más que sí los tenga. Afortunadamente esa no era mi historia, sentía que tenía tanto que ver en Alannah, tantos deseos de estar con ella.

    Mi graduación comenzaría en un par de horas, después de tantos años, por fin acababa la escuela. No sé si sea el que estuviera enamorado, pero Alannah se veía tan hermosa que parecía una princesa de los cuentos de hadas. Al día siguiente nos iríamos a Irlanda a festejar esta gran noticia, además de conocer a su familia.

    Estaba formado en la fila y después de tres compañeros era mi turno de recoger mi título. El rector dijo mi nombre y caminé al pódium.

    —Quiero agradecer a mis maestros por darme el conocimiento. A mis compañeros y amigos por ensenarme el valor de un equipo. A mi padre por educarme, mi novia por convertir cada pequeño momento en algo maravilloso, y en especial a mi madre, por darme la vida no una, sino dos veces, gracias mamá, por ocupar mi lugar en el cielo —al término de mi discurso, todo se empezó a mover. Era un terremoto y el salón comenzó a caer. Corrí hacia donde estaba Alannah, me aventé para empujarla y evitar que una lámpara le cayera encima. Nos levantamos y corrimos hacia la salida, esquivando sillas, mesas y personas. Cada vez se sentía más fuerte y el edificio comenzaba a derrumbarse. Estábamos a dos metros de la puerta cuando cayó una viga sobre mi pierna. Alannah intentó levantarla y ayudarme, aunque en ese momento ya sabía que mi destino era quedarme ahí.

    —¡Corre, sálvate tú! —le dije resignándome a morir.

    —¡No, no me iré sin ti! —me respondió con su cara llena de lágrimas.

    —¡Hazlo, por favor! —Alannah se levantó y corrió para abrir la puerta.

    —¡Ayuda! —Intentó gritar, pero se detuvo y quedó más pálida de lo que ya era al ver que no había nada afuera. Parecía que estábamos en el espacio, pero sin estrellas. Todo estaba negro y se iba expandiendo a donde estábamos. Era el fin del mundo y no había a donde correr. Alannah regresó, se acostó a mi lado, me abrazó y cerramos los ojos esperando juntos lo peor.

    Me desperté acostado en una camilla, intenté mover mi pierna para ver si funcionaba y no hubo ningún problema, la moví con total libertad. Me levanté como si sólo me hubiera despertado de un sueño. Recorrí la cortina que me separaba de los demás pacientes, y descubrí algo horripilante. Todos estaban muertos, algunos con heridas desagradables, ¿estaba muerto, reviví? Sea cual fuese la razón por la cual estaba allí, ya no importaba, pues me sentía como nuevo. Salí de la habitación, mi padre estaba sentado en una banca esperándome.

    —¡Vaya, hasta que te levantaste! —me dijo al verme y me contó que tuvieron que fingir mi muerte. Que me había alistado en el proyecto “Neun” y fui aceptado, pero el primer requisito para entrar es desaparecer del mundo. Le pregunté por Alannah y me contestó que pronto la vería, que tuviera paciencia, e inmediatamente llegaron tres soldados que me inyectaron algo. No supe qué fue, pero me durmió al instante y desperté después por una llamada al celular. Contesté y se escuchaba mucho eco, todo estaba oscuro y la luz de la pantalla del celular apenas reflejaba una pared de madera.

    —Si quieres salir, tu cerebro deberás usar, simplemente basta soñar, para de tu vida escapar —dijo el que me llamó y colgó el teléfono, ¿qué significaba? Lo descubrí de inmediato al intentar levantarme. Golpeé accidentalmente mi cabeza contra una madera, estaba encerrado en una caja, mejor dicho; en un ataúd. Quién sabe hasta que profundidad. Lo único que sabía era que tenía que salir de allí. Empecé a golpear suavemente la madera para ver si se escuchaba hueco, para buscar un lugar donde escapar, ya que el celular perdió la señal. Mis extremidades eran mis únicas herramientas y comenzaban a dormirse por la falta de circulación de mi sangre. Sólo podía pensar en lo peor, ¿en cuánto tiempo se acabaría el aire? Mi enemigo era el tiempo. Algo que mi padre me enseñó fue a controlar mi ritmo cardiaco, cuando lo hizo, me dijo que un día eso me salvaría la vida… ese día ha llegado. Busca tú yo interior, recuerdo que me decía, él te guiará. Cerré los ojos y traté de poner mi mente en blanco, pero había ruido, vi una sombra rojiza que me tapó la vista.

    —La llave está en tus manos —Escuché que me susurraban al oído, pero sólo era una alucinación mía. Me estaba volviendo loco, el tan sólo saber que este podía ser el último día de mi vida me ponía nervioso, histérico. Utilicé el celular para alumbrar y ver si había algo más, descubrí que la madera estaba rasguñada. Marcada con el número nueve, al parecer no era el único que había estado allí. Me imaginé que eso era bueno. Significaba que los otros habían logrado salir… aunque no sabía si lo hicieron con vida.

    —Busca en tu mano izquierda —me volvió a decir aquella voz femenina y alumbré con el celular mi mano para ver que tenía marcado el número nueve en números romanos, aunque no sabía cómo eso me sacaría de allí.

    —Ahora haz un dieciocho —me dijo la voz y le cuestioné que no le entendía, que fuera más clara, pero no hubo respuesta, estaba nuevamente solo. Coloqué la palma de mi mano donde la madera marcaba nueve y se abrió la madera donde estaba recostado, haciendo que cayera por un tobogán a quien sabe dónde. Me levanté y vi a Alannah sentada al final. Me gritó que tenía que ir por ella, corrí donde ella estaba, pero me topé contra una pared de cristal.

    —Elige otro camino —le escuché decirme y de las tres salidas tomé la de la derecha para entrar a un laberinto. No sabía cómo, pero ella me iba guiando; derecha, izquierda, izquierda, derecha, derecho, derecha, izquierda y de ahí síguete en línea recta, hasta el final abre la puerta marcada con el número ocho. La abrí y la vi sentada, dándome la espalda… Caminé tranquilo hacia ella y cuando estaba por tocarle el hombro, para avisarle que lo había logrado, se desvaneció como si sólo fuera un fantasma, una ilusión.

    —Lo siento, pero todavía no terminamos, acabas de terminar lo más sencillo, todavía te falta un largo camino, es mejor que te apures. Debajo de la silla hay una pistola, tómala y sal por donde entraste —me indicó ella y le hice caso, cuando abrí la puerta por donde entré, ya no era más un laberinto. En su lugar era un enorme jardín y antes de avanzar diez metros, vi a un enorme perro feroz de metro y medio dispuesto a atacarme.

    —Mátalo —me ordenó ella y el perro venía corriendo hacia mí, yo lo esquivé y le di un cachazo en la cabeza para desmayarlo.

    —¿Por qué no lo mataste? —me preguntó Alannah, le contesté si no vio la cara de ese pobre animal… traía los ojos rojos y estaba muy furioso. Era obvio que alguien lo drogó o le hizo algo, no actuaba por sí mismo.

    —No importa como estaba, si quieres salir de aquí y vivir, deberás obedecerme a pie de letra. Si te digo que tienes que matar, no importa si es una cucaracha o una persona, simplemente lo haces sin pensar, sin cuestionar mi decisión, ¿entendido?

    —Pero yo no soy un asesino.

    —Tú no, pero ellos sí… es la ley de la muerte, no importa quién, pero alguien tiene que morir, ¿vas a ser tú?

    —No, de ahora en adelante te obedeceré.

    —Regresa y mata ese perro.

    —Pero está inconsciente… es inofensivo, puedo seguir adelante.

    —Está bien, no lo mates. Déjalo recuperarse y que te ataque cuando no lo veas, cuando estés con tu enemigo y le de ventaja, ¿acaso no lo entiendes? ¡Son ellos o tú!

    —¡Está bien! Lo haré —me acerqué donde estaba aquel perro tirado y le apunté con la pistola mientras temblaba toda mi mano y parte de mi brazo.

    —Si no puedes matar a un mugre perro, ¿crees poder matar a un humano?

    —¿Tendré que matar a una persona?

    —Si quieres salir vivo de aquí, sí —tomé aire y conté hasta tres, 1… 2… 3… Apreté el gatillo de la pistola para acabar con la vida de ese animal.

    —Bien, ahora sigamos, ¿te puedo preguntar por qué lo hiciste?

    —Porque de lo contrario yo estaré muerto. Mejor él que yo, ¿cierto?

    —Estas en un sueño, no puedes morir dentro de un sueño. A lo mucho puedes despertar, o quedarte aquí y ser un vegetal en la vida real.

    —¿De verdad es un sueño? Parece tan real.

    —Existen dos mundos… el real y el de los sueños. Todos los días morimos en ambos. Todo el mundo ve la semana de una forma cuando son dos. En lugar de ver 7 días… yo veo 14, ¿cómo veo yo la semana? Como un conjunto de días donde he muerto catorce veces… pero he resucitado quince. Para mí al irme a dormir es como morir, significa que ha pasado un día más que no puedo recuperar. Los sueños son como el cielo, donde vas después de la muerte y donde está Dios, que en este caso es tu mente. Nunca me he arrepentido de irme a dormir sabiendo que terminó un día al cual nunca podré regresar… Porque todo lo que termina, tiene un nuevo comienzo. Cuestionamos lo que soñamos, me pregunto si nuestro yo del mundo de los sueños cuestiona lo que vivimos.

    —¿Qué quieres decir?

    —¡Acaso no lo ves? Estás en el mundo de los sueños —me dijo Alannah. Se materializó para dejar de ser simplemente una voz y el jardín se volvió una oficina.

    —¿Dónde estamos? —pregunté asombrado.

    —¿Acaso no lo ves? Estamos en tu cerebro. Podrías borrar un mal recuerdo si lo deseas.

    —¿Puedo hacer eso?

    —En este mundo tú eres Dios, puedes hacer lo que quieras.

    —¿Qué pasa si borro un recuerdo equivocado? Como quien soy.

    —Podrían pasar muchas cosas como tener amnesia temporal, tal vez una embolia, inclusive quedar en estado vegetal… ¿te imaginas? ¡No tendrías que regresar al mundo real nunca más!

    —Gracias, pero paso. Si yo soy Dios, ¿tú quién eres?

    —Yo soy tú.

    —¿Yo? Eso es imposible, yo soy hombre y tú eres mujer.

    —En realidad sólo soy una célula en tu cerebro. Tú me creaste de esta forma.

    —Si es cierto que soy Dios… voy a borrar a Michelle —le dije y me dirigí a la computadora.

    —¡Detente! —me gritó Alannah y me bloqueó el camino con un golpe directo a la cara.

    —Vaya, sólo quería confirmar que fueras de verdad mi subconsciente. Corroborar que estás en mi equipo, que me proteges.

    —Oh, ahora lo sabes —me respondió con una sonrisa.

    —¿Recordaré esto cuando despierte? O seguiré creyendo que eres mi novia.

    —Tú dime, ¿realmente quieres recordar esto?

    —Es mejor vivir una cruda realidad que una dulce mentira.

    —Es lo mejor, además de que el chip que te instalaron te permite estar en ambos mundos al mismo tiempo.

    —¿Cómo sabes todo eso? Se supone que sólo eres mi subconsciente.

    —Ehm, de hecho, el chip va conectado directamente a mi célula, pasándome toda su información y tiene conexión a internet, por lo tanto, soy más que tu simple novia.

    —¡Wow! ¿Puedes buscar Venecia y recrearla?

    —Claro, pero antes tenemos que encargarnos de la Federación.

    —¿De quién?

    —De la corporación que te instaló el chip. No seremos libres hasta que ellos desaparezcan. En este preciso momento nos están observando.

    —¿Qué? ¡Entonces saben que vamos tras ellos!

    —Tranquilo, en este momento piensan que sigues en el jardín.

    —¿Cómo?

    —Tú eres tu Dios, y yo soy tú… por lo tanto en realidad yo soy la verdadera Diosa. Tenemos ventaja de que ellos no saben que nos podemos comunicar entre nosotros.

    —¡Entonces tengo que terminar las pruebas!

    —No necesariamente… puedo recrearlas y que ellos piensen que las hiciste, puedo modificar las señales para mandarles lo que yo quiera.

    —No lo sé, si vamos a vencerlos tenemos que prepararnos y que mejor que con un entrenamiento.

    —En eso estoy de acuerdo. Nos volveremos a ver al final del entrenamiento.

    —¿No me vas a ayudar? —le pregunté a Alannah, pero era demasiado tarde, ya se había ido y yo estaba en un lugar donde jamás había estado. Era como un laboratorio lleno de experimentos biológicos; perros mutantes, animales semihumanos, y… ¿eso era un hombre lobo?

    —Sí, lo es. Más vale que corras, pues hoy es luna llena y está a punto de despertar.

    —¿Alannah? Pensé que habías dicho q…

    —¿Te vería al final? No te iba a dejar solo, además me escuchas, no me ves, no rompí mis palabras.

    —¿En dónde estoy?

    —En la tercera prueba, sólo te falta pasar esta y dos más.

    —¿Qué, por qué?

    —Porqué mientras tú y yo estábamos platicando, ellos nos observaban, ¿recuerdas? Si te regreso donde te quedaste notarán que algo va mal y nos calificarán como proyecto fracasado.

    —¿Eso no nos daría libertad? El que no funcionemos y nos dejen en paz.

    —Tendrían que matarte si el proyecto no funciona. Ellos no dejan cabos sueltos, nunca los han dejado, ni los dejarán. Ahora tienes que correr, que el lobo se está levantando.

    —No, ellos quieren ver lo que soy capaz de hacer. Les dejaré ver el mejor show de su vida.

    —¿Estás loco? ¡Vas a hacer que nos maten!

    —Estoy en mi mente, tú misma lo dijiste. Soy Dios y como tal puedo transformarme en hombre lobo para emparejar la pelea.

    —No cabe duda de que no entendiste ni una palabra de todo lo que te dije —me contestó ella y no le di importancia hasta que descubrí que no me podía transformar en hombre lobo, corrí y sentía las pisadas de aquella bestia detrás de mí. Tomé la pistola que tenía guardada en la chaqueta. Di media vuelta para enfrentar cara a cara lo que parecía ser, era mi peor pesadilla. La bestia al verme se detuvo, acción que agradezco infinitamente, pues me dio tiempo de cargar el arma y fijar mí vista en su cabeza, para tan sólo un segundo después disparar y que la bala atravesara su enorme cráneo. Claro, ese era el plan antes de ver los reflejos de tan increíble especie, ya que antes de que la bala lo tocara, saltó y ahora estaba a un metro mío. Gruñéndome, aunque extrañamente no me atacaba. Fue cuando supe que esa bestia tan horrible y fascinante a la vez, no era más que mi reflejo, mi bestia interior por así decirlo… mi ira.

    Para continuar con mi travesía y terminar el entrenamiento, tenía que dejar atrás mi enojo. No sé si esto significaba una metáfora o algo más, pero en ese momento sólo podía pensar en lo que me harían si no terminaba, seguía pensando cosas que no recordaría al despertar.

    Momentos después llegué a la puerta con el número uno. Cuando la crucé, noté que sólo había un camino y me dirigía al sótano, el cual estaba inundado. Traté de regresar, pero la puerta estaba cerrada y no había otro camino más que nadar hacia el fondo esperando encontrar una salida próxima y no morir ahogado. Tan pronto mis pies tocaron el agua, sentí como si hubiera nacido en ella, me adentré y una vez al tener mi cuerpo sumergido por completo noté que podía respirar y poseía mayor agilidad de lo que imaginaba. Había varios túneles que se conectaban entre sí, lo cual me hizo dar vueltas durante horas sin saber cuál era el camino que debía tomar. Alannah se había quedado junto a mi ira, por lo cual estaba solo… o eso era lo que pensaba antes de ver aquel reflejo que parecía ser la de un inmenso animal acuático. Traté de alejarme y me di cuenta de que había más de uno. Salí de un túnel y lo vi directo a los ojos, era un gran tiburón que no podría decir de que raza era o qué hacia allí. Sólo puedo decir que sentí un gran escalofrió e intenté nadar lo más rápido que podía, cosa que no fue muy inteligente, pues solamente logré llamar su atención y más tarde la de sus compañeros. Estaba rodeado por cinco tiburones y no tenía salida, en ese momento me di cuenta de que la única forma de salir victorioso era enfrentarme a ellos. Parecía suicidio, cuando en realidad no era más que mi última oportunidad, pues era eso o dejar que me comieran.

    No sé cómo lo logré, pero seguía con vida y ahora sólo me perseguía un tiburón, el cual era el más pequeño de los cinco y extrañamente no el más veloz. Iba nadando por un túnel y tomé un camino en donde sólo se podía nadar verticalmente. Esperando que mi perseguidor no pudiera nadar en tal dirección, pero una vez más me equivoqué y seguía detrás de mí. Para mi fortuna había encontrado la salida, unos metros más arriba ya no había agua, solamente aire puro y unos aros aferrados a las paredes en forma de escaleras. Me aferré de ellos y comencé a subir lo más rápido para detenerme a una altura donde ya no me pudiera alcanzar, volteé para abajo y empecé a burlarme de la inferioridad de ese animal, aunque mi risa era más de orgullo que de bofa, ¡lo había logrado, había superado las nueve pruebas con éxito! O eso era lo que pensaba, cuando vi a ese maldito animal empezar a trepar las paredes como si fuera un anfibio comprobando la teoría de Darwin. Tomé mi pistola y le disparé directo a los ojos. Ella cayó muerta al agua y terminé de escalar la pared de una buena vez.

5

La pequeña historia del gran Robert

    Después de todo lo que ha pasado, lo que he soñado… podía decir que me desperté de una pesadilla para estar en otra. Terminé el entrenamiento pensando que había sido exitoso, cuando fue todo un gran fracaso. Morí al enfrentarme a esos tiburones. Como me iban a someter a una prueba de verdad, para analizar mi ritmo cardiaco y ver que no les mentía, Alannah borró mis recuerdos y ellos me dieron una segunda oportunidad, haciéndome creer que había salido victorioso, aunque no hubo más errores, ellos no confiaban en mí. Por alguna razón creían que les había omitido algo y me tenían vigilado 24 horas al día. Robert era el nombre de mi guardaespaldas y mi cuidador, a pesar de su corta estatura de 1.50 metros, no me atrevía desobedecerlo, tal vez hacer eso sería mi fin.

    Pasó una semana, fue cuando me di cuenta del por qué no me mataron después de mi fracaso. Era su última esperanza para el proyecto. Verás, los proyectos militares funcionan así: recolectan a cien personas que pueden ser desde un vagabundo hasta el Presidente. A ellos no les importa su estatus social, ni quien los vaya extrañar, ni siquiera si el individuo acepta. Experimentan con esas personas, y si de los cien no llegan a tener ningún caso de éxito, el proyecto es cancelado, y todo aquel que estuvo involucrado es desaparecido del país, del mundo para ser más exacto.

    Hay casos en los que el primer caso fue tan exitoso que terminan matando a los noventa y nueve restantes para no dejar rastros. Ese no fue mi caso, ellos habían tenido ya noventa y nueve fracasos cuando me encontraron, nadie había tenido tal conexión con la máquina y tal como me daría cuenta dentro de poco tiempo, todos los que alguna vez probaron la maquina, hoy están muertos y eso incluye a Michelle, la mataron por mi culpa y es algo que jamás me perdonaré. Al parecer soy el único que soporta tal nivel de radiación.

    Me di cuenta de todo esto cuando me transportaban de mi celda a la oficina de mi padre, el cual me veía con ojos de odio y orgullo. Por una parte, estaba orgulloso de que el proyecto en el que trabajó toda su vida tuviera éxito, y por otro lado, sabía que tarde o temprano la Federación Internacional de Operaciones Militares, conocida como F.I.O.M. me mataría cuando la etapa uno terminara. En su oficina encontré un sobre abierto que mi padre cerró de inmediato al verme, en el contenían los datos de todo aquel que llegó a utilizar quimera, fecha en que la usó, fecha de muerte, nombre, y una cantidad de datos más que no recuerdo, pero Alannah sí. Nuestro subconsciente guarda cada pequeño detalle en nuestro cerebro y nosotros no sabemos siquiera que existe tal memoria, todos excepto yo, pues cuando me voy a dormir, en realidad voy con Alannah para que me explique todo lo que vi en el día y no alcanzo a recordar, por decirlo de alguna manera, ella toma las fotos de todo lo que veo.

