—¡Hey, despierta! ¿Qué no vas a ir a la fiesta?
—No puedo, tengo todavía muchos pendientes por hacer —respondió Armando adormilado. Anoche se había desvelado jugando un videojuego, y mientras trabajaba se quedó dormido en su cubículo.
—No tienes excusa. Ana va a estar allí, ¡es tu oportunidad de conquistarla!
—¿Sabes si también estará Juan?
—¿De verdad? Yo la preferiría mil veces a ella, pero cada quien sus gustos, yo no juzgo.
—¡No seas animal! No quiero que me la pedalee.
—Para empezar. Ella no es tu bicicleta, tampoco un objeto, y tercero; el que se duerme se apendeja.
—No es que no quiera, tengo mucho trabajo.
—Siempre que tengas excusas, no vas a lograr nada. Mira, te voy a decir un secreto tan poderoso que inclusive debería de cobrarte por contártelo, gracias a eso pude conquistar a mi amada Lupita. El mejor consejo que me dio mi santo padre:
No alcanza la gloria quien es más apto, sino aquel que se atreve a dar el paso.
Así es que apaga la computadora y vámonos —le finalizó de decir Carlos con una palmada en el hombro con el fin de darle ánimo. Armando trató de excusarse, pero tan pronto abrió la boca, antes de poder decir palabra alguna, su compañero apretó el botón de apagado y le obligó a salir.
De camino al bar, Carlos insistió en hacer una escala en una cantina llamada La paloma azul. Por la hora, todavía se encontraba vacía. Se sentaron en la primera mesa que vieron y pidió que le sirvieran tres mezcales al mismo tiempo.
—Te presento a la divina trinidad. Cada vez que quieras hacer algo, ven a este lugar y pídete esta bebida tres veces, no más, no menos, es la cantidad exacta. Ya que la primera te da el coraje para vencer tus miedos, la segunda hace que te olvides de las dudas, y la última, para ser conscientes de disfrutar el momento.
—¿Este es tu gran secreto, y ni siquiera me vas a acompañar con un trago?
—No. Yo ya tengo a Lupe, esta noche soy tu aliado para que tengas tu victoria con Ana —dijo Carlos y levantó su mano simulando un brindis. Armando le hizo caso y se las tomó lo más rápido que pudo.
Tan pronto les dieron la cuenta, salieron del lugar y cuando llegaron al bar, ya se encontraban todos, incluyendo Ana y Juan, quienes estaban demasiado juntos.
—No debimos de haber ido a esa cantina, ¿ya los viste?
—Tranquilo, mi pequeño saltamontes, ¿los miraste con detalle?
—Es lo qué te acabo de decir, ¿no me escuchaste?
—Sólo viste lo que tus miedos quieren que veas. Obsérvalos detenidamente. Analiza su lenguaje corporal, en realidad no están juntos. Juan está pegado a ella, sin embargo, Ana tiene los brazos cruzados y está volteando a todos lados, es evidente que no quiere estar allí con él —Armando se tranquilizó hasta que Juan dio el primer paso y comenzó a besarla, a lo cual ella le respondió colocando suavemente la mano en su quijada.
—¿¡Sigo sin preocuparme!? —le respondió molesto a Carlos.
—La regla no se rompió, se atrevió y lo consiguió —Armando, enojado, salió del bar para poder fumar. Mientras tanto, Carlos se acercó a Juan y Ana para chocar las palmas con ambos.
—¡Lo logramos, qué buena broma! Hubieran visto su cara cuando le conté de la divina trinidad.
—No saben cómo se los agradezco, ¡ya me tenía harta! Espero y con esto ya deje de acosarme con esa mirada rara —dijo Ana con un gran alivio.
—Lo qué hubiera dado por ver el momento exacto en que se le partió el corazón —agregó Juan.
Afuera del bar, una mujer de cabellos rizados se acercó a Armando y le pidió que le regalara un cigarro.
—Hace años que no fumo, pero me acaba de pasar algo que lo amerita.
—¿Qué te pasó para retomarlo?
—Me acabo de enterar que mi novio lleva con su amante dos años, y hoy es nuestro primer aniversario, en pocas palabras, sin saberlo, siempre fui la otra. ¿Tú?
—Digamos que algo similar —Poco a poco a los dos se les estaba yendo la furia que tenían, se estaban quitando el despecho juntos. El humo se fue acabando y cuando ya casi terminaban de fumar, Armando sintió todavía el efecto del mezcal, se armó de valor para pedirle su teléfono. Ella accedió y se lo dio con alegría.
—Llámame cuando te sientas solo. Son dos mil más el cuarto, pero a ti, te regalo la segunda hora.