Me di cuenta que el futuro sí puede cambiar el pasado. Lo ha estado haciendo todo el tiempo. La maquina del tiempo se le denomina pensamientos, a través de estos podemos viajar a una realidad que todavía no sucede, lo cual provoca que tengamos tanto miedo de actuar, que simplemente evitemos hacerlo. La Federación, que se conforma de las tres principales potencias mundiales, o mejor dicho; un país que todavía no aparece en los mapas, no porque esté en otra línea temporal, sino porque está oculto, es un secreto que ayuda a controlar a la humanidad.

    Pertenezco al servicio militar y sólo te puedo decir que vamos veinte años o más por delante de la globalización. Mientras todos están asombrados por la apenas creciente realidad virtual, nosotros ya llegamos a la mutación genética, donde una simple pastilla puede hacer que me salgan branquias para respirar debajo del agua, claro, ese es mi caso. La píldora tiene un efecto diferente en cada persona, lamentablemente siendo la muerte en la mayoría de los casos, sin embargo, los pocos que logramos sobrevivir, nos volvimos esclavos de La Federación, una organización tan poderosa que ni siquiera tiene un segundo nombre o categoría, porque no posee rival alguno.

    Estaba por suicidarme cuando me enteré que habían capturado a Jessica, mi hermana. Juré que ella no pasaría por esto, merece ser libre. Así es que hice un trato, vendí mi alma con tal de liberar la suya. Me convertí en una mercenaria, condené a miles de personas con tal de salvar a la única persona que amo.

    Mi trabajo, si se puede llamar así, consistía en ser mensajera. Me daban un paquete del cual el contenido era desconocido e irrelevante para mí, aunque valía más que mi propia vida. Las misiones, principalmente eran marítimas. Al ser capaz de nadar con total tranquilidad sin aparatos, ni naves, como si fuera una hermosa sirena, me daba la ventaja de ir a las instalaciones sumergidas sin pasar los filtros de seguridad.

    Me volví uno de sus mejores activos, no hacía preguntas, no cuestionaba, sólo me dedicaba a cumplir las órdenes que me otorgaban.

    Estaba entregando un maletín en la isla de Lesbos cuando tuve una emboscada. Un par de agentes me tomaron por sorpresa. Peleamos por bastante tiempo, poco a poco me dirigí hacía la orilla para llegar a la playa y sin dudarlo me adentré al mar. Logré escapar, pero tenía que volver, dentro de aquella lucha, arrojé el maletín por un acantilado y no importaba cómo, debía recuperarlo.

    Me costó prácticamente todo el día, y cuando lo volví a tener, me puse a llorar. Del impacto estaba abierto y su contenido era una foto de mi pequeña hermana.

    —¡¿Me puedes explicar qué carajos es esto?! —le grité a mi jefe tan pronto entré a su despacho.

    —Claro, toma asiento —me respondió con total serenidad, como si estuviera esperando este momento.

    —Lo haré después de saber qué traman con Jessica, ¡teníamos un pacto!

    —Y lo hemos respetado. Ella no es tu hermana, es su clon.

    —¿Qué? ¿Por qué?

    —Tu hermanita es totalmente libre, anda jugando con sus amigos a cazarnos, y permíteme felicitarla, ya destruyeron una de nuestras instalaciones. Si no tienes otra pregunta, toma, lleva este maletín a nuestra sede en Santorini —Rechiné los dientes del coraje, agarré el maletín y lo coloqué sobre su escritorio. Sabía qué el trato era no abrirlo, pero si ellos ya lo quebraron cordialmente como lo haría un abogado, yo lo haría con valentía frente a sus ojos. El contenido era una hoja de papel que decía: Susy, vete al infierno.

    Tan pronto lo leí, me agaché y saqué mi pistola.

    —En cuanto te levantes, estarás muerta —me dijo Larson, y era verdad, estaba en desventaja. Lancé mi arma a la derecha esperando lo distrajera y corrí para salir. ¡Funcionó! Al menos por un instante, la alarma sonaba por todos lados, ahora mi cara estaba en todas las pantallas con el anuncio de recompensa de cien mil dólares a quién me entregara. Me sentí ofendida, ¿esa cantidad de dinero por mi captura, cuando pueden ofrecer billones?

    Me considero una escapista innata. Logré refugiarme a lo lejos de la costa en una cueva. El problema es que ya no tenía pastillas, sin ellas era prácticamente imposible salir de la isla, pero sobre todo, me di cuenta muy tarde que el efecto secundario de no tomarlas provoca alucinaciones.

    —Pensé que serías tú la que me salvaría —dijo una mujer que era idéntica a Jessica. Yo no sabía si era ella, su clon, o inclusive un delirio. Sólo sé que caí desmayada en sus brazos.