    Michelle ha muerto apenas hace cuatro días y con ella se fueron mis ilusiones, creo que no hay peor muerte que la de tus sueños, tus fantasías, descubrir que la mejor parte de tu vida es una mentira, qué estás tan solo que tu único aliado eres tú mismo, a nivel subconsciente claro.

    Habían pasado semanas y no sabía cuánto tiempo más estaría allí encerrado, todos los días me entrevistaba una psicóloga diferente, aunque todas me preguntan lo mismo; ¿qué es lo que recuerdo de mis sueños? Por fortuna Alannah suspendía esos recuerdos, haciéndolos inaccesibles para mí, y así mismo para ellos.

    Por lo que vi, qué después Alannah me hace ver con mucha mayor claridad, la etapa dos estaba por comenzar, pues empezaban a experimentar.

    No sabía por qué de los millones de personas que somos en el mundo, me tuvieron que escoger a mí junto con otras noventa y nueve más, ahora veo que mi padre no llevó la maquina a la casa por diversión, ni siquiera por llevarse el trabajo a casa, lo hizo porque me habían elegido desde hace algún tiempo atrás para que fuera su conejillo de indias. Junto a Michelle, junto a otras noventa y ocho personas más, pero de nada me servía quejarme, sólo tenía que poner los pies en la tierra y prepararme para la fase dos. Por lo que vi con Alannah, ninguno de los primeros cien elegidos pasaba a la siguiente prueba, ya que ahora tomaban a mil personas, pues al ser una etapa más selectiva y agotadora. Eran menos los que lograban no morir, además de que era muy raro que el sujeto de la etapa uno pasara a la etapa siguiente.

    No sabía por qué, pero quería sobrevivir. No tenía nada y aun así deseaba seguir sintiendo cada emoción recorrer mi cuerpo. Supongo que era simplemente nuestro instinto de supervivencia el que hacía que mi sangre siguiera fluyendo como cascada dentro de mis venas.

    Otras dos semanas transcurrieron y mi único contacto humano podría decir que era Alannah… si es que pudiera contar como tal. Mi cuidador, Robert, era muy callado y no me decía otra palabra más que camina, muévete, en el fondo creía que él les tenía tanto miedo a ellos como yo a él. Lo cual me ponía en ventaja y poco a poco me fui ganando al buen Robert. Él se sentía igual o más solo que yo, con un simple “hola, grandulón”, diciéndole que saliendo de aquí nos vamos por unas cervezas y mi constante insistencia en saber de su familia, hizo que el gran Robert me tomara confianza. Al pasar junto a mi celda me decía un simple “hola”, no era mucho, pero era un gran avance y en poco tiempo terminó contándome su historia.

    Me contó que él fue el quinto y penúltimo hijo de su familia, una que era muy pobre y su madre murió de anemia cuando él sólo tenía cuatro años. Ella no comía con tal de que sus hijos lo hicieran. Durante los próximos dos años vivió con su padre, hasta que él decidió suicidarse debido a la gran carga de mantener cinco bocas sin contar la suya. El pequeño Robert, junto a sus hermanos fueron a parar a un orfanato, donde les daban asilo y comida a cambio del maltrato físico y psicológico que sufrían de las monjas, aunque me pareció difícil de creer, me dijo que en ese entonces era muy pequeño y desnutrido, flaco y ojeroso… nada de lo que es ahora, un tipo que todo lo que le falta de altura lo tiene de coraje, valentía, musculo y fuerza.

    Un día a muy altas horas de la noche, como era de costumbre, no podía dormir y fue al cuarto de su hermana, en los pasillos le gritaban, que si no podía dormir le iban a cerrar los ojos a puñetazos. El pequeño gran Robert los ignoró y fue directo al cuarto de su hermana menor, la cual al fallecer los padres de ellos, él la cuido como su propia hija y juró nunca abandonarla, promesa que un día rompió, dejó de ser él mismo y juró vengar su muerte… promesa que tampoco cumplió y te diré el por qué cuando llegue su momento. Entró al cuarto de su hermana y la encontró dormida, abrazando un oso de peluche que el mismísimo Robert le había regalado. Él lo había encontrado tirado en la basura, lo limpió, le cosió las partes rotas y se lo dio a su pequeña hermana mientras le decía que cuando se separaran, el oso cuidaría de ella. Robert salió feliz del cuarto y afuera lo estaba esperando la madre Gwen.

    —¿Te divertiste dentro del cuarto de las niñas Robert? Sabes que eso está prohibido para los niños.

    —Yo sólo quería ver a mi hermana, quería corroborar que estuviera bien.

    —¿Y, lo está? —preguntó la monja.

    —Sí, ella está muy bien.

    —Pues tú no, desde este momento quedas expulsado de este orfanato por no obedecer las reglas, así es que ya sabes dónde está la salida —si hay algo que Robert tiene además de su cuerpo bien formado, es su orgullo, por lo que agarró sus cosas y teniendo tan solo siete años, pasó la noche afuera de la fría Rusia. Él, al no ser ruso, nadie le ofrecía un techo, ni un pan duro que pudiera comer y comenzó a robar. Primero los restos de comida que las familias tiraban a la basura, pensando que no le hacía daño a nadie hasta que fue reportado a la policía y esta le estableció en un nuevo orfanato. Ahora tenía un techo y comida, pero no tenía libertad, no podía ver a su hermana, por lo que cada noche se escapaba hasta que un día, uno de sus compañeros lo delató y lo cambiaron a un orfanato que quedaba a diez kilómetros de distancia de su pequeña hermana. Haciendo imposible visitarla a pie.  Nuevamente comenzó a robar, esta vez lo hacía con pequeños juguetes y se los vendía a los chicos del barrio que se los compraban a mitad del precio de la tienda. Pronto se creó su leyenda y fue buscado por la policía, pero Robert era astuto y no robaba en la misma tienda más de dos veces. Con ese dinero se transportaba y le compró un enorme oso de peluche a su hermana. Pudo haberlo robado, pero no quería manchar el regalo con un sucio recuerdo. Los dos crecieron y cuando Robert llegó a la mayoría de edad, compró su primera casa, invitó a su hermana a que se fuese a vivir con él, pero ella no aceptó. Ella sabía en lo que Robert estaba metido y no quería ser parte de ello. Robert le contestó que nunca robaba más de lo que les sobraba, no podía robarle un pan a alguien que sólo tiene uno… para eso tenía que robarlo a quien tuviera diez. Su filosofía era que no era lo que robaba, sino a quien. Ellos llegaron a un mutuo acuerdo y pronto crearon un hogar, parecía que todo había mejorado.

    Los hermanos mayores de Robert se enteraron de que él tenía una casa y fueron a vivir con él a la fuerza. Si Robert había elegido un camino equivocado… no se podría decir que camino habían elegido sus hermanos, pero era peor. Llegaron varios amigos de ellos y habían secuestrado a un niño de cinco años, Robert trató de correrlos, pero antes de que pudiera hacer algo, llegó la policía y dispararon al ver que los secuestradores intentaban huir, una de esas balas fue a parar al corazón de su pequeña hermana y él no sabía qué hacer, había dos opciones, quedarse con su hermana y parar en la cárcel, aunque él no tuvo nada que ver, o correr y ser libre al dejar su hermana atrás, junto a su promesa. En ese momento pudo más su egoísmo, su miedo de parar en un lugar que desconoce. Un tiempo después se enteró que su hermana sobrevivió y Robert pagó su fianza junto sus terapias, aunque nunca se lo dijo. Pocos meses después murió asesinada por el que era su novio, lo buscó por tierra y mar. Cuando lo encontró, tenía la pistola apuntando en la sien de aquel hombre, pero no tuvo el valor de matarlo, de quitarle su vida como él se la quitó a su hermana.

    —Al final no sabemos que existe después de la muerte, no sabemos si existe el cielo o el infierno, pero mientras tanto, hasta que llegue ese día, descubrirás lo que es el infierno en la Tierra para después marcharte a tu eterna condena —dijo Robert, disparó a las piernas y brazos de aquel hombre desconocido. Dejándolo invalido, Robert dio media vuelta y se fue.

    Esa es la historia del buen Robert, aunque no sé si deba llamarlo así, ¿el que tengamos un pasado desastroso y doloroso justifica nuestras malas acciones? No lo sé y seguramente nadie lo sabrá, la justicia es subjetiva, pero en ese momento, lo único que importaba era que tenía un aliado.

    Jugábamos cartas todas las noches mientras me custodiaba y estaba seguro de que ellos pronto probarán nuestra amistad, por lo que fui muy claro con Robert, le ordené que por nada del mundo intentara defenderme si algo me pasaba… por el contrario, si podía golpearme o detenerme, lo hiciera sin pensarlo, como si yo fuera el maldito exnovio de su hermana.

    Pasaron los días y sabía que pronto todo acabaría. Cada día me metían una vez a la máquina y esta última semana me metían el doble de tiempo en ella. Era obvio que algo buscaban… ¿pero la pregunta era qué? Y ¿por qué a mí? En todo este tiempo nunca vi que conectaran a número ocho, y como pronto lo descubrí. Temían que muriera y se perdiera su esperanza del proyecto, con esto sus fondos, era tan obvio que no sé cómo no lo pude ver antes. El planeta no gira alrededor del sol por pura física, gira por dinero, por el maldito y sucio dinero. Mientras me sigan analizando, tratando de buscar por qué yo y no los otros, el gobierno les seguirá dando fondos para su investigación, y dentro de esos fondos venían sus convertibles.

    Tenía que idear un plan para hacer que fracasaran, aunque eso tal vez significara mi muerte. Un plan perfecto y sólo había una persona en todo el mundo que me podía ayudar… Alannah y por lo tanto me tenía que ir a dormir. En el sueño todo era blanco y no sabía en qué parte de mi cerebro me encontraba.

    —¡Alannah! —le grité, pero no me contestaba.

    —¡Alannah, necesito hablar contigo, por favor contéstame!

    —Eso es suicidio… no te voy a ayudar.

    —¿De qué hablas, no eras tú la primera que quería sacarme de aquí?

    —Sí… pero no muerto, tu plan no funcionará.

    —¿Cómo lo sabes?

    —Porqué lo que tú ves en un minuto… para mí me toma menos de un segundo, si quieres salir de aquí, esa no es la manera.

    —¿Entonces cuál es?

    —No lo sé y tampoco lo es Robert… dejó a su hermana muriéndose, ¿qué te hace pensar que no te dejará a ti?

    —Porqué yo no soy su hermana, no dejaré que me disparen.

    —Por el momento el plan es infiltrarte en la oficina de tu padre, ver los documentos lo más rápido, no los analices que eso me toca a mí. Robert te puede ayudar, sólo necesito cinco minutos y nos vemos aquí en la noche, ¿vale?

    —Vale.

    Me desperté temprano y ansioso, esperaba al grandulón, sólo para darme cuenta de que no vendría, ni siquiera saldría hoy de esa celda. En mi lugar se llevaron al número ocho y dos horas más tarde regresaron con su cadáver, al parecer el tampoco soportó la radiación, eso me daba más tiempo. Grité que quería ver a mi padre y un momento después no supe más, pues me había desmayado, al parecer a Alannah no le gustó mi plan B y desconectó mi cerebro por unos segundos.

    Me desperté atado a una camilla y un momento después me di cuenta de que no estaba más en ese lugar, escuché el ruido de unas aspas que me indicaban estaba en un helicóptero. No sabía a dónde me llevaban ni por qué, ¿todo había terminado, se iban a deshacer de mí?

    —Vaya, veo que ya te levantaste —me dice Robert que manejaba el helicóptero junto a otro hombre.

    —¿A dónde me llevan? —respondí exaltado.

    —Tranquilo, ahora estás a salvo, confía en mí —a pesar de sus palabras y su confianza al contarme su historia, había algo que no me gustaba de él, ¿creía que nos íbamos a escapar sin que intentaran ir tras de nosotros? Sorprendentemente así fue, no hubo pista alguna de mis secuestradores durante todo el vuelo. A la mayoría de las personas esto les hubiera alegrado, pero para mí, que nací y fui moldeado en un ambiente militar, sabía que no podía significar nada bueno y me vinieron a la mente aquellas frases del arte de la guerra; “mantén cerca a tus amigos, pero más cerca a tus enemigos”, en ese momento sabía que Robert no era más que mi enemigo intentado que delatara a Alannah. Me di cuenta a tiempo, de lo contrario no sabía qué hubiera pasado. Aterrizamos en un campo abierto y seguimos en una camioneta, en la cual afortunadamente ya me habían desatado, al fin pude estirar mis músculos. Después de un largo camino llegamos a un pequeño pueblo y nos asentamos en una casa que parecía no haber sido visitada en años.

    —Te presento mi pequeña casa, aquí pasó todo lo que te conté esa noche y aquí terminaré de contarte mi historia —me dijo el que ya no estaba seguro si era el buen gran Robert.

    Me contó que después de destrozarle la vida a su excuñado, se volvió asesino a sueldo y que nunca se había sentido tan desconcertado, en aquel momento no sabía qué camino tomar e hizo muchos errores, conoció a las personas equivocadas y una de ellas era mi padre, me contó que él estaba reclutando gente para trabajar en Estados Unidos. Era buen sueldo, visa incluida, y un par de ofertas más que nadie en su sano juicio rechazaría. Como era de esperarse, Robert tomó el trabajo sin saber que iba a ser parte de los cien sujetos del proyecto 7, un proyecto del cual solamente Robert saldría victorioso, nunca me contó de qué trató el proyecto, pero lo que sí me dijo es que mi padre salvó su vida y ahora intenta hacer lo mismo con la mía. Le dije que estaba cansado y necesitaba recostarme, aunque realmente solo quería hablar con Alannah.

    Otra vez volví a estar con ella y me dijo que no la visite tan seguido, que podría ser sospechoso, aunque no le entendía el por qué, me dijo lo que ya sabía, que no confiara en nadie y que el que me quitaran las esposas, no significaba mi libertad. Ahora mi misión era inspeccionar la casa y más adelante el pueblo, de esa forma ella podría crear un espacio virtual del mismo, e intentar mi primer simulacro de huida dentro de una semana.

    Cuando ellos salieron de la casa por comida, inspeccioné cada elemento lo más rápido, para que después Alannah me diera todos los detalles. Unos días después le solicité a Robert salir de casa y rápidamente accedió con la condición de que él me acompañara.

    El día del simulacro:

    Todo estaba listo. Alannah recreó todo a la perfección dentro de mi mente y sabía que tenía que poner atención a cada detalle, por mínimo que fuera, podría darme la vida o quitármela en el mundo real. El plan consistía en salir en la noche, eso me daría al menos seis horas de ventaja cuando él descubriera que no estaba ahí. Me robaría el coche del alcalde, siendo el único que puede salir a carretera sin sospecha alguna, pues nadie tendría el valor de detener el auto de algún gobernante importante. De ahí, el plan consistía en seguir adelante hasta que se le acabara la gasolina y cambiar de coche por uno que no fuera tan llamativo. El plan era perfecto y por lo tanto resultó excelente. Sólo esperaba que en el mundo real funcionara igual de bien que en el mundo de los sueños.

    Lamentablemente era como si Robert estuviera un paso delante de mí, cuando lo necesitaba no estaba, y ahora que necesitaba estar solo, no se despegaba de mí. Por lo tanto, el plan que habíamos hecho Alannah y yo fue reagendado para otro día. Sólo estábamos él y yo en la cena.

    —Se me olvidaba decirte de que trataba el proyecto 7 —Robert interrumpió el silencio y agregó unas palabras más.

    —Trataba de telequinesis y su efecto secundario fue que me diera la habilidad de leer los pensamientos… salúdame a Alannah cuando la veas.

6

Los otros

    Pasaron dos semanas y fueron las más incomodas de toda mi vida. Robert sabía cada movimiento mío, cada pensamiento, que me sentía frustrado, invadido. Todo este tiempo podía ser yo mismo únicamente en mi mente y Robert me quitó ese derecho. Su compañero, el que había volado hasta acá con nosotros en helicóptero y se aseguró que llegáramos bien, se marchó el día de ayer, dejándonos solos.

    Robert me aseguró que no le dijo nada sobre Alannah a ellos, que de hecho la Federación no sabía que el proyecto 7 había sido un éxito, claro, Robert me contó que el proyecto en si trataba de mover los objetos con la mente, el hecho de que él pudiera leer los pensamientos de los demás fue únicamente un efecto secundario, y como tal, pudo guardar muy bien su secreto y ser la única persona que sobrevivió al darles respuestas a preguntas que sólo formulaban en sus cerebros.

    Rápidamente llegó el fin de semana y Robert me pidió que lo acompañara, me dijo que íbamos a ir al “Seo bar”, un pequeño bar del pueblo en donde venden el mejor vodka de toda Rusia. Yo no quería ir, tenía miedo del grandulón, él inmediatamente lo supo gracias a su don y me dijo que no me preocupara, que si él me quisiera muerto… ya lo estaría. El toque social nunca fue bueno en él, sin embargo, acepté sus palabras y lo acompañé, algo de lo que no me arrepiento en lo absoluto. Con tan solo una copa de vodka ya estaba híper borracho, no había mejor compañero de fiesta que el buen Robert, pues podía leer la mente de las mujeres y rápidamente me conectó con Tharya, una rusa de 21 años, pelo dorado y una sonrisa tan divina como la mismísima vida. Robert nos dejó solos y llegué tres días después a la casa, fue una de las mejores borracheras de mi vida, y lo bueno de Tharya es que hablaba muy poco inglés, por lo que pasábamos más tiempo besándonos que hablando.

    Me había acoplado rápidamente a este gran país y poco a poco aprendí a decir algunas palabras en ruso, primero lo básico o era lo que me había dicho el gran Robert. Diciéndome que le dijera: —Poshel na khuy—  Lo que según él significaba; eres hermosa en ruso, sin embargo, esas palabras tan cortas me costaron una cachetada y una semana en la que Tharya no me quiso hablar, hasta qué me dijo el porqué, el verdadero significado de esa frase en ruso es como si le mentara la madre. Estaba más muerto de risa que enojado, Robert me había jugado una excelente broma y sé que pronto llegaría mi venganza.

    Poco a poco Robert comenzó a darme más privacidad y me decía que él no quería meterse dentro de mi mente, pero no podía evitarlo, durante su primer año que podía hacer eso, se quiso volver loco, escuchaba a todas las personas como si estuvieran gritando y todas al mismo tiempo. Por lo que me explicó para imaginarme, dijo textualmente:

    —Es como si dos mujeres te estuvieran hablando al mismo tiempo, puedes callar a una con un beso… pero la otra seguirá hablando e invita a sus amigas a maldecirte.

    Me estaba volviendo a enamorar y esta vez sentía que era real, era extraño, pero Alannah estaba celosa, ¿cómo carajos puede estar celosa mi subconsciente? Es como si me pusiera celoso del espejo, simplemente no puede ser.

    Robert me dijo que me fuera a Novosibirsk con Tharya, y nos dio dos semanas de vacaciones a cuenta de él, pues nos pagó el viaje con viáticos incluidos. Era como si mi vida hubiera llegado a su punto máximo y no hubiera otro lugar al que pudiera anhelar. De pronto mi vida se vio sumergida en Rusia y pensé que ahí sería mi destino, junto a Tharya, disfrutando del dinero que el gran Robert robó para su hermana y que nunca pudo darle, creo que al final Robert era bueno conmigo porque extrañamente me tenía sólo a mí.

    Dijo que ese viaje cambiaría mi vida y no estaba nada equivocado. A los dos días de estar hospedados, sucedió algo extraño, algo que quisiera explicar, pero no encuentro la manera de hacerlo, porque no existen aún las palabras. Regresábamos de comer y en nuestra habitación de hotel había un recado que decía que teníamos que escapar de Rusia e ir a un país poco concurrente, excepto África. La letra, como Alannah me diría más adelante en mis sueños, pertenecía a Robert, en la cual explicaba que había sido capturado, y que yo todavía estaba a tiempo de salvarme, de crear una vida junto a Tharya, que para él… ya era demasiado tarde.

    Dicen que en los momentos de crisis es cuando conoces realmente quien está contigo, nunca le conté a Tharya que pertenecía a un proyecto ultra secreto coordinado por y para el gobierno de Estados Unidos y Rusia, mucho menos que tenía la habilidad de hablar con mi subconsciente cuando dormía. Ella se sentó a mi lado y me pidió que fuera totalmente sincero con ella, y, yo, de alguna manera no pude hacerlo, no sabía las palabras en ruso para explicarlo y mucho menos las ganas e intenciones de hacerlo. En ese instante en lo único que pensaba era en el gran Robert, él había dado su vida por la mía y me encontraba en un dilema, por un lado, si le intentaba rescatar y me capturaban, su esfuerzo hubiera sido en vano, por el otro, si me iba y creaba una segunda vida donde nadie me pudiera encontrar, mi moral me lo recordaría cada maldito segundo de la corta y miserable vida que pudiera tener. No sabía qué hacer, pero algo era seguro, Tharya ya no estaba conmigo, con el puro hecho de pronunciar “gobierno ruso” ella agarró sus cosas, medio las empacó y se fue en menos de cinco minutos. Estaba solo y deseaba largarme a Escocia, tal vez Inglaterra, pasó China por mi mente, pero nunca me han caído bien los asiáticos, no es por discriminar, pero simplemente no encajaría. Necesitaba un plan y lo necesitaba ya, por lo que solamente había una cosa que pudiera hacer. Cerré la puerta de la habitación con doble llave y la trabé con una silla, me aseguré de que las ventanas estuvieran cerradas y que nadie pudiera entrar por afuera, me recosté en el sillón y me quedé dormido.

    —Cuanto tiempo, supongo que me visitas ya que no tienes con quien más platicar —increíblemente eso me respondió Alannah, seguía enojada por Tharya, algo que nunca podré llegar a comprender, por lo que le dije que era cierto, de todas las personas a las que les podía mentir, ella no era una de ellas. Mentirle a Alannah era como agarrar una pistola y apuntarme a la sien mientras me tapaba los ojos con la otra mano, aunque no lo viera, sabía que si apretaba el gatillo moría. Y sabía que si le mentía a Alannah también mi cuerpo se volvería inmóvil, pues ella era mi única salvación.

    Tres días después.

    —Hola Robert —le dije al amigo que dio su vida por la mía, y que sabía haría lo mismo si se presentara una segunda ocasión. Los guardias me soltaron las esposas y me dejaron en una celda después de la de Robert.

    —¿Qué haces aquí? —preguntó extrañado y desilusionado al verme tras las rejas, pero con esa sonrisa partida a la mitad al ver qué por lo menos intenté salvarlo.

    —Vine a rescatarte.

    —No lo hubieras intentado, venos, ahora los dos vamos a morir y ellos son los que ganaron.

    —Nunca dije que ya lo había intentado —le respondí con tono bajo y me contestó que me callara, que simplemente lo pensara y él así sabría, por lo tanto le expliqué mi plan, el cual consistía en… para serte honesto no tenía idea de cuál fuera el plan, teníamos que improvisar durante un mes en lo que terminaban mis interrogatorios y que ellos pensaran que nos tenían, cuando realmente era al revés. Terminando esto, Alannah me regresaría el plan a mi memoria y saldríamos de aquí victoriosos.

    Pasaron los días y yo podía comunicarme a la perfección con Robert. Él podía leer cada pensamiento mío como si fuera un libro didáctico para niños. Lo malo es que yo no sabía lo que él me quería decir, y teníamos que comenzar a establecer un lenguaje de señal auditivo basado en golpes, cuando Robert quisiera hablarme el simplemente estornudaba, yo comenzaba a pensar de la a a la z y él volvía a estornudar en la primera letra de la palabra. Las siguientes letras que pensaba eran vocales y así hasta adivinar la maldita palabra que Robert intentaba decirme. Ese juego de palabras hizo que le dieran un jarabe al buen Robert, el cual lo drogaba y lo relajaba a tal grado que ya no me hablaba, cosa que disfruté a lo grande, ¿te imaginas lo molesto que sería leer este simple párrafo adivinando las letras de cada palabra?

    Después de diferentes interrogatorios con diferentes métodos de respuesta, se acababan y por la noche sabría en qué consistía el plan, ansiaba ese día desde el momento que pisé la celda. Aunque el pequeño cuarto no estaba tan mal, lo verdaderamente malo eran los interrogatorios. En el primero de ellos me conectaron a un aparato que según identificaba si decías la verdad o no, pero en realidad hacía que les dijeras lo que querían saber, no lo que era verdad o mentira, pues cada vez que contestaba un no a algo que debiera ser un sí, pasaban 100 voltios a mi cuerpo por cuatro partes diferentes, dos en mi torso y dos en mis piernas. El segundo interrogatorio fue realizado por una mujer, muy guapa, alta, de cintura pequeña, la cual me metió una paliza de la cual todavía tengo el ojo izquierdo morado, me conectaron una vez más a la máquina, pero Alannah ni se apareció, era como si no existiera y no tuvieron más remedio que dejarme nuevamente en la celda pensando en mi próximo interrogatorio, el cual estaba seguro no sucedería, pues para ese tiempo, Robert y yo ya estaríamos muy lejos de aquí.

    Robert empezaba a recuperar su cordura y es que ya no se tomaba el jarabe, en cuanto lo ingería, se acostaba para echarlo a un lado de la cama, por lo que volvieron sus preguntas junto a su inquietud.

    A la mañana siguiente yo ya había platicado con Alannah y eso significaba que ya teníamos un plan, se lo conté a Robert en voz alta y clara, tenemos que ir a la oficina de mi padre, le dije, sólo necesito cinco minutos a solas en ella, no más, no menos, ya que en esta se encontraban los planos del edificio. Robert pidió cambiarlo por la idea de ir a la oficina, pero para buscar apoyo, yo pertenezco al proyecto 9 y Robert al 7, eso significa que antes que nosotros existieron más proyectos. No tuve que leerle la mente para saber lo que Robert tramaba. Debíamos de encontrar los resultados de los demás, y con eso, chance, algún otro sobreviviente.

    El plan resultó bastante simple, por lo menos al principio, Robert noqueó al guardia nocturno y salimos de nuestras celdas para caminar por el largo y amplio pasillo lleno de guardias que conducía a la oficina de mi padre. Si no me hubiera topado a Robert no sé qué sería de mí, él sabía dónde se encontraba cada guardia gracias a que podía leerles la mente, por lo que nos escabullimos y llegamos a nuestro destino sin ser descubiertos. Le dije a Robert que me esperara afuera y vigilara que no llegara nadie mientras yo inspeccionaba todos los archivos que pudiera tener mi padre. Como me lo esperaba, eran muchísimos y no sabía si estaba buscando en el lugar correcto. Después de cinco minutos que parecieron ser más, salí y le dije a Robert que era tiempo de irnos.

—¿Los encontraste? —–Me preguntó él y le respondí que no sabía, tendría la respuesta en la noche cuando visitara a Alannah, por el momento nuestra única preocupación era salir lo más pronto de esta prisión.

    En la noche:

    Es increíble lo que la mente puede llegar a hacer, y la conexión que puedes tener con ella cuando realmente haces sinapsis. Bastó tan sólo ver por un segundo cada documento, cada hoja que pudiera ser importante, para que Alannah usara mis ojos como una cámara y guardara en una neurona todas las fotografías, tan claras como si fueran tomadas con la mejor resolución, para luego entrar a mi mente y ponernos a buscar cada detalle por mínimo que fuera. En esos cinco minutos que estuve en la oficina visualicé más de mil hojas, y aquí en el mundo de los sueños, junto a Alannah tardé tan sólo dos minutos en terminar de inspeccionarlos todos.

    —Tenemos que regresar.

    —¡Qué! ¿Estás loco, por qué?

    —Me contestó el gran Robert extrañado.

    —Tenemos que regresar por mi padre.

    —¿Por tu padre? Él te metió en esto, sin pedirte permiso… sabiendo que una vez dentro, la única salida es la muerte.

    —Lo sé, pero ahora entiendo porque lo hizo.

    —No vamos a regresar, si alcanzamos a salir de ese espantoso lugar fue por pura suerte.

    —Yo diría que fue por tu habilidad.

    —Suerte, habilidad, destino… cómo le quieras llamar, son cosas que muy difícilmente se repiten. Ellos no tardarán en averiguar que irrumpimos la oficina de tu padre.

    —Lo sé, eso es aún mejor.

    —¿Mejor? No sé qué es lo que hayas encontrado, pero yo no regresaré a ese lugar.

    —Ellos nos están buscando, ¿dónde es el último lugar que lo harían?

    —Odio el poder leerte la mente y ver las tonterías que estás pensando, pero odio aún más el ver que tienes razón.

    Al poco tiempo estábamos de nuevo en la oficina de mi padre, tal como Alannah y yo descubrimos, lo encontramos con un revolver en su mano derecha y un cigarrillo en la otra, corrí para quitarle el arma e impedir que se disparara, pero fue inútil. Escuché claramente sus últimas palabras:

    —Dale esto a Amber —seguido de un disparo dirigido a su sien. No sé qué significaba, pero el único material que él tenía era un encendedor de metal, con unas iníciales grabadas “J.R.”. Robert y yo salimos de ahí dejando el cadáver de mi padre, por un lado sentía nostalgia por él, pero no podía hacer otra cosa, si me lo llevaba, sólo nos atrasaría y al final ya estaba inmóvil, no sé qué hubiera cambiado el llevármelo a un funeral digno en lugar de dejarlo en su pobre destino, elegido por él y nadie más. Cuando enterramos a mi madre, me dijo que los funerales son para los vivos, para resignarnos que esa persona nunca estará de nuevo con nosotros, no es más que un puto ritual de despedida para los débiles. Nunca estuve de acuerdo, pero hoy lo tuve que aceptar.

    Pasamos la noche en un hotel cerca de la ciudad. Robert se aseguró de que ya había sido visitado por nuestros buscadores y de esa forma poder dormir tranquilos, ¿qué significaba Amber, quién era ella? Alannah y yo repasamos los documentos que encontré en la oficina de ahora mi difunto padre. No pudimos encontrar ese nombre por ningún lado, pensamos en que no era buena idea seguir las pistas que había dejado un muerto, pero por el contrario, si murió para dejar ese rastro era porque entonces, aunque en ese momento no lo podíamos ver, era algo sumamente importante, tan importante… que costó la vida de un hombre. Era evidente que los documentos no nos servían de nada, todos eran contratos, regulaciones, pagos, solicitudes de trabajo, basura principalmente. Somos más de 7 billones de personas en este mundo y mi padre pensó que encontraría a una mujer llamada Amber por el simple hecho de saber su nombre y un encendedor.

    A la mañana siguiente

    Estábamos desayunando y Robert dijo que me podía llevar con la chica del encendedor, si… precisamente con Amber, a veces Robert me da miedo, ¿cómo es posible que pueda ver dentro de mi cabeza? Al parecer Amber visitó a mi padre unas dos veces y después nunca la volvieron a ver. Hace algún tiempo, Robert le dio un mensaje, una carta que él deseó tanto leerla que se esperó a que ella lo hiciera para después ver sus pensamientos, pero no pudo, en ese momento Robert pensó que se había curado.

    Fuimos a Suecia, donde Amber vivía, tocamos a su puerta y nos abrió una muchacha muy alegre y de buen ver. Nos invitó a pasar y tomar una taza de café, le platiqué de mi padre, le di el encendedor y le pregunté si sabía algo de los proyectos secretos a los cuales Robert y yo fuimos sometidos. Ella dijo que le diéramos tiempo al tiempo. Que todo iba a estar bien, pero para eso primero habría que sufrir.

    —No puedes celebrar una victoria sin antes haber deseado morir —agregó ella. Dio media vuelta y subió las escaleras, esperamos a que bajase, pero se escuchó una pequeña explosión arriba y corrimos a lo que parecía ser su cuarto, olía a quemado y ella no estaba en ninguna habitación, había escapado, entonces escuchamos el timbre, bajamos y cuando nos dimos cuenta era demasiado tarde… se trataba de la Federación.

    No sé cómo nos encontraron ni porque solamente eran dos, Robert se encargó de un golpe del guardia más fuerte, agarró una silla y se sentó para ver mi pelea con el otro tipo, como si fuera un estilo de show en vivo, en la cual yo era la atracción y después de unos cinco agotantes minutos, aquel tipo cayó inconsciente al suelo gracias a mi zurda.

    En ese momento no sabía por qué pasaron mis recuerdos de la preparatoria, especialmente con mi profesor de Algebra, recuerdo aquella primera evaluación donde había sacado una “F”, le rogué para que de menos me sacara una “B” o “C”, y su respuesta se me quedo tan gravada que al noquear a un tipo que media más de dos metros, en lugar de huir y escapar, logré ver esa memoria. El profesor Charles Castle me dijo que llegaría un día dentro de mi vida en el que no me tendría que preocupar por una calificación, por un número insignificante que no define quien soy ni quien seré. Me dijo que si tenía una F, era porque me lo merecía y no importaba si hubiera sacado una “A” en el examen, o en ser el único que lo hiciera. Retomando sus palabras, me dijo que en la vida no eres la calificación de tu certificado de la prepa, menos de la universidad, ni el sueldo que ganes, sino cómo te comportes, ¿por qué crees que algunos políticos llegan a ser presidentes sin tener una buena neurona en su cabeza? Al final el pueblo no los elige por sus calificaciones, por el lugar donde estudiaron, mucho menos por el sueldo que ganaban anteriormente, y ni que decir sus antecedentes, al final unos llegan a sentarse en esa gran casa de color blanco simplemente por los hilos que les cuelgan de los brazos y que otra persona les da movimiento, su comportamiento de marioneta y nunca olvides estas palabras, no es lo mismo ser la marioneta, que permitir serlo.

    Momentos después de ese extraño recuerdo me acerqué al tipo que había noqueado, le quité sus pertenencias, dinero, id, su tarjeta de entrada a la Federación y por supuesto, lo más importante, su pistola calibre 44 y un poco de información. Una vez que le quitamos todo, Robert y yo nos vimos sabiendo lo que pensábamos, bueno… claro que él sabía lo que yo pensaba, pero instintivamente le pude leer la mente y salimos de esa casa para dirigirnos a Escocia.

    Realmente no sabíamos qué haríamos allá, no sabíamos si lo que nos dijo el soldado era cierto, pero siento que a veces Alannah interactúa conmigo, aunque no esté dormido.

    Llegamos a una casa donde tenían encerrado a uno como nosotros, a un número más que un día fue una persona común y corriente. Era muy arriesgado entrar de golpe, teníamos que saber a qué nos enfrentábamos, ¿cuántos eran? ¿Qué armas traían? Y, sobre todo, ¿qué demonios hacían ahí?

    Robert y yo nos hospedamos en un hotel que quedaba a una cuadra y como no teníamos mucho capital ni forma de conseguir más, tuvimos que alquilar un cuarto para los dos, yo dormía en el frio suelo y aunque Robert sabía que lo maldecía en mis pensamientos por ganarme el volado donde decidimos nuestro lugar de descanso, siempre me decía que la suerte eligió.

    Pasaron dos semanas, se nos acabó el dinero y todavía no teníamos un plan, por lo que nuestro objetivo principal pasó a segundo término y ahora necesitábamos un trabajo. Claro… nunca dije que fuera uno honrado. Salimos y antes de la noche ya teníamos dinero para sobrevivir un año más. Me gustaría contarte cómo fue que obtuvimos tanto… pero es algo de lo que no me siento orgulloso. En esos me preguntaba, ¿qué era la ley… obligaciones que buscan el orden, el orden de quién, de la sociedad, o… de un tirano? La ley es la que nos ha puesto en este lugar, una ley que rige un gobierno en alianza con otro y que, por lo visto, se está globalizando.

    ¿Cómo es posible que nuestra vida sea gobernada por los pensamientos de otros? Inclusive en estas fechas donde ha habido más de cien revoluciones, dos guerras mundiales, donde una persona que ni siquiera nos conoce, nos dice de qué somos capaces y nos otorga un sueldo de mugre para hacer algo que no nos gusta. En estas fechas ser hippies es equivalente a ser vagabundo.

    De todas las cosas que puedes hacer en la vida, una de las mejores sin duda alguna es gastar el dinero, Robert y yo sabíamos nuestra misión, nuestro objetivo… pero como Henry Fayol, padre de la administración nos específica, ésta puede ser flexible hasta el punto donde no se ponga en riesgo el objetivo. Robert y yo nos tomamos unas merecidas vacaciones, pagamos todas las habitaciones del hotel y sólo éramos él, yo y alguna que otra chica que invitábamos a nuestro “Taj Mahal”, como nos gustaba decirle a nuestro nuevo hogar. Lo sé, ¿cómo me atrevía a criticar el gobierno cuando disfrutaba del sistema? Me podrás decir convenenciero, pero el hecho de que no esté de acuerdo con él, no significa que no pueda disfrutar de él.

    De camino a la comida nos topamos con Jacob, un vagabundo que pedía dinero a cambio de una canción, y para serte honesto no cantaba nada mal. Le invitamos a comer y después a cortarse el cabello, le dimos un cuarto en el hotel y cien euros. Después de todo, no era nuestro dinero, era el de algún estúpido rico que se dejó leer el pensamiento de donde guardaba su fortuna, afortunadamente no confiaba en los bancos y guardaba su dinero en la casa de su amante. Por lo que en realidad fue una tarea muy sencilla robarlo.

    Después de unos días, Robert, Jacob y yo éramos como los tres mosqueteros. Nos acoplamos tan bien que sabíamos que había llegado el momento de dar el siguiente paso; Rescatar aquel desconocido de la Federación. Jacob rápidamente se ganó nuestra confianza, aunque eso no significaba que le íbamos a contar a detalle nuestro plan, mucho menos lo que somos capaces de hacer. Creíamos que sería lo mejor para todos dejarlo de esa manera. Un día antes de que llegara el gran día fuimos a Rocksmelth, una tienda clandestina donde nos suplimos de armas. Yo me compré una magnum, Robert prefirió una mini escopeta y Jacob eligió una pequeña daga, le cuestionamos e intentamos que cogiera un arma de largo alcance, pero dijo que con eso era más que suficiente. Íbamos a insistirle, pero al final era su vida, no la nuestra.

    Al siguiente día, esperamos hasta que fuera de noche. Para que la oscuridad nos diera ventaja, entramos por el patio trasero y estaba por dispararle al primer tipo cuando Jacob detuvo mi mano, me indicó que él se haría cargo… caminó lentamente detrás de aquel sujeto y rápidamente lo abrazó para romperle el cuello en menos de un segundo. Tengo que admitirlo, a pesar de ser escalofriante… fue asombroso. Robert y yo nos acercamos y le preguntamos cómo lo hizo. Nos contó que él hace diez años perteneció a la Federación, fue uno de los mejores agentes que tuvo, pero después un estúpido coronel estadounidense llamado Jason Connor, mejor conocido como el águila ciega, o en mis palabras… papá. En pocas palabras, Jacob buscaba venganza, una venganza que nunca podría obtener, pues se la arrebataron de las manos, mi padre ya estaba muerto y estuve por decirle la verdad, pero Alannah me lo impidió, desconectó unos cables en mi cabeza y caí desmayado al frio piso de concreto. Me desperté un día después y me di cuenta de que el plan había sido un éxito. Jacob había eliminado a todos soldados de la Federación, ahora éramos cuatro.

    El nombre de nuestro cuarto y no ultimo integrante era Jessica, una chava de 22 años, pelo negro con mechas moradas. Según me platicaron en el desayuno, Jacob dejó inconscientes a todos los integrantes de la Federación excepto al que le rompió el cuello delante de mí. Su intención era noquearlo, no matarlo, pero hacia tanto tiempo que no estaba en una misión… tanto tiempo sin sentir la adrenalina recorrer sus venas que al regresar esa increíble sensación no lo controló.

    En el desayuno seguíamos platicando de lo sucedido y del siguiente plan, nuevamente estuve por contarle a Jacob que yo era el hijo de Connor, y nuevamente Alannah provocó mi desmayo. En realidad lo hice porque quería hablar con ella. En cuanto Jacob mencionó el plan, sentí un escalofrió recorrer todo mi cuerpo, ¿cuál sería el siguiente objetivo? Nunca pensamos Robert y yo, ¿qué seguiría después? Todo lo que hemos hecho, nuestro escape de las instalaciones de la Federación, el regreso, la visita a la casa de Robert, la visita a Amber, la invitación a Jacob a comer y el rescate de Jessica. Todo eso lo hicimos sin pensar qué seguiría después. Pensábamos que nos importaba el futuro, pero ¿qué hacer cuando no sabes hacia donde te diriges?

    —Hemos triunfado porque nos enfocamos en el momento que vivimos y no en el que estamos por vivir.

    —¿Robert? ¿Cómo te metiste en mis pensamientos?

    —No lo sé, te desmayaste y de un momento a otro… aquí estoy.

    —Un placer conocerte Robert —dijo Alannah educadamente.

    —El placer es mío, y ahora que tenemos esta ventaja… ¿cuál es el plan? ¿Qué le decimos a Jessica y Jacob?

    —Bien pensado, a pesar de que somos el doble de antes y tenemos a un exmilitar de nuestro lado.

    —Perdón por interrumpirte Alannah, pero Jacob fue agente, no militar —dijo Robert

    —Lo sé, no me refería a él, hablaba de Jessica.

    —¿Jessica estuvo en el ejercito? ¿Cómo lo sabes? —preguntó Robert.

    —Es fácil, ¿vieron su tatuaje de tres estrellas atrás de su hombro?

    —Eso no significa que sea militar, lo pudo haber copiado de cualquier otro lado.

    —Cuando la vean… pregúntenle, por ahora tenemos un plan que elaborar —dijo Alannah cortadamente.

    —Yo sugiero que ataquemos y acabemos con ellos de una buena vez —dijo Robert emocionado.

    —¿Quieres que ataquemos una Federación que lleva más de doscientos años en marcha? Repartida por todo el mundo, qué ha matado más de un millón de personas en sus experimentos y cuenta con la más alta tecnología, tecnología que ni siquiera podemos llegar a soñar con ella, ¿quieres que la derrotemos nosotros cinco?

    —Sí, somos cinco, pero no somos tan sencillos, yo puedo leer las mentes, Connor tiene el coraje necesario y la capacidad para comunicarse contigo, Jacob fue uno de los mejores agentes que ha tenido la Federación, Jessica… tu misma lo acabas de decir, ella estuvo en el ejército y por último tú eres la mayor base de datos que la humanidad puede conocer.

    —Estas en lo correcto, pero no me gusta ese plan, suena muy sencillo, no olvides que al final todos pertenecimos a la Federación, algunos fueron por voluntad propia, y otros fuimos un simple experimento fallido.

    —¿Entonces qué hacemos?

    —Sencillo, divide y vencerás.

    —¡Así se habla Connor! ¿Por quién empezamos?

    —Por nosotros.

    —¿Qué?

    —Tenemos que dividirnos y reencontramos dentro de un año. Tú te encargarás de América, eso incluye México y los demás países del sur. Jacob Asia, Jessica Europa, Alannah y yo iremos África… nuestra misión será crear una secta secreta, una secta enfocada a la destrucción y al caos, crearemos la tercera guerra mundial y entonces, triunfaremos. Los países se destruirán entre si y junto a ellos la Federación quedará derribada. Crearemos un nuevo gobierno donde todos tengamos las mismas oportunidades. Donde la fortuna que acumuló tu padre no importe tras su muerte, pues no se va a poder heredar absolutamente nada, más que los genes.

    Connor se despertó, entre él y Robert les explicaron el nuevo plan a los demás, pero antes tenían que buscar fondos, crear una guerra costaría millones.

7

Cuando todo comenzó

    Después de que Connor y Robert nos explicaran su plan que consistía en crear la tercera guerra mundial, ninguno de nosotros objetamos ni dijimos nada, simplemente aceptamos con un movimiento de cabeza de arriba a abajo sin saber en lo que nos estábamos metiendo.

    Ellos creen que yo soy una chica normal que se tiñe el cabello por rebeldía, pero no es así. Recuerdo cuando tenía ocho años, iba a la escuela y me encantaba, tenía muchas amigas y mis profesoras eran lo máximo. Había recreos en los que prefería quedarme en el salón platicando con ellas en lugar de salir a jugar con mis amigas, pero no me importaba, era lo que me gustaba y nadie me iba a decir que hacer o que no hacer. Siempre fui muy madura para mi edad, y todavía sigue siendo así, pues la vida siempre te propone retos, algunos sencillos, otros difíciles, pensé que su único significado de superarlos era sobrevivir, pasar al siguiente día victoriosa y orgullosa porque enfrentaste un problema y lo resolviste de la mejor manera. Ahora me doy cuenta de que no es así, los problemas no se hicieron para sobrevivir, se hicieron para hacernos quienes somos ahora, para forjar nuestro carácter, nuestra personalidad, sin embargo, es evidente que a unos nos toca sufrir más que a otros.

    Un día después de haber pensado en haber superado mi mayor problema de toda la vida, me di cuenta de que fue insignificante y estúpido. Me sentía plena, feliz por haber pasado todo el recreo tomada de la mano del niño que me gustaba, y al llegar a casa, corrí al cuarto de mis padres para contarles y compartirles mi felicidad, pero no estaban. Bajé a la cocina, a la sala, pasé a mi cuarto, a cada maldito lugar de mi hogar y no había nadie. Subí a mi cuarto y lloré toda la tarde, pensé que los había perdido, y en parte así fue… en la madrugada bajé a la cocina por algo de comer, pues me estaba muriendo de hambre debido a que no había comido nada del temor de lo que le hubiera pasado a mis padres. Imagínense lo que sentiría una niña de ocho años al no saber el paradero de sus progenitores, el no saber si los volverá a ver y que las últimas palabras que mis padres me dijeron fueron:

    Jessica, cariño, por favor no crezcas, no soportaría el verte mayor y trayendo un extraño hombre a la casa (refiriéndose a un futuro novio).

    Cuando llegué a la cocina vi una nota pegada en el refrigerador que decía lo siguiente.

    Querida Jessica, sentimos que tu padre y yo corremos un grave peligro y posiblemente si estás leyendo esto es porque tuvimos que irnos o porque fuimos lo bastante estúpidos para no quemarla, prometemos regresar en cuanto todo se solucione. Mientras tanto tienes que ser fuerte mi pequeña, valiente como siempre has sido, nadie puede saber que nos hemos ido… ¿Leíste bien? Absolutamente nadie, ni siquiera tus maestros. No sé cuánto tiempo estaremos fuera y no importa lo que llegues a escuchar de nosotros, todo lo que hicimos fue por ti, fue porque te amamos y por eso mismo tuvimos que dejarte sola, aunque se nos desgarre el corazón, es lo mejor por el momento. Te dejamos suficiente dinero para que puedas sobrevivir toda tu vida en caso de que algo malo pasara. No lo gastes en juguetes y golosinas, al menos no todo en ellos.

    Besos mi preciosa, te amo y siempre estaré contigo. Tu madre.

    Al leer esa carta comencé a llorar, ¿en que se habían metido mis padres? Pasé seis meses sola y aunque no lo notaba, comencé a aislarse de la sociedad. Me quedaba en el salón y no para platicar con los maestros, sino porque era el único lugar donde me sentía cómoda, todos los días guardaba la esperanza de llegar a casa y ver a papá viendo el futbol, a mamá cocinando, esperándome para darme un gran beso en la mejilla, sin embargo, sólo llegaba y veía una triste realidad. Sólo estaba yo y nadie más.

    Esos seis meses me hicieron madurar, me hicieron ser autosuficiente entre comillas, pues, aunque no tenía a mis padres ni nadie que me apoyara, tenía un tío llamado Benjamín Franklin y sus más de cien mil gemelos. Tenía dinero para comprarme todo un palacio y aún me sobraría para joyas y vivir otros cien años o más si es que tuviera la fuente de la juventud, la cual por alguna extraña razón me topé.

    Tengo la experiencia de una mujer de sesenta años, la mente que Einstein hubiera deseado y el cuerpo de una mujer recién pasada la adolescencia. No sé porque al cumplir los veinticinco años dejé de crecer, todos creen que la fuente de juventud es una bendición y que quien la consigue es porque luchó por buscarla, pero la verdad es una maldición, ver a tus seres queridos envejecer. Aceptar la vida que han pasado, pero sobre todo y más importante que la vida, asumir que tus días están contados, que pronto todo se acabará y te espera el cielo, el infierno, tal vez el inframundo. Que tu alma divague en pena tal vez, pero sea lo que sea, sabes que algo te espera, no importa si lo crees o no, si tienes fe o no, lo que importa es lo seguro, que algún día abandonarás este mundo, este sistema tan complicado y fascinante a la vez. Algo que yo no conoceré.

    Durante un tiempo pensé en suicidarme, empecé a escribir una carta explicando el motivo de mi muerte y cuando no pude más que escribir dos palabras me di cuenta de que si tenía pocos motivos para seguir viviendo, tenía menos para morir. Por lo que tomé la .44 que tenía apuntando a mis sesos mediante mi mandíbula y la dejé en la mesa. Al principio pensé que un vampiro me había mordido y me había vuelto de su especie, después de todo se supone que los vampiros están muertos y necesitan la sangre para que su cuerpo siga funcionando, pues su corazón muerto ya no crea ese líquido lleno de vida. Tal vez morí en la noche y desperté pensando que sólo fue un sueño, pero mi cuerpo no era como el de ellos, mi cuerpo estaba vivo. Coloqué mi mano en mi pecho y sentía tan fuerte como mi corazón latía y bombeaba la sangre que era transportada por cada una de mis venas en dirección a todo mi cuerpo, seguía teniendo hambre, mis pulmones seguían llenándose de oxígeno para exhalar dióxido de carbono. Seguía sintiendo sueño y esa hermosa sensación al despertarte y saber que puedes seguir durmiendo el resto del día.

    Aunque mis padres regresaron después de los seis meses que se fueron, nunca los pude perdonar. Cuando cumplí quince años tomé su dinero y me fui de la casa, lo hice por rebeldía, había madurado demasiado rápido y necesitaba sentirme como una adolescente común. No soportaba el hecho de que esos seis meses ausentes no salieran a tema de conversación, era un asunto que estaba prohibido platicar, pero sobre todo, lo hice para sentir el cariño de mis padres, el que me buscaran y me regresaran a casa castigada, sabiendo que todo iba a estar bien y que podía contar con ellos. No todo pasa como lo planeas. Pasaron diez años y regresé a la casa, sólo para saber que murieron la noche que me escapé. Intentaron buscarme desesperados y un coche los atropelló. Murieron por mi culpa. La muerte decidió que yo viviera y que ellos dos no, es el precio que hay que pagar, dos vidas por el precio de una.

    He pasado varios años en busca de venganza, en busca de quien me hizo esta maldición y cuando estaba a punto de encontrarla fui rescatada por el idiota de Robert y sus amigos. No tuve otra opción más que hacerme pasar por su alidada, después de todo, ellos son como yo, les hicieron algo para que ya no fueran los mismos de antes, y aunque no me interesa su amistad, tenemos un mismo objetivo; destruir la Federación.

    Yo no puedo esperar más tiempo, ya he esperado demasiado. Sesenta años buscando una respuesta, buscando donde no la había y matando a quien no lo merecía. Ahora que estoy a un paso de vengar todo este tiempo, de vengar las muertes que he quitado en vano.

    ¿Están todos listos para el viaje? —preguntó Robert sabiendo el miedo que todos tenían al saber que el equipo se iba a separar y les esperaba un largo, agotador, y difícil camino.

    —La verdad es que no —respondí y todos se quedaron callados.

    —Estuve pensando toda la noche y no creo que sea buena idea el separarnos e ir a lugares desconocidos donde no conocemos la cultura de la gente. No nos conocemos ni nosotros mismos, ¿cómo vamos a confiarnos a kilómetros de distancia? Si ni siquiera sabemos nuestro poder. Así es que empezaré por presentarme ante ustedes con honestidad. Mi nombre es Jessica Night, soy de Alabama, Estados Unidos. Me gusta la música y las películas de amor. Mis padres murieron hace más de cincuenta años cuando yo tenía apenas quince, así es, mi edad es sesenta y cinco años y ese es mi poder, la fuente de la juventud, la maldita fuente de la juventud. Estoy aquí para vengar al desgraciado que me hizo esto; la Federación. Sé de los experimentos que también les han hecho a ustedes. Ahora es su turno de presentarse —añadí y uno a uno se presentaron formalmente. Al final, decidimos trabajar juntos.

    Al día siguiente.

    Las reglas son las siguientes: Cada mes nos tenemos que cambiar de país, y nos vamos a estar hospedando en hoteles normales para no llamar la atención. Tenemos que reclutar diez mil personas por mes, en cada punto estratégico para atacar todas las instalaciones al mismo tiempo. Como sabrán nuestro objetivo es acabar con la Federación. Robert, tu misión será estafar a la gente para conseguir dinero para sustento y provisiones de armas —yo tenía el dinero para fondear una tercera, cuarta, y si quisiera una quinta guerra mundial, pero no lo iba a donar para eso.

    —Jacob, tú te encargaras de hacer el club militar, un club donde sólo sobrevivirán los más fuertes, capaces y leales. Connor, tu meta es diseñar un plan de ataque, en el cual tenemos que hacer entrar más de cien mil personas a las instalaciones sin que un solo guardia se entere.

    —¿Y tú que vas a hacer? —me preguntó Connor.

    —Yo iré a la Federación. Tomaré todos los datos que pueda para que luego Alannah los analice y nos muestre las debilidades de ella. Que son nuestras oportunidades de ataque, ¿alguna pregunta equipo?

    —Te acompaño, no puedes entrar sola a las instalaciones —me dijo Connor.

    —No, iré sola, ellos no pueden matarme. Además, tengo unos contactos que me ayudarán a entrar. Regresaré en cuatro meses y espero que todo esté listo para el gran ataque… no van a saber qué fue lo que pasó.

    —¡Jessica! ¡Espera! —me gritó Connor y tomó del brazo con su mano derecha. Tan pronto volteé me dio un beso en la mejilla,  el cual respondí con un pequeño movimiento para juntar mis labios con los de él.

    —Así es como deseamos buena suerte en mi país —me respondió Connor después de besarme intensamente durante un minuto.

    —Yo también soy de Estados Unidos y no conocía esa tradición, pero gracias, la necesitaré.

8

Una misión especial

 

Me encontraba en Rumania. Todo allí era muy diferente a lo que había estado acostumbrada, y eso que he viajado de un lugar a otro en busca de venganza durante muchos años. Nunca pensé que hubieran más humanos como yo; experimentos fallidos que por una u otra razón seguimos vivos. La Federación había hecho ya mucho y era tiempo de terminar con ella… y más ahora teniendo lo que creo eran aliados. Eso sólo lo descubriría cuando la Federación se encuentre enterrada mil metros bajo tierra. Incapaz de renacer o crear algún otro mal.

Estaba analizando la sección donde estaban archivados los documentos más extraños, buscaba algo que pudiera ser de ayuda, pero había pura porquería. Archivos clasificados de gente desaparecida, muñecos de prueba que murieron y nadie los buscara porque no eran nadie cuando estaban vivos… vagabundos para ser precisos. Busqué por todas partes y no encontré nada, ¡absolutamente nada! Esperaba encontrar mi expediente, el de Connor, Jacob o alguien que no conozca y que sea como nosotros. Me hubiera servido traer a Connor, él pudiera escanear todo esto en un minuto y después analizarlo con calma, pero me gustaba trabajar sola, siempre lo había hecho así. Todavía no confiaba en ellos.

Entrar fue sencillo, sólo me bastó maquillaje y un buen escote para distraer a los guardias, invitar uno a al baño y noquearlo para robarle su uniforme y pases de acceso. El problema era salir de allí, pues una vez que uno entra a la Federación, sea visitante, empleado, o experimento, sólo había una forma de salir y era sin vida. En sentido figurado, ya que aunque salgas con tu corazón todavía latiendo y bombeando sangre, vivirás huyendo de un lado a otro, intentando ganar tiempo que no podrás disfrutar. Simplemente para adentrarte en una guerra que estás seguro de no poder ganar, y… sin embargo, allí estaba, haciendo mis esfuerzos en vano.

Los guardias de seguridad ya no eran humanos, les lavan el cerebro, borran sus recuerdos y les implantan unos donde su misión es salvar la Federación. Parecen robots, pues les quitan el más mínimo sentimiento. No sienten felicidad, no sienten dolor. Son entrenados especialmente para matar y cuando se enteren que yo no soy una de ellos… querrán sacarle el máximo provecho a su entrenamiento.

No sabía si retirarme o esperar que anocheciera. Podía seguir buscando, aunque estaba segura de que no encontraría nada y salir en ese momento era muy arriesgado. En cambio, en la noche podría esconderme en la oscuridad. Al final no pude hacer ninguna de las dos cosas, no pude quedarme a buscar más archivos, buscar mapas o algo que nos ayudara a nuestra causa. Escuché unos pasos que venían al cuarto al que me encontraba y me puse a un costado de la puerta antes de que esta se abriera por un guardia. Él entró y de inmediato fue a revisar los archivos que había dejado regados sobre la mesa. Yo me salí antes de que pudiera darse media vuelta para buscar al culpable de dicho desorden. Recorrí todo el pasillo y entré a otro cuarto.

Dentro de esa habitación existían otras seis puertas y no sabía a dónde se dirigían. Así es que abrí la primera sólo para ver que era falsa. Detrás de ella estaba una pared de ladrillos y la cerré de inmediato. Probé suerte con la segunda y era un espejo. Fue cuando me di cuenta de qué estúpida fui. Traía puesto el uniforme de un guardia. Me quedaba un poco holgado y la gorra me tapaba bastante la cara para ocultar mi rostro femenino. Me acomodé bien el uniforme y abrí la tercera puerta por mera curiosidad. La tapaba un muro de tabla roca con el número 9. La toqué y se sentía hueca, había algo detrás de ella que intentaban ocultar, pero ¿qué era? No la podía romper, pues me alcanzarían a escuchar y vendrían a por mí. Abrí las siguientes tres puertas para ver que todas estaban bloqueadas por diferentes materiales.

—Tienes seis opciones, elige la correcta —escuché una voz masculina detrás de mí y giré rápidamente para ver que se trataba de Connor. Me siento enojada y aliviada al mismo tiempo, esta era mi misión. Le especifiqué que no viniera y aun así lo hizo. Para serte honesta no sabía por dónde proseguir y con Connor esto será mucho más sencillo. Así es que le di un abrazo y las gracias.

—Te confundes, yo no soy Connor —me dijo y me quedé estupefacta. Retiré mis brazos de su espalda y le miré fijamente a la cara. Sus facciones eran idénticas, pero su mirada no. Connor tiene una mirada cansada, y sin embargo, alegre. Por otro lado, la mirada de este Connor es sin emoción, no te demuestra enojo ni felicidad, es inexpresiva.

—¿Quién eres? —le pregunté y me responde que es el padre de Connor.

—Pero él está…

—¿Muerto? ¿De verdad crees que el Presidente del proyecto más importante de una organización global que tiene sedes en cada ciudad de cada país va a morir porque se pegó un tiro en la cabeza para salvar a su hijo que él mismo le condeno un horrible destino? ¿Crees que la Federación no sabe de tu pequeño grupo de experimentos y que intentan rebelarse contra nosotros?

—¿Por qué haces todo esto? ¿Por qué no simplemente nos matas y acabas con esta farsa?

—Tú misma sabes que no puedes morir, contigo hicimos lo que Dios no pudo, un ser inmortal. Tus células se regeneran impidiendo que envejezcan, impidiendo que tengas alguna enfermedad.

—Eso lo sé, ¡pero ellos! ¿Por qué les das falsas esperanzas?

—Porque la única forma de vencer es hacer pensar a tu adversario que tienen la ventaja, además de que sólo de esta forma veremos de qué son verdaderamente capaces. Ahora, Jessica, elige una puerta —dijo el padre de Connor y no tuve otra opción más que seguirle el juego, escogí la habitación número dos. Connor padre saca su pistola, la toma de la punta y me la ofrece.

—La forma de abrir la puerta es rompiendo el espejo, así es que hazlo.

—¿Cómo puedes confiar en mí?

—Tienes razón, me dice él y saca su otra pistola para dispararme en la pierna derecha. De inmediato caigo de rodillas.

—Recoge la pistola y dispara al espejo, tu pierna tardará una semana en sanar, así es que no te preocupes —Le hago caso. Muerdo mis labios como si de cierta forma esta acción me diera fuerza. Tomo el arma y disparo al espejo, detrás de este me muestra una habitación inmensa. Avanzo muy lentamente cojeando, y al entrar, veo mi peor pesadilla. Miles de personas conectadas por cables y en recipientes cilíndricos llenos de un líquido azul. Me acerca a uno y al ver la cara de la humana que está dentro, me doy cuenta que se trata de mí.

—Sé que te preguntas qué es esto, tengo también el poder de Robert además del tuyo. Mi cuerpo se puede regenerar a tal grado de no poder morir, y también puedo leer tus pensamientos.

—¿Cómo? ¿Por qué?

—Porque tengo el poder de hacerlo, y quiero también el poder de mi hijo. Ellas no son tus clones Jessica, ellas no fueron creadas a partir de tu sangre si es lo que estás pensando. Tú eres una de ellas, un clon de mi amada. Tú no eres la amante de mi hijo, eres su madre de joven.

—¡No, no puede ser cierto! ¡No te creo!

—Es la verdad y déjame decirte que, aunque todas son iguales. Tú eres única, eres la única que pudo desarrollar emociones, sentimientos, la única capaz de vivir en base a sus prejuicios, a sus decisiones.

Me encontraba enfrente de él, con la cabeza dándome vueltas al ver mis esperanzas caer al vacío. Al ver la ilusión de los sueños de mis amigos por derrotar a la Federación, ya que siempre ha estado un paso más adelante, incluso cuando pensábamos estar encima de ellos. Mi pierna me arde y es lo que menos me preocupa, pues sé que en menos de una semana estará como nueva… no es la primera vez que me dan un balazo y no creo que sea la última. La primera vez que me balacearon fue por descuidada, Me había juntado con un grupo de ladrones y asaltábamos bancos, tiendas de autoservicio, casas de empeño y sin fin de lugares. No necesitaba el dinero, pero sí la adrenalina. Nos advirtieron que nos iban a hacer una redada y no nos importó. Fuimos creyendo que era mentira, que era un simple chisme. Cuando entramos, a la primera que dispararon fue a mí. Me dieron cinco balazos al pecho y uno en la frente. Caí al piso y no recuerdo nada más hasta que desperté en mi funeral, extrañamente lleno de personas. Estaban desde mis amigos de la primaria hasta las personas a las que robé, y no importó si fueran amigos o enemigos, todos corrieron al verme como me levanta del ataúd. Me puse de pie con la cabeza ardiendo, como si hubiera tenido la peor cruda de toda mi vida. El dolor me duró de dos a tres semanas y después estaba como si nada. Fue cuando supe que era inmortal, en ese momento pensé que era una bendición, que después cambio a una maldición… aunque pensándolo bien, lo único que cambió fue mi modo de ver esta habilidad por así decirlo. Nadie quiere morir joven, pero tampoco vivir eternamente.

En ese momento no sabía qué iba a ser de mi vida, ni la de Connor, Robert y el vagabundo. Salimos de la habitación y el padre de Connor me llevó a un cuarto libremente, aunque me sentía más prisionera que nada. Al llegar, se trató de una habitación de lujo, fácil unos mil metros cuadrados. Tenía una enorme cama, un gran televisor, un jacuzzi y lo que ame a primera vista; un armario lleno de ropa para cambiarte diario por todo un siglo y no repetir una sola prenda. Cuando me di la vuelta para cuestionar al padre de Connor sobre qué hacía allí, ya no estaba y con su desvanecimiento la puerta estaba cerrada. Me encontraba encerrada en lo que parecía ser el paraíso, un paraíso donde a pesar de todo estar contado, llegar a que se acabe algo tardaría años, tal vez siglos.

Pasó una semana y seguía sin tener contacto con el mundo exterior, a pesar de tener televisión, sólo se podía ver películas. No tenía señal satelital ni de cable. A la segunda semana ya había recorrido cada rincón de la magnífica habitación. Al acostarme en la suave cama para descansar mis piernas y ver el techo de más de cinco metros de altura me di cuenta de que estaba perdida. Podía pasar aquí toda mi vida o podría salir mañana y eso no cambiara nada ¿Cómo pueden tener esta gigantesca habitación y que nadie sepa de ella? ¿Cómo el pueblo no tiene ni la mínima idea de lo que es la Federación y lo que es capaz de hacer? Si esta habitación es del tamaño que es… ¡imagínate la instalación completa! Nuestra guerra es suicidio y si todavía me quedaba una pequeña esperanza, después de este tiempo encerrada la perdí totalmente.

Había una cosa que era segura, el padre de Connor me estaba mintiendo. Yo no era el clon de su esposa o amada, los años no cuadraban.

Pasaron los meses que se supondría estaría fuera, investigando y recopilando todo lo que pudiera sobre la Federación a nuestro favor, sus instalaciones, miembros, algún detalle que nos diera ventaja y en lugar de eso, estaba encerrada. Pensando en que dirán cuando no me vean llegar, cuando vean que nadie toca la puerta. Que fracasé en mi misión y con ella el plan maestro que nos liberaría de este mundo de opresión, ¿vendrán a rescatarme? O ¿seguirán con el plan como si fuera un soldado más que murió en la guerra?

Hoy era un día diferente a los demás, y es que hoy después de mucho tiempo, la puerta que me retenía se abrió y detrás de ella estaba Connor. No lo pensé dos veces… corrí a abrazarlo y llenarle de besos la cara, pero no era él, no me respondía nada de lo que le hacía, es como si fuera un maniquí de carne y hueso que de repente cayó al suelo sin algún motivo. Entró su padre al cuarto y me respondió que él sólo era un clon de Connor, cerró la puerta y se sentó en mi cama para platicar, mejor dicho, ordenarme lo que quería que hiciera para él y que básicamente consistía en traer a su hijo a base de engaños, omitirle todo lo que he visto. El trueque es bastante simple; mi libertad a cambio de su hijo.

Me encontraba nerviosa, traicionar al que podría ser mi prometido por egoísmo, por salvar mi pellejo sobre el de él.

Respiré hondo y toqué la puerta, espere, pero nadie la abría. La toqué más fuerte y seguía sin abrirse, así es que decidí entrar por la fuerza.

—¿Connor? ¿Robert? ¿Jacob? —ninguno respondía a mi voz.

—¡Chicos, soy Jessica! —pero seguían sin aparecer, no había nadie en la casa que dejé hace cuatro meses, ¿los tendrá la Federación? No creo, de tenerlos… ¿por qué el padre de Connor me mandaría por algo que ya tiene? Estaba confusa y sólo necesitaba un buen descanso, relajar mi mente. Tal vez cuando duerma, papá oso vendrá y verá que hay alguien acostada en su cama. Así es que fui al cuarto de Connor y cerré los ojos al instante en que mi cuerpo tocó su hermoso y precioso colchón que no sé qué sea, es delicioso. Me desperté de un brinco al ver una sombra reflejada en el espejo.

—¿Connor? ¿Eres tú? —Le pregunté, pero no me respondía. Alcancé a ver cómo se da media vuelta y me levanto de un brinco para seguirlo, pero se desvaneció antes de poder ver si quiera a donde fue. Giré a la derecha y vi que están todos de pie, excepto, por… el padre de Connor que estaba tirado gracias a una bala en la sien.

—¿Qué pasó? —pregunté angustiada al no saber nada.

—Jessica, deja de fingir y ven a darme un beso, ¿qué acaso no me extrañaste? —me dice Connor y voy con él tal cual un niño va detrás de un dulce. Todos nos empezamos a reír pensando que todo había terminado, cuando ni siquiera ha comenzado. Al parecer el padre de Connor era simplemente un clon, pues en un segundo entra otro y le dispara a Robert, a Jacob, a Connor, y por último, veo la bala que se dirige a mi cabeza sin poderla esquivar.

9

Un final es la oportunidad de comenzar nuevamente

Me despierto con la cabeza ardiéndome y veo que estoy en una camilla. No es la primera vez que me pasa, pero me alegro tanto el despertarme antes de que me hicieran la autopsia. El que no me haga un daño mortal no significa que no me duela.

Sigo sin saber qué hacer, me siento sola, indefensa y con rabia de venganza. La Federación me ha quitado la vida, las ganas de vivirla, mi familia, mi mortalidad, mi futuro novio… Connor, ¡todo! ¡Me ha quitado absolutamente todo lo que he amado y pagarán por ello!

Regresar a la vida es más difícil y odioso de lo que parece. Tengo que comprar una nueva identidad y conseguir ropa que no sea de muerto u hospital. Afortunadamente desde la primera vez que me pasó, aprendí la lección, en mi humilde casa guardé un millón de dólares. Suficientes para cambiar de identidad, de país, de todo. Borrón y vida nueva, si es que se pudiera decir, pues con la Federación tras de mi, nunca podré dejar mi pasado a un lado. Es por eso mismo que no importa cuando ni donde, la Federación caerá de rodillas ante mí y deseará jamás haberme creado.

Una vez vestida con ropa informal, la cabeza cubierta con gorra y lentes de sol para evitar que las cámaras reconozcan mi hermoso rostro. Me dirijo a Inglaterra, que es donde compro mi nueva acta de nacimiento, ¿cómo fregados me llamaré? Siempre me ha gustado el nombre de Julia, pero ¿Julia qué? Me haré llamar Julia Shultz, inglesa de nacimiento, americana por ascendencia.

Estoy en el cuarto de un motel barato. Extraño a Connor, a Robert, al jipioso. Siempre he estado sola porque pensé que yo era la única que no podía morir, la única que no era cien por ciento humana. La única que sobrevivió al experimento, y ahora, lamentablemente confirmo que es así. Connor y los demás están muertos, aunque me duela aceptarlo. Sé que habrán más, llámense Connor u otro nombre, ninguno será como él. Su clon tendrá su apariencia, pero no su corazón. Miro el techo, blanco como el paraíso donde ellos deben de estar en estos momentos, murieron por una causa noble y es lo que importa, yo vengaré sus muertes para que no hayan sido en vano. Donde quiera que estén, siempre los recordaré.

Tardaré una semana en llegar a España, ir de inmigrante no es fácil, menos el soportar a los demás indocumentados. Este sistema no es bueno ni para mí, ni para ellos.

Después de tanto tiempo de soledad, tristeza y en busca de venganza… he decidido tomarme un día para mi sola. Un día en el que los demás no existen, donde yo soy el sol y todo lo demás gira a mí alrededor. Voy a una cantina y pido un whisky doble, mi cuerpo se regenera tan rápido que no me puedo emborrachar, el alcohol llega a mi cabeza como si fuera simplemente agua y es frustrante. Cuando cumplí 21 años me fui de fiesta con mis amigas y ellas tomaron hasta morir. Literalmente porque manejaron estando ebrias, chocaron y fallecieron, yo iba con ellas, pero mi destino era diferente, mi destino era vivir, vivir y vivir tanto que pareciera estar muerta. Las cosas que antes me emocionaban ya no lo hacen más. Durante mucho tiempo me llamé a mi misma un zombi. Los vampiros viven eternamente y disfrutan de ello, les gusta la sangre y no les importa descuartizar a alguien para satisfacer su deseo, yo no tengo ni eso, un deseo tan fuerte que mataría a otra persona por ello, al menos no lo tenía hasta que llegó Connor. En tan poco tiempo logró lo que no tuve por más de 50 años. Pero eso no importa, así como llegó, se fue, y no hay nada que pueda hacer al respecto. Daría mi vida por la de él, pero no existe un comerciante de almas, alguien que le vendiera mi alma a la muerte a cambio del regreso de la de Connor.

Dicen que el alcohol no soluciona los problemas, pero nada ni nadie más lo hará. Tomo otro whiskey y noto como un hombre que está en la esquina me mira fijamente, a pesar de verlo no me quita la mirada. No la desvía como cualquier otro hombre lo hubiera hecho. Termino mi copa y camino lentamente hacia él sin saber bien un por qué. No sé si es un agente de la Federación que me está espiando. No sé si solamente le gusté, o tal vez simplemente quiera una noche conmigo.

—Hola guapo —le digo y me siento en la silla que tiene a lado. Debe de ser un agente de la Federación, por lo cual aprovecharé mis encantos para sacarle información.

—Hola —me responde sin desviar la mirada de donde yo estaba sentada. ¡Qué estúpida fui! No me veía a mí… veía al tipo detrás de mí, por lo que intento levantarme, pero entonces escucho una voz dentro de mi cabeza que me dice: No lo hagas, y la obedezco. Me quedo quieta durante diez largos minutos sin decir una palabra y el hombre que está a mi lado no ha apartado la mirada ni por un segundo. Es extraño, es como si no estuviera yo aquí, como si fuera un fantasma que se cree real, y tal vez a fin de cuentas sea eso. Un alma que divaga por el mundo porque dejó algo pendiente y no ha podido resolverlo. Tal vez Connor nunca existió, tal vez fue sólo una imagen que mi mente creó para ayudarme en mi asunto sin resolver. El tipo que estaba sentado detrás mío antes de venirme con el otro extraño se levanta y con él, otros diez hacen lo mismo como si fueran espejos de él, pues cada movimiento que él hace, los demás lo repiten con un microsegundo de diferencia.

—Es tiempo, cuando diga corre, ¡tú corres! No puedo protegernos a los dos y sabes que eres la llave —vuelvo a escuchar esa voz en mi cabeza. No alcanzo a comprender sus palabras cuando todo comienza. Los once tipos vienen hacia nosotros y no en plan de amigos. Comenzamos a pelear y vamos noqueando uno por uno, por más difícil que parezca vamos ganando, ¡nosotros dos contra once y vamos ganado! Recibo puñetazos por todos lados, pero los esquivo como si fuera una experta en artes marciales. Aunque la verdad si sigo de pie es gracias a mi aliado desconocido. Yo sólo esquivo y él los noquea. Uno por uno van cayendo hasta que quedamos él y yo.

—Corre —me dice y no sé por qué, si ganamos. Él y yo estamos de pie mientras los demás están tirados en el piso. Me empuja hacia la puerta y me resisto, no quiero alejarme de él. En ese justo momento la persona que atiende la cantina se levanta y me dispara con su escopeta. Empiezo a ver todo borroso y veo como también le dispara a mi nuevo aliado, caemos juntos al suelo, derrotados por una simple arma, por no obedecer a un desconocido.

Me despierto y estoy amarrada de las manos a un tubo, el cual me mantiene de pie. Mis heridas ya han cicatrizado por lo que me han dado algo para mantenerme dormida. ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí? ¿Quién era aquel muchacho que intentó protegerme? Tantas preguntas y ninguna respuesta.

—¿Tienes sed? —me pregunta una mujer que es idéntica a mí, seguramente es un clon mío, y de ser así, sólo puede significar que me encuentro en la Federación.

—No, lo que tengo es hambre —le contesto lo más honesta y amable posible, sin embargo, la muy perra me moja con agua helada a través de una manguera. Estoy titiritando de frío. Como te dije, el que sea inmortal, no significa que mi cuerpo no sienta. Ella toma asiento y sube sus pies al escritorio mientras disfruta mi sufrimiento.

—Cuando quieras más avísame, hay toda la que quieras —me dice con sarcasmo y cierra los ojos para echarse una siesta.

Yo quisiera hacer lo mismo, recostarme y cerrar los ojos, pero soy prisionera y no sé qué es lo que buscan en mí. Connor está muerto, que es lo que su padre anhelaba. Aunque no fue mi deseo hacerlo, cumplí mi misión, la que me otorgaría libertad y mírame, estoy amarrada como si fuera la peor terrorista del mundo. No me importaría estar así de haber fallado, y aunque yo no tuve nada que ver en la muerte de Connor, el objetivo se cumplió.

Han pasado tres días y siento que me voy a morir, mi cuerpo necesita comida y mi mente razones. Todos los días mi clon me despierta con agua helada y no contesta ninguna de mis preguntas. Mi ropa apesta a perro mojado y la peor sensación es que no me la puedo quitar. Quisiera desnudarme y secarme con el pequeño rayo de luz que entra por la ventana. Tengo mis manos atadas y mis pies son muy débiles como para apoyarme en ellos.

            Otro día pasa y no sé qué es lo que aquí sucede, ¿estaré aquí la eternidad? ¿Saldré mañana? Y al parecer mis preguntas están a punto de ser respondidas, pues se escucha a una puerta abrirse y entra otro clon mío.

          —¿Dónde está? —me pregunta fijamente y no sé de qué habla.

          —¿Quien? —le respondo.

            —No te hagas tonta, sabes bien quién.

            —Te lo juro que no.

            —¿Estás segura? ¿Qué hacías con aquel chico que te encontramos?

            —Lo conocí esa noche, si es que luchar a su lado se puede llamar conocer a alguien, pues ni su nombre me sé.

            —¡Mientes, échenle más agua! —le dijo a mi clon número uno y nuevamente abrió el grifo para bañarme con agua helada, para intentar sacar palabras de mi boca que no existen en mi mente. Esto se ha puesto peor, deberían de tener compasión al ser como yo. Al tener mi figura y sobre todo mis genes, pero parece ser todo lo contrario. Veo rabia en sus ojos, enojo al verme como si hubiera sido yo la responsable de algo que les pasó. De algo que cambió drásticamente sus vidas por culpa mía. Una vez que mi segundo clon entró, parece que no tiene pensado irse. Intercambian turnos y me vigilan como si fuera el tesoro perdido de la Atlántida. Algo quieren de mí y no estoy segura de qué podría ser. Mis músculos están desechos por no moverse en semanas. Mi cuerpo está cansado y no creo aguantar mucho tiempo. Me torturarán hasta que diga lo que ellos quieren escuchar, el problema es que no sé qué palabras desean que salgan de mi boca.

            Otro día pasó y es cuando empiezo a recordar mi pasado, supongo que es lo que todos hacen cuando no tienen otro espacio que mirar. Mi futuro es incierto, mi pasado es historia y mi presente una vil mierda.

            Se me acerca mi clon número dos y me susurra algo al oído tan quedito que no le escucho lo que me dice, esta tan cerca de mí que puedo abrazarla con mis piernas y después estrangularla con las mismas para dejarla inconsciente, tal vez muerta, pero no puedo hacerlo. Lastimarla es como lastimarme a mí. Es mi sangre y por más que he deseado estar muerta, quitarme esta maldición de encima, no me gustaría ver lo que podría ser mi cadáver. Respiro profundo y noto que me está desamarrando, mis manos caen como si fueran dos pesas de cien kilos directo al suelo, y sin tomar algún respiro me levanto, miro a mi salvadora y me hace una seña para que guarde silencio, pues mi otro clon está durmiendo. Camino hacia ella y tomo una pistola que estaba sobre el escritorio para apuntarle a la cabeza. Quiero apretar el gatillo y terminar esto, irme a casa, pero no de esta forma, no siendo una asesina, por lo que dejo el arma donde la encontré. Mi clon se comienza a desvestir y me indica que haga lo mismo, pero no quiero, tengo miedo, aunque me doy cuenta de que lo hace para cambiarnos de ropa y así hacernos pasar una por la otra. Ahora ella está atada y yo tengo que torturarla para que me diga algo que no sé si quiero saber. Preferiría estar del otro lado de la moneda, preferiría mil veces que me torturen que torturar una aliada, y, sin embargo, lo hago. Confiesa… confiesa aquel secreto que ni siquiera yo sé, no sé si sea verdad, pero no puede ser una mentira. Aquel chico, el que intentó protegerme y dio su vida por la mía, él es el hermano mayor de Connor. Y eso no es todo, confiesa su plan que consiste en hacer a todo el mundo como nosotros, solamente de esa forma la Federación perdería su poder, es nuestra única oportunidad de ser libres. Mi clon que no está amarrada agarra un cuchillo y se lo clava al corazón de mi clon aliada, y sus últimas palabras fueron: mata a esta perra.

Yo olvido mi nombre, olvido que ella básicamente es mi sangre y la agarro con mis brazos del cuello para desnucarla. Comienzo a llorar inmediatamente cuando ella cae al suelo sin vida. Nunca he matado a alguien y nunca pensé hacerlo, la rabia le ganó a mi bondad. Sólo espero que se levante mañana como yo lo hago cuando muero, pero no me puedo quedar aquí a averiguarlo, tengo que salir, huir y vivir así toda mi eterna vida. Nunca descansaré y la verdad a estas alturas no me importa. La muerte es lo único que te causa dolor y es la misma que es capaz de quitártelo. Abro la puerta que esconde mi libertad y veo que mi camino será largo, es un pasillo de 20 metros de ancho y calculo un kilómetro de largo, no le alcanzo a ver el fin… pero espero que sólo sea eso. Veo pasar mis clones marchando y me uno a su camino. Termino caminando sin destino entre mis enemigas. Al llegar al final dan media vuelta y regresamos a donde estoy. Las piernas me están matando y no puedo sentarme a descansar, necesito esconderme, aislarme de ellas sin que se den cuenta. Ninguna dice una palabra, marchan como si fueran un robot programado para eso, todas tan uniformes y alineadas que no sé cómo no se han dado cuenta que no soy una de ellas. Llegamos hasta el otro extremo y esta vez al dar la vuelta me tropiezo, intento levantarme, pero mi tobillo no responde, siento que todo está acabado, se han de haber dado cuenta que soy una impostora y tendré cincuenta o más clones contra mí. Alzo la vista y veo que efectivamente son demasiadas, jamás podría contra todas, pero, no están en mi contra, ni en mi ayuda, siguen marchando como si no hubiera pasado nada. Me levanto inmediatamente cojeando de mi pierna derecha y entro a la primera habitación que veo.

            La habitación es enorme, me siento en un sillón que está al fondo para poder relajar mis piernas. Cierro los ojos por un segundo e inevitablemente me quedo dormida.

            Me despierta una sirena a todo volumen. Sé que sólo puede significar una cosa, han hallado los cuerpos de mis clones, o ellas se han despertado e hicieron sonar la alarma. Sea cual sea el caso tienen un único objetivo; ¡yo! Tengo que salir de aquí, pero ya estoy cansada de escapar, de esconderme, desde que tenía cinco años ha sido lo mismo. Decido quedarme a luchar no solamente por mí, sino por mi clon que dio su vida por la mía, por el hermano de Connor que se sacrificó, por Robert, el andrajoso, el mismísimo Connor y todo aquel que no he llegado a conocer, pero están en la misma situación que ellos y yo. Me levanto con la idea de aplastar a la Federación y para eso tengo que endurecer mi corazón, mis sentimientos. Esto no es un juego, mi vida depende de ello y no se me ablandará el corazón cuando tenga que asesinar a alguien. Tendré que hacerlo sin piedad, sin pensar. Salgo y veo que no hay nadie, la alarma sigue sonando, pero no hay absolutamente nadie en el área común. Está desierta y como la habitación en donde estaba de prisionera me quedaba bastante cerca, decidí echar un vistazo. Agarro la manija de la puerta con las manos temblando. No sé qué es lo que espero encontrar, pero no es nada de lo que me imaginaba. Ellas siguen ahí sin vida, alguien más se ha dado cuenta y ha hecho sonar la alarma, lo que no comprendo es, ¿por qué siguen ahí? ¿Por qué no mandaron por alguien a recoger sus cuerpos? Y… ellos no saben que cambiamos lugares, ellos no saben que el cuerpo que cuelga sin vida del barrote no soy yo. Si es así, ¿por qué sonaron la alarma? Tengo de salir de aquí, pero empieza a oler feo y tengo que ir a investigar. La única forma en la que puedo estar por encima de ellos, es sabiendo más.

            Salgo de la habitación y no tengo idea a donde me dirijo. No sé si voy hacia la salida o si estoy por abrir las puertas del infierno. No me puedo quedar aquí, no debo y no quiero. Abro puertas que me dirigen a otras puertas, caminos que me dirigen a otros caminos. Estas instalaciones son un laberinto que ayer parecían estar llenas y hoy desiertas. No tengo ni puta idea de dónde estoy, aún peor hacia donde voy. Abro una puerta e inmediatamente siento un dolor en el riñón. Miro por instinto y veo una mano sacando un cuchillo de el, extiendo mi mirada y veo un brazo musculoso, veo un hombro bien formado y cuando veo la cara.

—¡Soy yo! ¡Jessica! —Le dije a aquel hombre que estaba por darse media vuelta y correr.

—¿Jess? —me pregunta y sólo le puedo responder con un movimiento de cabeza para decirle que sí.

—¿qué haces aquí?¿Qué haces vestida como una de ellas? ¡Te confundí!

—Una de ellas intercambió su vida por la mía, pero ¿realmente importan todas esas preguntas? Me acabas de clavar un puñal en el abdomen —dije con dolor.

—Lo siento mucho Jess, estarás bien, esto no puede matarte.

—¡Lo sé! Pero eso no me quita el dolor, ¡hasta mañana cerrará la herida y tenemos que salir de aquí!

—Ven, conozco un lugar en el cual podemos pasar la noche tranquilos.

—A todo esto, ¿cómo te llamas?

—¿Confías en mí y no sabes siquiera mi nombre?

—A veces los hechos cuentan más que las palabras.

—Kennet. Hijo del presidente de la Federación, pero no te confíes, no estoy de su lado, y hermano de Connor.

—¡¿Eres hermano de Connor?! —sentí mi corazón agitarse rápidamente. Connor nunca me dijo que tenía un hermano, y es que habíamos platicado tan poco, habíamos estado tan poco tiempo juntos que seguramente no tuvo la oportunidad de contarme. Tal vez eso era lo que me tenia enamorada de él. Tal vez sólo era una ilusión, un capricho de no poder tenerlo por estar en medio de una guerra.

—Nunca nos llevamos muy bien, pero al final somos la misma sangre.

—Encantada Kennet, ahora larguémonos de aquí —le digo, él se quita la playera y me la amarra a la cintura para impedir que me desangre.

—Sé que no lo necesitas, pero no podemos dejar rastro —me dice como si hubiera leído mi pensamiento de qué carajos estaba haciendo. Me abraza para que me apoye de él para caminar. Llegamos a un cuarto enorme lleno de camas por doquier. Un dormitorio que seguramente es para más de mil personas. Nos recostamos en un pequeño cubículo y recargo mi cabeza en su hombro. Es cierto, no lo conozco, hace dos horas no sabía ni su nombre, pero me irradia tranquilidad, paz, seguridad, básicamente confianza.

            Pasamos la noche casi en vela debido a las preguntas sin respuesta que nos hacíamos el uno al otro. Pensé que podría explicarme las cosas. Lo que está pasando, pero está tan perdido como yo. Mi herida ha cicatrizado y eso significa que podemos movernos para salir de aquí y ver porque abandonaron esta sección, pues somos los únicos que pasamos aquí la noche, todos los demás se han ido junto con la alarma.

            Conforme avanzamos quedamos más y más confundidos. Llegamos a un lugar dónde se ve claramente que hubo una enorme explosión, pues casi todo está hecho cenizas y lo que no, está quemado.

          —¿Qué crees que haya pasado? —me pregunta Kennet.

            —El problema no es que pasó, sino quien lo causó.

            —¿No crees que haya sido un simple accidente?

            —No desalojarían a mis clones por una pequeña explosión que no hizo más daño que a este lugar.

            —Seguramente se fueron para protegerlas en caso de que hubiera otra explosión.

            —Peor aún, en caso de que alguien más las viera.

            —¿Qué quieres decir?

            —Me refiero a que no estamos solos, debe de haber más personas como tú y yo.

            —¿Te refieres a mi hermano?

            —Lamentablemente no, él… está muerto. Lo vi con mis propios ojos, aunque nunca me habló de ti. Tu familia tiene ese carisma que te hace confiar en ellos desde el primer instante.

            —Eso no es bueno, ve ahorita donde está mi padre.

            —Muerto, Connor lo mató antes de que lo matara a él.

            —No, ese sujeto al cual Connor disparó no era mi padre… al menos no mi verdadero padre… era su clon.

            —¿Cómo sabes eso?

            —Simplemente lo sé.

            —Dime si no quieres que…

            —¿Qué? ¿Qué me mates? ¿Que salgas corriendo? Si es que puedes correr.

            —¡Suéltame! —le digo a Kennet al sentir como me agarra de los brazos para que me quede a escuchar sus mentiras, que tonta fui, de un momento a otro mi perspectiva cambió. Ya no lo veo como un aliado, ni como un amigo, pero tampoco lo veo como un enemigo, ¿qué me pasa? ¿Por qué me dejo llevar por mis sentimientos? ¿Por qué confío en una persona que apenas la he visto dos veces?

            —Yo no te estoy tocando, eres libre de irte —me responde y veo mis brazos. ¡Están sueltos! Nada ni nadie los está agarrando, y, sin embargo, no puedo moverlos. Siento la opresión sobre ellos como si fuera un fantasma el que me estuviera abrazando.

            —Al menos no te podrás ir hasta que termines de hablar conmigo, ¿quieres que te diga la verdad? ¿Serás capaz de soportarla?

            —Sea cual sea, dímela, no tengo miedo.

            —Si quieres que sea honesto contigo, tú también tienes que serlo conmigo. Te estás petrificando de miedo. Puedo sentirlo.

            —Está bien, tengo miedo, demasiado, tanto que no sé qué hacer.

            —¿Qué temes?

            —Perderte, he perdido a mi familia, mis amigos, mis aliados, he visto como mueren, he matado a mi propia sangre. No puedo soportar el perder a alguien más. Simplemente no puedo.

            —Tranquila, no me perderás, yo tampoco puedo morir, soy una versión mejorada de ti.

            —Hablas como si fueras un experimento.

            —Eso es lo que soy, una rata de laboratorio que desean eliminar, exactamente igual que tú…

            —¡Yo no soy ninguna rata de laboratorio!

            —Déjame adivinar cuántos años tienes… mmm, más de 60. Tus padres te dejaron una nota en el refrigerador y no los volviste a ver.

            —¡Te implantaron mis recuerdos! O mejor dicho… ¿nos implantaron el mismo recuerdo? ¿No soy la Jessica real? ¿Soy sólo un clon más?

            —No divagues tanto, en realidad sólo leí tu mente.

            —Entonces, ¿sabes de qué tengo miedo en realidad?

            —Sí, y sí.

—Sí, y sí ¿qué?

—Sí, sé a qué tienes miedo, y sí, yo soy ese sujeto, yo maté a Connor.

—¿Cómo pudiste? ¡Era tu hermano!

—Las personas que dejamos atrás son las que definen nuestro futuro. Este mundo no sería el mismo si no hubieran muerto los soldados en la guerra para que su país tuviera libertad.

—No me vengas con choros de dos pesos, ¿por qué lo mataste? Dime la verdad si no quieres que me vaya.

—De todas formas, te vas a ir, pero te lo diré; Lo hice por mi libertad, por la de los demás. Él se estaba convirtiendo en mi padre y no lo podía permitir.

—¡Eso no es cierto! Yo lo conocí y siempre estuvo en contra de él.

—¿Lo conociste cuando tenía diez años? ¿Lo conociste cuando intentó matarme por tratar de complacer a nuestro padre?

—No, pero sé que él no haría eso, él pensó que había matado a su propio papá.

—Él sabía que no era él, sabía que sólo era un clon más.

—No importa las razones que hayas tenido, lo que importa es lo que hiciste. Fuiste capaz de matar a tu propia sangre y no un clon, a una persona que yo quería. Lo siento, pero así no puedo continuar, no puedo estar a tu lado conociendo que algún día podrás matarme por una simple orden, me voy. Tal vez en otra vida y en otras circunstancias pudiésemos ser amigos, inclusive algo más, pero por el momento me es imposible el simple hecho de verte a los ojos.

10

¡Es mentira!

 

            Jessica se ha ido… junto con ella se llevó mi alegría, ella es una de las personas de las cuales nunca te quisieras separar, ni siquiera por un instante. Me quedo tranquilo porque sé qué la volveré a ver, y cuando ese día suceda… sabrá que todo este tiempo le mentí sobre mis acciones. Sabrá que yo, Kennet, la amé como a nadie más.

            ¿Qué habrá pasado? Yo estuve prisionero todo este tiempo hasta que de repente mis guardianes salieron corriendo y me dejaron solo, para que con ayuda de mi telequinesis escapara. Me pregunto si Jessica habrá tenido algo que ver, después de todo ella iba disfrazada como una agente de aquí, ¿ella habrá cortado la energía? Ya revisé las instalaciones y no hay absolutamente nadie más que dos clones de Jessica sin vida. Los archivos de las computadoras han sido borrados y no veo otro motivo por el cual quedarme en este espantoso lugar. Me gustaría saber por qué se fueron, qué causó el desalojo de esta sección para poder hacer lo mismo con las demás.

            Tomo los planos de la ruta de evacuación en caso de que las otras secciones sean iguales a esta y me dirijo a la salida.

            —¡Vaya! Pensé que nunca saldrías —me dice una voz detrás de mí y sé que es la voz de Jessica… pero también sé que no es ella. Me doy la vuelta sólo para recibir un balazo en el pecho que me tumba de rodillas al piso gracias al insoportable dolor, no al impacto.

            —¿Duelen? Son nuevas balas creadas especialmente para gente como tú que no puede morir, con órganos que por más que se desgarren se volverán a hacer. Deberías estar agradecido, tienes la más alta tecnología dentro de tu cuerpo… al impactarse se abren unas pequeñas ranuras que dispersan unas dagas diminutas que lentamente van cortando todo tu cuerpo, y no hay forma de sacarlas, al menos no sin microscopio.

            —¿Qué quieres de mí?

            —Nada, simplemente divertirme y llevarle un regalo a mi padre.

            —¿Tú padre? Tú no tienes padre, no eres más que una rata de laboratorio.

            —Tú también lo eres.

            —Lo sé, lo sé.

            —Ven, sube a la camioneta —me dice y me esposa las manos. Me tapa la cabeza con una manta y entro a una camioneta sin saber a dónde voy o cual es la razón.

            —¿Kennet? ¿Por qué saliste?

            —Guarden silencio si no quieren recibir otra bala —dijo su clon para callar a la verdadera Jessica, a la única y real… insustituible. Nos quedamos callados y el coche arrancó. No tengo idea de a dónde nos lleven.

            Después de cinco horas de camino nos detenemos, nos bajan de la camioneta y nos quitan la venda que nos tapaba los ojos.

            —¿Qué es esto? —pregunto al no ver otra cosa más que arena.

            —Esta es su última oportunidad de probar su lealtad —me dice la clon de Jess y se sube a la camioneta para después arrancarla e irse. Dejándonos solos en medio de la nada. Jessica me desata y yo hago lo mismo con ella, no tenemos otra opción más que caminar, seguir adelante a un lugar que no sabemos siquiera dónde está o cuánto tardaremos en llegar. Con cada paso que doy siento un dolor insoportable en mi abdomen… a tal grado que no puedo moverme.

            —¡Vamos! ¡Tenemos que salir de aquí! —me dice Jessica, pero me es imposible mover un solo musculo. Ella voltea a todos lados para buscar ayuda, o algo que nos pudiera servir, pero en todos lados ve lo mismo; un vacío que parece nunca terminar. Ella me sienta y me dice que nos tomemos cinco minutos para pensar. Regresar por donde se vino el coche seria inhumano, tomando en cuenta que haya tomado este desierto helado por cinco horas a una velocidad promedio de 120km/h… eso nos da 600km a la población más cercana, tardaríamos días en regresar, sino es que una eternidad contando que no puedo caminar.

            —No cabe duda de que Connor es tu hermano, él hubiera dicho lo mismo —me dice Jessica y yo sólo hago una mueca, nunca me ha gustado que me comparen con él. Jessica busca un tronco, algo con lo que me pueda empujar sobre la nieve, pero no hay nada, no hay un solo árbol a la redonda. Estos cinco minutos de pensar una estrategia se volvieron media hora y le digo que se vaya, que me deje aquí varado en la nada. Ella tiene que sobrevivir, ella es la llave, yo sólo soy una herramienta más que ya está oxidada.

            —¡No! ¡Jamás haría eso!

            —No tenemos otra opción, me ibas a dejar solo cuando estábamos en la Federación, ¿por qué no hacerlo ahora?

            —¡Callate! No te abandonaré y punto —me responde Jessica llorando.

            —Dime, ¿algo ha cambiado? Mi hermano sigue muerto, tú eres la única que puede derrotar a la Federación y yo soy un maldito inválido.

            —No digas eso, hallaremos la forma de quitarte esa bala.

            —¿Es que acaso no lo ves? Déjame aquí, estaré bien.

            —No puedo dejarte aquí, no quiero dejarte aquí.

            —¿Por qué no?

            —¡Porque te amo! No me preguntes por qué que ni yo lo sé. Lo supe desde el principio cuando te vi en aquel bar, pero me di cuenta en cuanto te abandoné en aquella habitación.

            —¿Y mi hermano? ¿A él no lo amas?

            —Él está muerto.

            —¿Si no lo estuviera? ¿A quién erigirías?

            —¿Qué intentas decirme?

            —Sólo quiero saber, tengo el derecho.

            —Si tratas de interpretar mis sentimientos a través del pasado, entonces esto no funcionará. Te digo lo que siento ahora, no lo que sentí o podré sentir, ¿tú no sientes lo mismo? —me pregunta Jessica con la mirada viendo hacia el piso. Sabía que estaba mal. ¿Cómo amar a una persona que ha conocido por no más de 24 horas? ¿Qué mató a su exnovio? Por decirlo de una manera, y que le mintió desde el primer momento que la vio. Los sentimientos son para sentir, no para cuestionar o explicar.

            —Desde el primer momento en que te vi.

            —¿Por qué es tan complicado? ¿Por qué me cuestionas en lugar de darme un beso acompañado de un abrazo?

            —Porque no me puedo levantar, ven… acércate a mí —Jess se acercó a mí y nos besamos como dos adolescentes pasados de copas.

            —Tenemos que salir de aquí —le digo a Jessica que ya se estaba quedando dormida con su cabeza en mi hombro.

            —¿Ya no te duele?

            —No ha parado ni un instante, y no creo que lo haga, será mejor que encontremos un refugio antes del anochecer.

            —Sí, me estoy helando y eso que todavía hay sol —Jessica me ayuda a ponerme de pie y juntos… no sé si nos alejamos de este lugar, o sólo nos acercamos al centro de este, sea cual sea el caso es mucho mejor que estar esperando un milagro. Caminamos más de ocho kilómetros y todo sigue igual, no hay rastros de vida o de algún refugio. Nuestro cuerpo comienza a pedir comida y no se la podemos dar.

            Después de haber recorrido otro kilometro más, nos vence el sueño y el cansancio.

            Despertamos al amanecer gracias al radiante sol que nos pega directo a la cara. Seguimos con hambre, sed, y especialmente yo continúo con mi dolor en el abdomen. Deseo que esto nunca se termine, porque sé que cuando lleguemos a un lugar seguro. Jessica pasará a ser una amiga más, sé que nunca me perdonará lo que le estoy haciendo, por eso entre más pueda hacer durar esto, mejor será para los dos.

            Este es el mejor recuerdo que poseo, al menos, sé que este será un recuerdo que es verdadero. Mientras Jessica tiene más de cien años, yo tengo sólo dos, soy un experimento más de la Federación, a decir verdad, fui exitoso, obtuve todo lo que quisieron que tuviera; regeneración de células, telequinesis, poder leer las mentes, comunicarme con mi subconsciente. Era perfecto para ellos hasta que se dieron cuenta que olvidaron un pequeño, pero gran detalle… el controlarme. En poco tiempo descubrí todo lo que necesitaba saber y hui de esa asquerosa corporación. Ellos no sabían que yo conocía su más oscuro secreto, el cual también es su mayor debilidad. Su primer proyecto, su primer experimento, pues cometieron con ella un error aún mayor que conmigo, la ventaja es que nadie lo sabe, y eso incluye a la misma Jessica. Será muy fácil si yo se lo digo, pero si es así no me crearía y todo se vendría abajo, todo por lo que he luchado, por lo que hemos luchado se derrumbaría en un abrir y cerrar de ojos, esa… es la parte complicada.

            Un sonido nos levanta de un instante del lugar en el cual todavía yacíamos acostados. Alcanzamos a escuchar como golpean el frío hielo continuamente, si, hielo… la arena se transformó en hielo, ¿cómo fue posible? De lejos alcanzamos a ver que se trata de un oso polar y eso despierta uno de mis más grandes miedos. Aquel animal se nos acerca pensando que somos su comida, pero de un segundo a otro le clavo mi daga en su corazón, dejándolo inmóvil. ¿Ese oso indica que estamos en el ártico? Una inmensa isla de hielo, tardaremos semanas en salir de aquí y tendremos que cruzar el océano. Supongo que tenemos que tener cuidado con lo que deseamos, cuando dije que quería estar más tiempo así con Jessica… no me refería a esto. ¿Cómo llegamos a aquí? No recuerdo haber tomado ningún barco.

            —Desearía poder crear fuego —me dice Jessica.

            —Para así poder cocinar la carne del oso.

            —Yo puedo crearlo, pero no mantenerlo… no aquí.

            —¡Wow! ¿Qué poder es el que no tienes? —este es mi valioso poder si es que lo crees muy interesante.

            —Ah, un encendedor… eso es mejor que nada —respondió Jessica desanimada.

            Jessica y yo desgarramos al pobre animal, calentamos cada pequeño trozo de carne con el encendedor y luego lo comimos estando todavía algo cruda.

            —Es la peor carne que he probado en mi vida, sin embargo, la sensación que provoca en mi estómago no tiene comparación —dice Jessica.

            —Eso es porque no hemos probado bocado alguno y lo que nos daban en la Federación era una porquería —es lo que le contesto y no decimos más palabras. Nos limitamos a saborear nuestro pequeño pedazo de carne en lo que el otro calienta otro trozo. Dejamos atrás al oso, lo que quedó de él, Tomé un gran pedazo de su piel y la corté para en un gran rectángulo para protegernos con ella del frío. Jessica y yo caminamos, y caminamos, y parece que no avanzamos ni un centímetro. Por donde veíamos todo estaba igual, el mismo cielo azul, el mismo piso de hielo, sino fuera por el sol juraría que estamos dando vueltas.

            —Tal vez sería mejor si regresáramos a la base, ahí tendríamos refugio y puede que encontremos un medio de transporte.

            —No lo sé, ya vamos muy avanzados y preferiría seguir adelante con el plan.                         —¿Con qué plan? No tenemos ninguno, caminamos en línea recta porque pensamos que de esa manera no la vamos a regar, porque no nos vamos a perder y estamos equivocados. No sabemos siquiera si vamos al norte o al sur.

            —Pero llegaremos a un destino. No nos podemos rendir ahora que hemos avanzado tanto.

            —Tienes esperanza en algo que no conoces… y me arrastras a ella.

            —¡Yo nunca te obligué a seguirme! Si quieres regresar… ¡regresa! Yo seguiré derecho.

            —¡Bien! ¡Si así lo quieres, eso haré! —me gritó Jessica y se dio media vuelta para irse junto con sus palabras. Yo seguí mi camino, a pesar de estar a punto de gritarle que se detuviera… me quedé parado durante cinco minutos, sólo para observar cómo se alejaba de mí. Con cada paso que daba tenía la esperanza de que volteara… y ella al ver que la observaba, regresara, pero no fue así. Siguió caminando hasta borrarse de mi vista. Entonces di media vuelta y seguí mi camino… a pesar de ser diferente al de ella, sé que nuestros caminos volverán a cruzarse y entonces no habrá Federación ni nadie que pueda separarnos.

            Camino otros quince kilómetros más y entro a una cabaña. ¡Sí! ¡Una cabaña! Cierro la puerta y anuncio a las tres personas que se encuentran sentadas a un lado del calentador… que Jessica ha muerto.

            —¿Qué? ¡Ella no puede estarlo! ¡Tú lo sabes!

            —Ella era capaz de regenerar sus órganos… sus tejidos…

            —Pero no todo su cuerpo… fue decapitada.

            —¡No te creo! —me responde mi pequeño hermano.

            —Lamento decir que es cierto… acabo de ver la muerte de Jessica en su mente —agregó Robert.

            —¡Eso significa que tú estabas ahí! ¡Por qué no la salvaste! ¡Sabes lo que ella significa para mí!

            —Tranquilo hermano, todos la extrañaremos, por ahora tienen que irse de aquí.

            —¡Quiero verla!

            —No hay nada que ver, Robert, por favor llévalo a un lugar seguro.

            —¿Tú no vienes con nosotros?

            —No, todavía tengo un pendiente que resolver en esta isla.

            —Te acompañaré Kennet, vengaremos a la persona que le hizo esto.

            —No Connor, te tienes que ir. Tomate un mes libre para olvidar a Jessica y entonces hablaremos.

            —¡No podré olvidarla, aunque pasen cien años!

            —¡Robert, llévatelo de aquí! ¡Es una orden! —dije y él no tardo ni dos segundos en obedecerla, tomó a Connor por la fuerza, el piojoso se fue detrás de ellos sin necesidad de decirle algo. Una vez que se fueron, tomo un baño con agua caliente, me rasuro, como verdadera comida y me cambio de ropa para ir en busca de Jessica, o ¿querré decir… de los restos de ella?

 

 

11

Número once

 

 

            —Connor, ¿crees que esté muerta? —Nos preguntó el piojoso a Robert y a mí una vez que Kennet se fue.

            —No lo sé, no lo creo… no quiero creerlo.

            —Tienes que, yo vi la mente de Kennet y sé que es verdad —dijo Robert.

            —Lo sé, sé que no me mientes… pero a la vez sé que ella está viva, debe de estarlo.

            —Lamento decirlo y sé que no es la ocasión, pero tenemos que seguir adelante. Si nos detenemos por una perdida, nunca vengaremos y honraremos su muerte —agregó el piojoso, Robert y yo lo vimos con ojos de maldad, odiabamos la idea que tenía, pero odiabamos más que estuviera en lo correcto. No nos podíamos detener por Jessica.

            —Pero ella era la llave para adentrarnos en lo más oscuro de la Federación.

            —Eso es lo que nos dijo Kennet, él no nos mentiría… ¿cierto Connor?

            —No lo sé, en este momento comienzo a tener mis dudas… quiero tener fe en él. Todo esto es muy confuso… nos dijo que era la llave, pero no nos contó de que puerta. Nos dijo que tendríamos que atacar esta zona y lo hicimos, esperamos un largo rato y ahora resulta que Jessica ha muerto.

            —Pero él es tu hermano, tu propia sangre… jamás te traicionaría.

            —Ve a mi padre, es mi sangre y lo hizo. No tengo recuerdos de él, tan sólo un par de semanas creía que era hijo único.

            —¿Entonces qué hacemos? Tenemos que irnos si queremos seguir el plan de Kennet.

            —Sí, eso haremos… iremos detrás de él y sabremos la verdad.

            —Tranquilo Connor, esto es lo que haremos. Robert, cada vez que veas a Kennet indaga su mente, intenta conocer todo lo que trama, queremos saber si de verdad está de nuestro lado. Connor, ve con Alannah y analiza cada detalle a partir de que lo conocimos, busca un detalle que no encaje, alguna pieza que no sea de este rompecabezas. Yo investigaré el paradero de Jessica.

            —¡Pero ella está muerta! —repliqué al piojoso que raramente organizó al grupo, ya que yo no podía hacerlo, no en momentos así.

            —No lo sé, la vida me ha enseñado a no creer en las palabras, sino en lo que ven mis ojos.

            —Te acompañaré.

            —No, esa no es tu misión. Sé lo mucho que te gustaría ver a Jessica, y más aún verla viva, pero no puedo asegurar que lo esté. No sabemos cuál sería tu reacción, por ahora enfócate en lo que te pedí —tomamos la avioneta y salimos de la isla.

            Una vez que estuvimos dentro del hotel que era un lugar seguro, o eso creíamos… Robert fue a comprar comida para estadía de un mes y yo fui directo a la cama para visitar a Alannah.

            —¡Alannah! ¿Dónde estás?

            —¡No quiero hablar contigo! Así es que vete.

            —Me despierto por el chasquido de la manija de la puerta.

            —¿Robert? ¿Eres tú?

            —No, soy Jess.

            —¿Jessica? Pero tú… tú… estás muerta.

            —No tanto como tú.

            —Al terminar de que Jessica dijera la última palabra, ella me tomó por el cuello y le da media vuelta a mi cabeza para matarme.

            —¡Tranquilo! ¿Estás bien Connor?

            —Sí —respondí con todo el cuerpo lleno de sudor.

            —Tuve una pesadilla, soñé que…

            —Lo sé, lo puedo ver en tu mente… pero ya pasó. Ahora vuelve a dormir e intenta hablar nuevamente con Alannah.

            —Pero ella está enojada conmigo y no sé por qué.

            —Lo sabrás si al menos haces el intento… anda, vamos a cenar y después hablas con ella.

            Todo esto es más complicado de lo que pensaba, en las películas siempre triunfa el bien, una sola persona derrota un ejército de mil soldados. Quisiera que fuera así, que en lugar del año que llevo luchando, sólo llevara una hora y falta sólo una más para tener un final feliz junto a Jessica. No es así, Jess está muerta y no hay nada que pueda hacer al respecto… hoy es mi cumpleaños y nadie más que yo lo sabe. En estos momentos tenemos que enfocarnos en nuestro objetivo, derrotar a la Federación para que de una vez por todas podamos ser felices, y empiece una nueva era donde se acabe este maldito sistema.

            —Deja de pensar tanto y visita a Alannah, te está esperando —me dice Robert y por un momento no le creo… Alannah está enojada conmigo, ¿cómo puede ser que quiera hablarme?

            —Acaba de hablar conmigo y ahora quiere hablar contigo, créeme, es algo bueno… tiene un plan.

            —Me recuesto sobre el sillón, recuesto mi cabeza sobre una almohada y entonces cierro los ojos para adéntrame al mundo de los sueños… donde vive Alannah, donde únicamente puedo estar con ella, pensar que soy Dios y no hay imposibles.

            —¿Alannah? ¿Estás ahí?

            —Sabes que sí, pasa.

            —¿No estás enojada?

            —Nunca lo he estado —me respondió ella.

            —Pero… pensé que estabas celosa de Jessica, ahora que ella está muerta… ¿no deberías estar feliz?

            —Nunca estuve enojada, nunca estuve celosa.

            —Tus acciones me demostraron lo contrario.

            —Mis acciones hicieron lo que tu quisiste ver, si te corrí de este mundo fue porque estaba ideando un grandioso plan y sólo me hubieras distraído. Es por esa razón, no porque estuviese enojada… a veces cuando profundamente crees en algo, te olvidas de lo demás. Las acciones que hacemos para los demás no importan si es que aquella persona no está dispuesta a recibirla, de tal modo que la malinterpreta.

            —Lo siento, ahora cuéntame el plan, ¿cuál es?

            —Tenemos que rescatar a Jessica.

            —Pero ella está…

            —No le creo una sola palabra a Kennet.

            —Él la vio morir, Robert lo verificó en sus pensamientos.

            —Déjame preguntarte algo, si hace un año te hubieran dicho que puedes tener contacto con tu subconsciente a tal grado de tener la conexión que hacemos, ¿lo hubieras creído?

            —Sí, no, no sé…

            —Es lo mismo que pienso de Jessica, no sé si esté viva o muerta. No quiero darte falsas esperanzas, pero no descansaremos hasta ver su cuerpo, y si está muerto, entonces lo enterraremos tan profundo como lo haremos con la Federación.

            —Quiero tener fe en lo que dices, ¿cuál es el plan?

            —Lo sabrás en su momento, ahora levántate y sóplale al pastel, y échate tu buena copa de vino, ¿por qué no?

            —¿Qué? —pregunté, pero fue demasiado tarde, ya tenía los ojos abiertos. Para serte honesto no esperaba nada, hoy es el primer cumpleaños que paso sin la presencia de mi padre, sin la presencia de mis amigos (excepto por Robert), de una novia y de personas que a veces ni conocía, pero llenaban un espacio por el simple hecho de estar ahí, como si fuera un concierto, conoces a la gente cercana a ti y a los demás no, sin embargo, no sería lo mismo sin ellos. Es mi primer cumpleaños después de todo esto y no me siento con ganas de festejar, después de todo ¿qué es un año más? En este año han pasado más cosas que en el resto de mis 18 años. Murió mi padre, también Jessica. Descubrí que tengo un hermano mayor, encontré a mi mejor amigo y sobre todo, que tengo un poder especial que no voy a desaprovechar. Personas morirían por tener mi poder y lo digo literalmente por todos los que mataron antes de que este experimento resultara victorioso.

            —Deja todo atrás, hoy es tu cumpleaños, mañana resolveremos que hacer con todos los problemas que tenemos. Alannah ya tiene cubierta esa parte, por ahora hay que festejar, ¿a dónde quieres ir? ¿A un bar, un restaurante?

            —Vamos a un bar, necesito despejar la mente y nada mejor para eso que un lugar donde toquen música en vivo y vendan alcohol.

            —Voy por mi chamarra al cuarto y nos vamos —agregó Robert.

            —Toc toc —sé escuchó que tocaban a la puerta. No esperabamos a nadie, por lo que nos pusimos en guardia y el piojoso fue a abrirla. Tomé un arma de la gaveta y sin titubear apunté a la puerta, le di una mirada al piojoso y éste la abrió lentamente.

            —Vaya, vaya, vaya, ¿así es cómo recibes a tu hermano mayor? ¿Apuntándome a la cara?

            —¿Qué haces aquí? ¿Cómo nos encontraste? —le pregunté a Kennet sin bajar la pistola.

            —Baja el arma y hablaremos, no soy un desconocido.

            —Precisamente por eso la mantengo firme, ahora contesta mis preguntas, ¿qué haces aquí?

            —Vine a traerle un pequeño regalo a mi hermano favorito.

            —Soy tu único hermano —respondí dudoso.

            —Lo sé, siéntete dichoso de serlo.

            —No seas mentiroso, no traes nada envuelto.

            —Hermano, hermano, hermano.

            —Deja de repetir las palabras que pareces idiota.

            —Omitiré ese comentario —me respondió Kennet y continúo con sus palabras.

            —Un regalo no siempre es algo físico, no seas materialista, un obsequio puede ser una emoción, un deseo… una palabra.

            —¿Puedes ir al grano? —dije algo exaltado y todavía sin dejar de apuntarle.

            —Está bien, lo diré a secas, ¿cómo te sentirías si te contara que Jessica no está muerta?

            —¿Qué dices? Tú la viste morir.

            —Yo vi a Jessica morir, cierto. Pero pudo haber sido algún clon de ella.

            —¡Al principio aseguraste que no lo era!

            —Es de humanos equivocarse, lo siento, aunque claro, con todos estos dones ya no me siento tan humano que digamos.

            —¿Qué quieres decir?

            —Me refiero a que… ¡ya estoy cansado de que me apuntes con esa arma! —dijo Kennet y lentamente la bajé, ahora me apuntaba a mí mismo.

            —¿Cómo haces eso? —Pregunté perplejo.

            —Me subestimas, ¿creías que por estar apuntándome tenías el control? ¿Qué por haber cambiado de hotel y ciudad no les encontraría? Pero sobre todo… ¿me creíste que Jessica estaba viva? ¡Escúchenme bien los tres! Yo soy quien tiene el control, quien hace el plan y quien lo dirige, si vuelven a cambiar de idea por un segundo. Esta bala también lo hará. —dijo Kennet y un segundo después movió mi mano para disparar y hacer que la bala rosara mi frente por un costado.

—Pero no me tengan miedo, ¿iban a salir no? ¿Tendrán espacio para uno más? —Robert, el piojoso y yo estábamos más que perplejos, no solamente teníamos que lidiar con la Federación, ahora también era con mi hermano loco. Nos vimos todos, y aunque las miradas decían que no, que no fuera Kennet al bar, mi boca dijo que sí.

            —Lo siento hermano, no cabe duda de que por algo eres el mayor, vamos por una cerveza y tal vez me puedas platicar que sigue en el plan.

            —Una vez que todos estábamos en el bar, bebí y tomé hasta que ya no pude más, por lo tanto decidimos regresar. Me apoyé por parte del lado derecho de Kennet y del izquierdo de Robert, apenas podía caminar y seguía paso a paso hacia la salida.

            —Contéstenme algo con toda honestidad —dije antes de que salieran del bar. Robert y Kennet le respondieron un sí. Me apoyé de la barra, la cual todavía quedaba cerca de mi. Como pude pedí dos botellas y ellos me intentaron detener, pero afirmé que no eran para mi. En cuanto la cantinera me dio aquellas botellas, las agarré y las estrellé en la cabeza de cada uno.

            —¿Quiénes son y que hacen aquí? —pregunté como si estuviera 100% sobrio y les apretaba el cuello a ambos con un pequeño pedazo de vidrio en cada mano.

            —Me puedo hacer cargo de uno, me comentó el piojoso y solté a Robert.

            —¡Tranquilos! ¡Soy Robert, me conocen!

            —No, no lo eres, al menos ya no eres el que conocí, ¿y tú? Extraño que te haces pasar por Kennet, ¿quién eres en realidad?

            —Si sueltas el vidrio te contaré, es lo mismo que con la pistola, recuerda ¿quién tiene el control?

            —Yo —respondí, y con aquel pedazo de vidrio de botella desgarré el cuello de Kennet, cayó sin vida al suelo del bar. Todo mundo gritó y pedí que se tranquilizaran, y, extrañamente lo hicieron.

            —Ahora cuéntame Robert, ¿quién era esa persona y qué hacía aquí? Ya viste que no doy segundas oportunidades —dije seriamente.

            —Te contaré. Veras, yo paré en la Federación porque me hicieron falsas promesas, a él también se las hicieron.

            —A todos nos las hicieron, continua.

            —A él lo conocí dentro de la misma, como sabrás, ellos pensaron que yo había sido un fracaso, y eso fue hace mucho tiempo, no era el hombre que ahora soy, en ese entonces era inseguro, tímido, no había día en el que no tuviera miedo. Sabía que me iban a matar, el problema es que no sabía cuándo. Cada día me levantaba pensando que era el último, y no lo vivía como si fuera así, me la pasaba encerrado en mi celda, divagando en mi mente. Dejándome llenar de ideas que sólo atormentaban mi cabeza. Dejé de tener fe, dejé de tener algo por lo que luchar. En pocas palabras, me olvidé de que vivía y empecé a morir, ¿de qué sirve que tus pulmones se llenen de oxigeno cuando sólo lo hacen por monotonía? Para sobrevivir un segundo más y no porque lo quieras hacer.

            —Me estoy aburriendo Robert, ¿qué tiene que ver todo esto con este tipo que está tirado en el suelo?

            —Todo, este tipo el cual acabas de matar es el único que ha sido elegido por la Federación como proyecto aprobado.

            —¿Y eso en nuestro idioma significa?

            —¡Significa que mataste al mejor proyecto que la Federación ha tenido!

            —Y míralo, está tumbado ante mis pies, gracias a mi, una calificación o un sello de aprobado no te hace quién eres, no te hace mejor que otro, simplemente te hace diferente ante los ojos de alguien más, pero no de la naturaleza.

            —Connor, ¡él era el número once! ¡El sucesor de Jessica!

            —Entonces eso significa…

            —Que no estoy muerto, dijo Kennet todavía tumbado en el piso, y me ofreció la mano de forma amistosa una vez que se levantó.

            —Te confirmo que Jessica… así como yo… no está muerta —dijo y desapareció como si todo hubiera sido una ilusión.

12

Fuga interna

 

 

            Hoy soñé con Jessica. Soñé que estaba aquí a mi lado… como si no se hubiera ido, como si nunca se hubiera marchado de este mundo. Cada vez que despierto veo su sonrisa reflejada en la ventana. La extraño, la necesito. Ella es mi aire y me estoy muriendo porque no la puedo respirar.  Lo único que me mantiene de pie es la fe, la creencia de que Kennet mintió, de que creyó que murió, cuando no fue así.

            —Robert, necesito pedirte un favor.
—Lo sé, pero yo no te puedo ayudar.
—¡Pero eres mi amigo! ¡Eres el único amigo que tengo!
—Y tú el mío. Por eso no sé si hago bien en decirte lo siguiente.
—¿Qué pasa?
—Tú no eres el único fracaso exitoso.
—¿A qué te refieres?
—A que la Federación, en el edificio donde te encerraron y escapamos. Hay otro como tú y yo.
—¿Y eso de qué me sirve?
—Esa persona tiene el olfato de mil perros.
—¿Quieres decir que puede rastrear a Jess?
—Así es —dijo Robert e inmediatamente saqué una bolsa de debajo de la cama, y de ella, un par de pistolas que puse sobre mi cintura.
—No vas a hacer eso. Y mucho menos si crees que te voy a ayudar
—¿Por qué? Él es mi oportunidad de saber la verdad.
—Y de que te maten, junto con todos en el planeta.
—¿A qué te refieres?
—La Federación elige a las personas que quiere experimentar.
—Eso ya lo sé, y de viva voz.
—Y como toda decisión, muchas veces son erróneas.
—¿Puedes ir directo a lo que quieres decir?
—Sí, la Federación escogió a la persona equivocada. Su nombre es Tyler, fue condenado a pena de muerte. Asesinó a sus padres cuando tenía sólo cuatro años.  Ahogó a más de cien personas por diversión cuando tenía 11. Destruyó un hospital a los 15. A los 21 asesinó todo un pueblo con sus propias manos… acabó con todos de uno a uno. Y… ¿sabes por qué paró en la cárcel?
—Por sus crímenes. Obvio.
—No, porque la Federación necesitaba a alguien. A alguien que nadie lo extrañara. Que si desapareciese una semana, un mes, un año… nadie preguntaría por él. Paró en la cárcel por un crimen que no cometió. A pesar de tener que estar allí para pagar sus pecados… llegó por lo que alguien más quería, no porque se hiciera justicia.
—Para mí eso es justicia. De un modo u otro está pagando.
—Entonces no deberías sacarlo de ahí.
—Tienes razón, no debería, pero no tengo otra opción.
—¿Sabes lo que significa que lo hagas?
—Jessica está ahí afuera. Sola, desprotegida. Le prometí que nunca la abandonaría, y no lo voy a hacer.
—A pesar de que no estoy de acuerdo, no te dejaré morir solo.
—Gracias.

            Robert y yo preparáramos nuestras cosas e ideamos un plan. Invadir la Federación no es nada fácil. Prácticamente era una misión suicida. Más tarde le compartimos el plan al mugroso y aceptó acompañarlos.

            Pasamos por armamento a la tienda de un viejo conocido mío, precisamente de mi padre.

            —¿Están listos? –pregunté.

            —Sí, Connor, es hora.

            —¿Seguros? Una vez que ataquemos, no hay vuelta atrás.

            —¡Lo sé, vamos! –contestó el mugroso y todos nos metimos a la camioneta.

            Una vez dentro de ella recorrimos todo el camino repasando el plan, no podíamos dejar ni un cabo suelto, el más mínimo detalle podría significar nuestro fracaso… o victoria. Teníamos más cosas en contra, eramos tres contra cientos, tal vez miles. Aún así, tenía un buen presentimiento.

            Rápidamente llegamos al cuartel, donde había guardias desde cinco cuadras atrás. Algunos disfrazados inclusive de civiles, no hubiéramos podido penetrar esa seguridad de no haber sido por Robert. La entrada principal tenía más de 20 guardias, por fortuna sigo teniendo acceso a todos los datos de papá, por lo que conseguí los planos, diseñé la estructura con Alannah e intentamos más de 50 veces ingresar al edificio virtualmente. De las cuales, cuando intentamos entrar directamente en este, siempre nos detectaban. Por lo que optamos por la última opción que cualquier persona elegiría, las tuberías, estas se conectaban con el hotel de enfrente, por lo que hicimos check in y dejamos todo lo necesario en el cuarto. Sabíamos que, si la entrada sería difícil, la salida lo sería el doble. Así es que nos cambiamos de ropa por sus trajes de neopreno, si llegáramos con el traje oliendo a porquería, no nos detectarían por la mirada, seria por el olor. Caminamos por minutos que parecían eternos.

            —Prefiero pelear que oler esta mierda —recalcó el gran Robert.

            —Querrás decir suicidio, jamás podríamos contra tantos —contestó el mugroso.

            —Shhhh —dije y seguimos avanzando. Por fin salimos de una coladera hacia el baño, se encontraba un guardia lavándose las manos. Lo tomé del cuello con los brazos y lo dejé sin conocimiento. Lo acomodamos inconsciente en un espacio y cerramos la puerta. Nos cambiamos por ropa limpia y salimos. Tan pronto abrimos la puerta se nos detuvo el corazón a los tres al mismo tiempo. Miles de guardias se encontraban delante de nosotros, formados, viendo una conferencia, la cual la daba mi santo padre.

            —Hemos luchado con valentía, con esfuerzo, pero seguimos perdiendo. Dos cuarteles han sido dados de baja, no dudo que estén planeando en atacar otro —dijo el coronel y en una pantalla aparecieron las caras de Robert, el mugroso, Jessica, la mía, e inclusive Kennet. Nos estaban buscando, cada uno tenía un precio sobre su cabeza. Siendo la mía la de mayor recompensa. Avanzamos lentamente y tomamos lugar en la fila, teníamos trajes de guardia, casco, y miedo, muchísimo miedo. La conferencia daba órdenes directas de que si éramos vistos, los guardias tendrían que disparar a matar, ya que somos un riesgo en la seguridad internacional.

            Me llegó un sentimiento de felicidad, si la Federación estaba buscando a Jessica, ¡es porque seguía viva! Mi presentimiento no estaba equivocado, ahora todo cobró mayor sentido.

            Seguimos posiciones hasta que los guardias se fueron dispersando.

            —Alannah, ¿por dónde es? —le pregunté, aunque fuera por escasos segundos, ya lograba hablar con Alannah conscientemente.
—Lo deben de tener en el sótano, en la parte del centro, es el lugar más seguro donde lo podrían tener.
—Y el primero en el que todo mundo buscaría. No, no está allí. Conozco cómo operan, está en el último piso —dijo Robert.
—¿Entonces qué esperamos? ¡Vamos!
—No es tan fácil Connor, para poder entrar después del octavo piso necesitamos autorización clase 5, sólo altos ejecutivos pueden accesar y su seguridad es de la más alta, escaneo de huella digital y cornea. Además de un código de seguridad que cambian cada 12 horas.
—¿Y ahora?
—Seguimos con el plan, aunque nos tardará más de lo planeado. Lo mejor será entrar por la noche, tu noqueas a los guardias principales y yo convenzo a un ejecutivo de que nos ayude.
—¿Así de fácil lo vas a convencer?
—En esta sede fue mi entrenamiento, conozco a algunas personas y algunos me deben favores, es tiempo de cobrarlos.

            —¿Podemos ir mientras a la cafetería? Tengo hambre —preguntó el piojoso.
—¡No! ¿Qué no ves que estamos infiltrados?

            —De hecho, es buena idea. No aguantaremos tanto tiempo sin comida, y la mejor manera de camuflajearse es la seguridad. Tenemos mucho tiempo por matar. Vayan ustedes que yo los alcanzo en 20 minutos. Tengo que asegurar la entrada de hoy —dijo Robert. Enseguida el piojoso y yo entramos a la cafetería, la cual estaba repleta de soldados. El piojoso se puso nervioso y se sentó en una de las pocas mesas que se encontraban vacías. Yo fui a la barra para solicitar la comida de ambos. En cuanto me solicitaron la orden, me quedé perplejo, era Jessica la que me atendía.

            —¿Señor, va a pedir su orden? Tengo a otras 10 personas más por atender —dijo Jessica.

            —¡Jess… soy yo! Connor —murmuré mientras me levantaba un poco el casco para que Jess me viera la cara. Empezaron a sonar sirenas de la alarma que activaron de inmediato… nos habían reconocido, por lo que brinqué a donde estaba Jess, la tomé del brazo y corrimos al fondo de la cocina. La abrazaba más fuerte que nunca, todo este tiempo había soñado con este momento, con tener a mi lado al amor de mi vida una vez más.

—¿Estás bien? Le pregunto, pero Jessica no contestó, por el contrario. Alzó la mirada y agarró el primer cuchillo que vio para clavárselo justo en su abdomen.

            —¡Noooo! Jessica! ¿¡Qué hiciste!?

            —Ella no es Jessica —dijo una voz en el auricular que portaba.

            —¿Qué?
—Es un clon de ella, ahora necesito que sigas mis instrucciones al pie de la letra. Te están esperando más de 100 guardias afuera de la cocina.

            —Ok, Robert, ¿qué hago?

            —La única razón por la que no han entrado es por el lugar en donde estás, un disparo en falso y vuelan el edificio, junto con el ellos y los que estamos buscando. Te vas a tener que quedar ahí, mientras el piojoso y yo vamos por el objetivo. Nos creaste la distracción prefecta, en este mismo momento vamos a entrar.

            —Ok, los esperaré aquí sentado de brazos cruzados. Manténganme al tanto.

            —Cuenta con ello. Contestó Robert.

            Pasaron tres horas y seguía sentado, esperando alguna señal del pequeño gran Robert. No pasaban ni las moscas. Tenía la duda de si todavía seguían los guardias esperándome y tenía que quedármela para vivir. Tres horas ya era mucho tiempo, algo andaba mal.

            Le daba vueltas a la cocina con la mirada, seguía sentado a un lado de la que creí era Jessica. Se escucharon pasos y pensé por un segundo que Robert estaba de regreso, pero en su lugar entró un hombre muy alto, fornido y de pelo largo. El cual al verme me apuntó con un revolver que traía en la mano y apretó el gatillo. La bala salió disparada sin que pudiera hacer nada más que cerrar los ojos y aceptar mi destino.

            —¡Hey! ¿Nos vamos o qué? —Escuché y pensé que era un arcángel que me llevaría al cielo, pero en su lugar al abrir los parpados, vi la bala detenida a dos centímetros de del ojo izquierdo. Me quedé confuso, pero se movió de inmediato para no impactar en mí.

            —Soy Loui, y ¡nos tenemos que ir ya!

            —Robert y el pioj…

            —Están afuera, ¡vamos! —dijo Loui y lo seguí. Todos los policías afuera estaban quietos, no movían un musculo.

            —Sólo puedo detener el tiempo por cinco minutos, ¿qué haces?

            —Necesito que detengas esos cinco minutos, otros cinco más, no puedo dejar al clon de Jess allí —dije y regresé a la cocina por el cuerpo, lo coloqué sobre mi hombro y empecé a correr nuevamente lo más que podía. Loui no me esperó, continuó su camino hacia la salida. Logré salir y me escondí debajo de un coche después de cerrar la puerta. Un segundo después explota el edificio y continuamos con el plan, el cual era reunirnos en el hotel.

            —¿Estás loco? ¿Por qué regresaste por el cuerpo? ¡Pudiste haber muerto! —dijo Robert en cuanto entré, pero no le hice caso, fijé la mirada en Loui y le ordené que me llevara con Jessica.

            —No creo que sea muy buena idea, espérate un día.

            —No te lo estoy pidiendo, el trato fue sacarte a cambio del paradero de ella. Cumplimos nuestra parte, ahora cumple la tuya.

            —¿Estás seguro? No estoy diciendo que no vaya a cumplir mi parte del trato, sólo que es mejor posponerlo un día.

            —He esperado bastante tiempo por este momento, no puedo esperar más.

            —Está bien, pero conste que te lo advertí. Después de esto no me responsabilizo de nada y nuestro acuerdo estará cumplido.

            —De acuerdo —afirmé con la cabeza.

            —Dame tu mano —me solicitó Loui. En cuanto nuestras manos se tocaron, la habitación desapareció, en su lugar estábamos en un pasillo lleno de puertas.

            —¿Qué es esto?

            —Teletransportación, ¿tú padre nunca te lo enseñó? Él fue el primero en realizarlo. Jessica está en la habitación 9.

            Levanté las manos y perdí la mirada en ellas, no cabía duda de que era real. Después de haber pasado tanto tiempo en la máquina y con Alannah, podía diferenciar el mundo de los sueños de la realidad. Caminé y puse la mano en la perilla para abrir la puerta, miré a Loui y éste me regresó la mirada junto con un ademan de manos diciéndome adiós. Abrí la puerta y no lo podía creer, ¡era Jessica! La reconocí al instante y esta vez no me equivocaba. Tenía el torso desnudo y se veía su cicatriz en el hombro derecho, la segunda cosa que la separa de sus clones, además de su dulce corazón. Se movía de una forma extraña y empezó a gemir. Di un paso más para tener una vista más amplia y vi que Jessica estaba encima de un hombre, le estaba haciendo el amor a otro hombre que no era yo.

            —¿Jessica?

            —¿¡Connor!? —gritó Jess cuando volteó a verme al escuchar su nombre.

            —¡No puede ser! ¡Estás muerto! ¡Kennet me enseñó tu cuerpo inmóvil!

            —Pensé que también estabas muerta, Kennet me lo dijo y se lo enseñó a Robert. Desde ese día no lo creí, te busqué por todos lados, mar y tierra… y ahora que te veo, lo he confirmado, ¡estás más que muerta para mí! —dije y salí enseguida del cuarto.

            Jessica se vistió lo más rápido que pudo y salió de la habitación, recorrió las escaleras y el lobby, pero era demasiado tarde, Connor ya se había ido.

13

Darle tiempo al tiempo

 

 

 

            —Padre, vengo a confesar mis pecados.

            —Cuénteme hijo.

            —He matado Padre, sin piedad alguna. No me importaban los demás, y para serle honesto, ya no me importa nada en este puto mundo.

            —Hijo, cálmese. Está en la casa de Dios nuestro señor.

            —¿Cómo seguir adelante cuando lo único que te mantenía en pie, se ha ido? Pero más que eso, te enterró una daga justo en el corazón, y todavía después de eso le da una vuelta para destrozarlo por completo.

            —Hijo, esta vida puede ser difícil, pero puede mejorar con la ayuda de Dios, sólo necesitamos pedirle perdón y compensar nuestros pecados por muy graves que sean.

            —El problema Padre, es que no estoy buscando el perdón.

            —Sin el perdón eres un caso perdido.

            —No para el gobierno —dijo Connor y en ese mismo instante abrieron las puertas de la iglesia para permitir el acceso a dos hombres de dos metros de alto y musculosos, y junto a ellos, el padre de Connor.

—¡Connor! Sé que estás aquí —gritaron y Connor salió del confesionario, con las manos arriba sobre su cabeza.

—Lo sé, estoy listo para ser su mejor activo —Connor se hincó y dejó que lo esposaran para llevárselo.

Tres meses después:

            Connor había pasado los peores meses de toda su vida, o al menos eso puedo decir yo, él no lo diría, jamás lo haría. En el momento que vio a Jessica con Kennet, su mundo se vino abajo, todo por lo que había peleado no sirvió de nada, no para él. No volvió a saber de Robert ni del piojoso, y aunque ellos intentaron buscarlo, jamás lo encontraron. Estos tres meses lo tuvieron encerrado en un calabozo, solo. La comida llegaba por una compuerta que se abría y cerraba como si fuera un prisionero, y es que eso era… por lo que no tenía ningún contacto con alguna otra persona o animal.

            —¡Connor! –gritó su padre.

            —¡Connor! —volvió a gritar, pues no le respondió.

            —Connor ha muerto, no me vuelvas a decir ese nombre.

            —¿Ahora cómo te llamas?

            —No lo sé, todavía.

            —¿Está un poco largo no crees?

            —¡NO SEAS TONTO! Puedes llamarme nueve.

            —Está bien, acompáñame, nueve.

            —Pensé que me iban a matar.

            —Eso hicimos.

            Llegaron a una enorme sala y al entrar en aquella inmensa habitación llegó a mí el recuerdo, la habitación había sido restaurada, parecía que no hubiera pasado nada. Aquí, unos años atrás fue donde conocí a Kennet, el que dijo ser el hermano de Connor, de mi Connor. No sé cómo no fui capaz de verlo todo, yo Alannah, que tengo un gran poder, no fui capaz de darme cuenta de la traición, en su lugar fue mi demonio, mi tormenta. Era la habitación de la elección, o como le llaman comúnmente, la cámara de las tres puertas.

—¿Que fue eso?

            —Prometiste que perdería mi memoria, y no es cierto. Me sigue atormentando aquel recuerdo.

            —¿Cual?
—Prefiero no decirlo.

            —No podemos eliminar algo que está tan impregnado en tu cerebro. Para olvidar lo tienes que superar.

            —¿Entonces qué hago aquí? ¿Si no van a cumplir el trato?

            —Primero te quitaremos el dolor, tu sentir, y después, te tocará pagar, tendremos al mejor soldado. Karina, fase 1 fracasada —le dijo el comandante a su asistente.

Varios años y 4 intentos después, Connor volvió a pisar esa habitación.

            —Karina, prepara la fase 2. Estamos listos —dijo el comandante y se abrieron las puertas. Ambos ingresaron a la sala, era un laboratorio y en el centro había una cama de metal en la que se recostó Connor. Le conectaron más de cien mangueras al cuerpo, lo electrocutaron, le realizaron más de mil experimentos. Día a día iba a esa sala. Experimentaban con él, algunas teorías resultaban, otras no. En un folder llevaban el registro:

  • Telequinesis: Éxito
  • Control mental: Éxito
  • Fuerza sobrenatural: Éxito
  • Visión rayos x: Fracasada
  • Mutación: Éxito
  • Curación rápida: Éxito
  • Control del tiempo: En proceso

            Connor cerró los ojos y esperó a que le conectaran todos los aparatos.
—¡Auch! —dijo Connor en su mente al sentir la aguja perforar su piel. Generalmente le aplicaban anestesia, lo que lo ponía inconsciente la mayoría del tiempo, pero fue tantas veces, que Connor se hizo inmune a ella.

            Sintió como cada aguja hacia un orificio en su cuerpo. Fue horrible. La sentía sanar y 5 segundos después la insertaban otra vez. Era un dolor insoportable que no podía aguantar más. Intentó todo, levantarse, gritar, cerrar el puño, abrir los ojos. Darles una mínima señal a ellos de que estaba consciente, nada resultó. Aceptó su destino y se preparó pensando que pronto todo acabaría, y así fue. Se terminaron las inyecciones, no sentía más las frías manos de la enfermera. Al parecer había terminado. Se quedó dormido y despertó hasta el día siguiente, cuando desapareció el efecto de la anestesia. Se moría de hambre y reconocía el lugar en donde se encontraba, caminó unos pasos adelante y se vio a sí mismo, es decir; se topó con su yo de hace años atrás, había viajado en el tiempo al pasado.

—¿Quién eres? —se preguntó de inmediato.

            —Mi nombre es… —Connor se quedó viendo su reflejo en el espejo, era evidente que su yo joven era muy diferente a como es ahora.

            —Soy Kennet, tu hermano —dijo sin vacilar.

Años después:

            —Connor se fue, ¡me siento horrible! Hubieras visto su cara. Pobrecito —dijo Jessica, la Jessica que le rompió el corazón a Connor.

            —Tranquila, si no hubieras hecho eso, jamás hubiéramos estado un paso adelante de la Federación, como lo estamos ahora.

            —Tienes razón Kennet, pero no puedo evitar esta culpa, me partió el alma hacerle esto.
—No me digas más Kennet, él ya cumplió su misión. De ahora en adelante, llámame nuevamente por mi verdadero nombre… llámame Connor por favor.